Cuando un policía decide tomar en sus propias manos la venganza del asesinato de un compañero y amigo, Jean Gabin encarna un nuevo tipo de comisionario, seguro de sí y de su violencia, convencido de su derecho, pero usando nuevas tecnologías. ¿De los sesentas! El guion y loas diálogos de Michel Audiard garantizan un humor caustico y la música de Serge Gainsbourg nos llena de regreso a una época en que la vida estaba cambiando.
Ficha IMDb
En el entierro de su amigo y colega Albert Gouvion (Robert Dalvan), el comisario Louis Joss (Jean Gabin), apodado “El Pacha”, decide vengarlo. Para eso, debe primero investigar sobre las circunstancias y los responsables de la muerte, la red de complicidades, influencias, amenazas, y después, pasar al ataque. Su principal objetivo será Marcel Lurat, apodado Quinquin (André Pousse). Conseguirá el apoyo de Nathalie Villars (Dany Carrel), hermana de Léon (Maurice Garrel), cómplice asesinado por Quinquin para no dividir el botín, y amante, ahora viuda, de Gouvion.
La cinta es interesante por varias razones. Primero porque la acción es bastante complicada, como lo es la red de complicidades y de mentiras de los malosos. Porque muestra una gran violencia, directa y gratuita, lo que era novedoso en los sesentas en Francia. Porque su personaje principal de policía vengativo es interpretado por Jean Gabin, peso pesado, voz profunda, convencido de su derecho, de su poder. Un poco como el Dirty Harry de Clint Eastwood. Era el tiempo de los policías vestidos de traje, con corbata y abrigo. El tiempo en que los policías no tenían dudas sobre la legitimidad de sus acciones.
La cinta es remarcable también por el uso de tecnologías modernas, totalmente rebasadas actualmente La información llega rápido por fax, se pegan grandes fotos de los hombres buscados, impresas desde archivos en microfichas. La cinta hace énfasis en esa modernidad y en la audacia del comisario al sugerir, provocar un gran proyecto delincuencial, al ensuciarse las manos.
Es una película violenta, en todos los sentidos: los caracteres, la pintura del Milieu, la contradicción entre valores fuertes de amistad y medios sucios para defenderlos, el escarnio, el cinismo de los buenos como de los malos.
Pero la nostalgia se apoderan de nosotros al oír a Brigitte Bardot cantando Harley Davidson, de Serge Gainsbourg, al ver los hombres con gorra de tweed, guantes de ciclista de piel y sweaters de cuello alto (era el summum de lo casual entonces), al oír a Léon Zitrone comentando las carreras de caballo en el pequeño televisor, al ver una surprise-partie con ropa hippy.
Es un viaje a una época de la vida y del cine policíaco, época terminada, olvidada.
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