Divertida cinta sobre la vida, miedos y amores de un especialista en seguridad aérea que le tiene fobia a los aviones. Amélie Poulain en masculino.
Ficha IMDb
Yann Kerbec (Vincent Elbaz) tuvo la fortuna de nacer en el aire. Su madre dio a luz en pleno vuelo, lo que le ganó al niño el privilegio de viajar gratis toda su vida. Pero la madre murió de hemorragia porque el avión no pudo aterrizar a tiempo. Y Yann se ganó una fobia a los aviones. Creció con su padre (Tom Novembre), un periodista especializado en coches, cuyo único amor, después de su hijo, es su Mustang de colección. Habla en el estilo de las reseñas automovilísticas que escribe.
El mejor amigo de Yann es Ludo (Gilles Lellouche), capaz de transformar cualquier fiesta en fracaso peleonero, y cuyo padre (Philippe Nahon), dueño de una funeraria sueña con que su único hijo siga con el negocio familiar, Padres e hijos desde 1871.
Crecen, estudian. Yann tiene talento para las matemáticas y, después de graduarse de una escuela de Ingeniera, consigue empleo en una empresa de seguridad aérea. Su trabajo consiste en evaluar las capacidades de reacción de los pilotos en situaciones de riesgo. Obviamente en un simulador. Ahí tiene que testar varias veces al piloto Castelot (Didier Bezache), muy distraído y poco actualizado sobre reglamentaciones, procedimientos y dispositivos del aparato que pilota. Mientras tanto, Yann conoce a la mujer de su vida Charlotte (Elsa Kihoïne), que lo deja para tierras lejanas, pero a quien no puede seguir, por culpa de su aerofobia.
Pasan los días, con Ludo quien se vino a instalar en el departamento de su amigo, pasando los días enteros del sofá al refrigerador, del televisor al juego video, y de vuelta (y en filmación acelerada) .Cuando Yann se dispondrá finalmente a dejarse llevar a una atracción por la psicóloga radiofónica Alice (Marion Cotillard, rubia), Charlotte volverá a aparecer, pero la vida no ella no será exactamente conforme y los sueños y esperanzas de Yann.
Pero todo acabará bien, en una playa de Tahití, con Alice, después de pasar por un vuelo (finalmente sí se subió al avión) muy accidentado con el piloto Castelot al mando, igual de ineficiente como siempre.
La cinta es muy ágil y divertida. Toma desde el principio el partido de la narración en voz off por el propio Yann, acompañando cada situación narrada con su respectiva ilustración en imágenes. La distancia irónica está siempre presente, hacia sí mismo, hacia las situaciones y los demás personajes. Con un tinte de ternura y sencillez, con fantasía, un poco al estilo Amélie Poulain. Los personajes que parecían simplistas en un principio, se van afirmando, en particular Ludo. La amistad va profundizándose y madurando.
Hasta los secundarios, como los dos padres, o el piloto Castelot presentan rasgos divertidos y tiernos. Las situaciones están filmadas con un ritmo eficiente que sabe usar de flash backs sabiamente administrados, y, además, muy divertidos.
Un buen momento de ligereza al mismo tiempo que de sentido común y, porque no, una buena lección de vida.
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