Como es su costumbre, les hermanos Dardenne, a partir de la historia de una persona parecida a cualquier otra, plantean cuestiones sociales y morales mucho más profundas de lo que parecen. Con una actriz intensa y casi silenciosa, instalan un drama de nuestra sociedad.
Ficha IMDb
Jenny Davin (Adèle Haenel) es médico generalista y hace un reemplazo temporal en el consultorio del Doctor Riga (Fabricio Rongione), un viejo médico de barrio. Al mismo tiempo que atiende a los pacientes regulares, y que hace las consultas a domicilio, entrena un joven estudiante, Julien (Olivier Bonnaud).
El trabajo es muy demandante y muchas veces, las jornadas de trabajo se entienden más allá del horario. Una de estas noches, después de regañar a su asistente que no supo manejar el caso de un niño, y mientras cierran los expedientes del día, alguien toca a la puerta. Julien quiere abrir pero Jenny se lo impide: es también la obligación de un médico saber poner límites, para tener tiempo para sí mismo y así ser capaz de enfrentar el peso de cada día.
Pocas horas después, la joven es encontrada muerta en el malecón. No lleva papeles, nadie sabe quien es. Jenny que se siente culpable. Da un giro completo a su vida. Rechaza el magnífico empleo que iba a ocupar en unos consultorios elegantes, retoma el consultorio del doctor Riga que se jubila, se dedica a una medicina popular, humilde, poco glamorosa. Al mismo tiempo, lleva su propia investigación para encontrar quien era esta joven desconocida, encontrar su familia, o al menos, que el cuerpo no sea enterrado de forma anónima. Al paso de sus consultas, va reconstruyendo el camino de la joven desconocida, lo que la lleva a enfrentamientos con algunos pacientes, con la policía y con organizaciones delictivas.
Jenny es un médico paciente, atento. Escucha lo que le dicen los síntomas de su pacientes: un pulso acelerado, una crisis de vómito, un dolor localizado, son para ella señales de algo que quiere decirse, pero que la persona necesita esconder, por miedo, por culpabilidad, por incomprensión. Jenny recoge poco a poco los pedazos del rompecabezas. En realidad, los que pasan por el consultorio, físicamente enfermos, están también afectivamente enfermos, somatizan la dificultad de sus relaciones: el hijo con su madre y su padrastro, el padre con su propio padre a quien proporciona prostitutas…Jenny desencripta, traduce. Ella tiene las llaves y los códigos para poner esas señales diminutas en la línea de su propia investigación.
Un objeto es clave en la relación de Jenny con sus pacientes: el código de entrada a los edificios. Si va frecuentemente a ver a un enfermo, ella lo conoce. Si no, el paciente debe dárselo por el interfono para que ella tenga acceso. De la misma forma, el teléfono es fundamental: la llaman los que tienen algo que decirle o que pedirle. Ella pone en contacto los servicios municipales que pueden facilitar la vida de algunos. Ella es el elemento de transmisión, el engranaje indispensable para que la comunicación circule y que las situaciones conflictivas o dolorosas se resuelven.
Si la cinta tiene forma de encuesta policiaca, llevada afuera y a pesar de la policía, es también una exploración de los sufrimientos de la sociedad moderna: una sociedad donde los miembros de las familias reconstruidas no encuentran siempre su lugar, donde la escuela, la universidad esperan de cada uno un comportamiento sin fallas, donde los ancianos no siempre saben o no pueden aprovechar las ayudas oficiales.
Cada detalle cuenta, y Jenny, con su labor incansable y sonriente, sencilla como el abrigo azul que lleva a todas partes, camina sin detenerse. Su vida personal se limita a calentarse algo en la cocinita del consultorio, algo que talvez le regaló un paciente en agradecimiento.
Porque una noche, Jenny no ha abierto su puerta a una joven negra, la culpabilidad la invade y trabaja a compensar en la medida de sus pequeñas posibilidades. Una “alma buena” en el sentido de Brecht, es el microcosmos que refleja el macrocosmos de las sociedades acomodadas. ¿Los países ricos abren sus puertas? ¿O dejan afuera los que vienen a perturbarse su vida despreocupada? Con el riesgo de que algún día las consecuencias se les regresen como boomerang.
El tema es moral, es social, es político. Sin embargo, la cinta no es militante. Los hermanos Dardenne nos presentan una mujer sencilla, en matices discretos, sin grandes discursos o movimientos, Ella vive su propio problema ético, que ella misma se ha provocado cuando nadie le reprocha nada. No es un personaje con una historia, una familia, amigos y actividades. Es la encarnación de un sentido del deber, de una misión, una entrega al género humano y una cierta exigencia moral, la responsabilidad.
La actriz, Adèle Haenel, se parece a cualquier joven sencilla. Es calurosa, paciente, actúa con precisión, sin moverse mucho. Sin embargo, transmite una calma, una confianza y una ternura reforzadas por una tenacidad que se adivina irreductible. Está totalmente en lo que hace, en lo que dice. Y aceptar un café de un paciente es igualmente importante que llamar a los servicios sociales, o ponerle una inyección. Es a la vez femenina y masculina, inocente y profesional, calmada y preocupada.
Tiene algo de una santa laica, de un confesor y protector. Camina con la vista en un ideal de armonía entre las personas y dentro de cada una. Ayuda a la sociedad y a los individuos a ser mejores.
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