El marqués de Sade durante la segunda guerra mundial. En busca del escándalo y del erotismo, Vadim ya había realizado la adaptación de un gran texto del siglo XVIII Les liaisons dangereuses (1959), con una distribución más prestigiosa. Esta vez, le da su primer papel importante a quien será la actriz francesa más conocida en el extranjero: Catherine Deneuve.
Perversa ficha IMDb
Dos hermanas, Justine (Catherine Deneuve) y Juliette Morand (Annie Girardot) han escogido estilos de vida opuestos. Justine es la virtud, se casa por la iglesia con un joven resistente. Juliette prefiere el lujo y la colaboración horizontal con el ocupante nazi. Los dos nombres salen directamente de la obras del divino Marques: Justine o los infortunios de la virtud (1791), Juliette o las prosperidades del vicio (1796), donde Justine y Juliette, huérfanas a temprana edad, escogen cada una su camino para sobrevivir en la sociedad injusta de la época.
En 1944, después del arresto de su esposo, Jean (Jean Lévitte), Justine le pide a su hermana que intercede a su favor con su amante, el general von Bamberg (E. Hasse) del ejército alemán. En casa de este, conoce al coronel SS Schondorf (Robert Hossein), quien eliminará a Von Bamberg, por órdenes del propio Goering, quien lleva maniobras políticas a espaldas del Führer. Schondorf encarna la sed de poder, la ambición desmesurada pero también una seducción perversa.
Los destinos de las dos hermanas seguirán en paralelo. Mientras Juliette acompaña a Schondorff en su ascenso, Justine es arrestada y llevada a La Commanderie, una fortaleza medieval en medio de las montañas austriacas, donde Schondorff ha instalado un lugar de placer para los oficiales nazis.
Vadim hace una asociación entre sadismo y nazismo, o simplemente entre botas, cuero y uniforme negro y poder sexual. Nada original: es parte de la panoplia tradicional de los juegos sado-masoquistas. Además, la época turbia de la Ocupación, las torturas, las denunciaciones se prestan a relaciones de poder y en todos los ámbitos.
Si el guion no es extraordinario, es innegable que Vadim sabe usar a los grandes actores. Annie Girardot y Robert Hossein irradian un poder malsano, turbio, una seducción perversa. El juego de poder entre ellos, cada uno buscando dominar y sacar el mayor placer de las situaciones, es sin piedad. Schondorff conduce a Juliette y le enseña escenas de violencia insoportable. Ella, horrorizada, acabará por usar del poder que él le otorga cuando llegan a la Commanderie, lugar de reencuentro de las dos hermanas. Pero, mientras Schondorff vive sus últimas horas de dominio, y cuando los Aliados circundan la Commanderie, la hermana mala trata de salvar a la hermana buena, quien se niega, por orgullo y virtud, y también porque sabe que el fin ha llegado para los nazis.
En esta cinta, Vadim le da su primer papel importante a Catherine Deneuve. Ella tiene entonces diecisiete años. Así lo hizo anteriormente con Brigitte Bardot (Et Dieu… créa la femme - 1956), con Annette Stroyberg (Les liaisons dangereuses – 1960). Así lo hará después con Jane Fonda (Barbarella – 1968). Parece que sus películas le sirven solo a dar celebridad a sus mujeres, en una exhibición bastante machista. A todas les da la misma apariencia rubia, el mismo papel de mujer-niña, frecuentemente tonta. Catherine Deneuve, ni por el tiempo en pantalla, ni por la fuerza del personaje, le llega al tobillo a Annie Girardot, de quien se ha olvidado lo hermosa que fue, mientras Deneuve ha sabido subir al estrellato internacional.
La cinta, en blanco y negro, tiene algunas originalidades de encuadre, de tomas desde arriba, desde abajo, en espejos dispuestos en el techo, de planos muy cercanos a los ojos, las bocas irónicas. Algunos efectos de borrar totalmente el segundo plano para que quede únicamente el personaje en medio de una pantalla negra. Seguramente para enseñar su alma oscura.
El sistema carcelario de la Commanderie retoma clichés de las novelas góticas: pasillos oscuros, calabozos, cadenas, horcas. Las jóvenes inocentes, hermosas y rubias, vistan largas túnicas blancas. Toda una parafernalia que quiere ser erótica y nos parece hoy día muy simplista. Sin olvidar la música de Wagner, a todo volumen, probablemente para subrayar la potencia maléfica germana.
En resumen, muchos intentos fallidos de impresionar perversamente, cuando lo único que queda es el juego maléfico entre Robert Hossein y Annie Girardot.
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