Mezclando imágenes de ficción e imágenes documentales, un poco a la manera de Oliver Stone, la cinta recrea las horas antes y los días después del maratón de Boston de 2013, marcado por un ataque terrorista. Ritmo de suspenso, algo de psicología individual y sobre todo, un himno a la solidaridad de la población.
Ficha IMDb
Cada año desde 1897, el tercer lunes de abril, día del patriota en Maine y Massachusetts, se celebra el maratón de Boston. Es uno de los maratones más admirados del mundo ya que pertenece a la Liga de los Seis Maratones Mayores: Chicago, New york, Berlín, Londres y Tokio, y que se necesita comprobar un tiempo realizado en otro maratón certificado para poder pretender participar. Es uno de los eventos más populares: unos 500 000 espectadores van a ver unos 30 000 participantes. O sea que las calles de Boston están llenas de gente.
El 13 de abril de 2013, la historia del maratón de Boston, de Boston y del maratón como competencia, fue marcada por un ataque terrorista que dejó 3 muertos y unos 260 heridos. Eran las 2:49, dos horas después de que el ganador pasara la meta. El momento en el que la mayoría de los maratonistas “promedio” están terminando. Dos bombas explotaron muy cerca de la línea de meta, a pocos minutos de intervalo.
La cinta, para lograr la identificación del espectador, empieza por anécdotas, fragmentos de vida de varias personas sin relación entre ellas, en la madrugada del fatídico día. El personaje principal claramente va a ser Tommy Saunders (Mark Whalberg), sargento de policía con problemas de rodilla, que está viviendo su ultimo día en las calles antes de reintegrar una oficina de investigación, bajo las órdenes del comisario Ed David (John Goodman) También se ve a un oficial de una localidad cercana, más viejo ,Jeffrey Pugliese (J. K Simmons) con problemas con el cigarro, un joven matrimonio que va a correr, un joven papa que va con su hijo a ver a la mama maratonista, un inmigrante chino que vende aplicaciones de internet para restaurantes ….
Cada historia parece no llevar a nada y el ritmo de la narración se antoja bastante lento. La gente se ve feliz en su confortable rutina. Ni siquiera la dificultad de la carrera se ve mencionada. Es casi un día como cualquiera donde cada quien hace lo que normalmente hace.
Cuando de repente explota la primera bomba, todo se acelera: los gritos, el caos, el movimiento. La sangre esta por todas partes. Los grupos se deshacen, la gente pierde a los suyos.
Tercer movimiento: la investigación. Después de las reacciones de emergencia de la policía, los bomberos, los médicos, llegan las camionetas negras. El FBI ocupa el lugar, y toma el total control de cualquier movimiento. Nadie tiene ya derecho a la palabra o a cualquier iniciativa. Ellos son la ley. Pero, curiosamente, su jefe, Richard DesLauriers (Kevin Bacon) sabe utilizar los recursos locales: obviamente todos los sistemas de vigilancia pública, pero también todas las filmaciones personales de los celulares de los espectadores, y sobre todo, el sentido común de la gente que conoce el del lugar. Así, Saunders se va a encontrar en medio de la investigación.
Si fue en la realidad una persecución increíblemente eficaz y rápida, la cinta es ella misma una maravilla de eficiencia. En un montaje sumamente movido, que mezcla filmaciones reales, momentos de noticieros televisivos, y partes ficticias, mantiene al espectador alerta, como si no supiera quien fueron los dos culpables, estos dos hermanos Tsarnaev , Tamerlan de 26 años de edad, y Dzhokhar de 19 años de edad, domiciliados en Cambridge, legalmente inmigrados de Chechenia y que tenían planeados más ataques en la ciudad de Nueva York.
Pero, al mismo tiempo que cuenta una persecución policiaca, con su sorpresas, sus momentos de violencia, de engaños, la cinta quiere contar la historia de personas. En una forma que logra no ser totalmente maniquea, pone énfasis sobre los buenos, los valientes. Pueden ser los que no pierden la esperanza de encontrar a sus familiares extraviados, el padre que salva a su hijo pero se encuentra separado de él durante horas, los que van a perder una pierna y a pesar de eso, volverán a correr el maratón, el policía que va a montar guardia junto al cadáver de un niño, el cual debe quedarse en la calle para pruebas de criminalística,
El director, y se siente que los actores hicieron su mejor trabajo en esa dirección, quiso mostrar cómo la gente normal, los de Boston o los de Estados Unidos, o la gente normal o la raza humana, es buena. Y que la fuerza de su bondad, de su generosidad es más grande que la de los terroristas. El patriota de ese día es el señor o la señora anónima, de buena voluntad.
El epílogo, con entrevistas de las personas reales afectadas y modelos para los personajes de la cinta, confirma esta visión de gente de buena voluntad, y de que la acción de los terroristas no tuvo el efecto deseado. En lugar de sembrar el miedo y la desconfianza, hizo que la gente se solidarice y crea en su propia fuerza y amor. Los malos son los malos, pero los buenos siguen siendo buenos y nada se puede en contra de ellos. Como dice uno de los testigos : “Si el mal te ataca así, solo puedes responder con amor”.
Puede parecer cliché, pero la cinta funciona muy bien en este sentido y el espectador se deja convencer. Sin embargo, no se puede olvidar que, si la investigación fue tan rápida e eficiente fue también gracias a un sistema de vigilancia sumamente organizado, con cámaras en cada esquina, cada negocio, cada aparador, y gracias a la nueva obsesión fílmica y fotográfica de todos, aunado a los sistemas de localización de nuestros coches, nuestros teléfonos. Una red de ojos nos observa, públicos y privados,. Pueden servir a protegernos, es cierto. Pero…. Estamos vigilados, día y noche.
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