Apenas unos años después de la publicación muy exitosa de la novela de un joven prodigio llamado Françoise Sagan, un gran director gringo se apropiaba la obra y juntaba valores reconocidos de la música y la moda francesas con actores anglófonos y locaciones típicamente francesas. El resultado es un producto bastante seductor y confirmó ciertamente las ideas americanas sobre la depravación francesa de postguerra
Ficha IMDb
Cécile (Jean Seberg) cuenta un año después lo que fue el periodo más despreocupado de su vida y al mismo tiempo provocó la tristeza en la cual se está hundiendo. Vivía entonces feliz y despreocupada en compañía de su padre: fiestas, cócteles, dinero.
Las últimas vacaciones que pasaron juntos en la orilla del Mediterráneo se anunciaban ligeras y felices, entre el mar, el sol y los pinos. Raymond (David Niven) llevó a su hija con su amante del momento, Elsa (Mylène Demongeot) a pasar un mes de enseño en una hermosa villa. Los días transcurrían entre desayunos en la terraza, bronceado y nado en la playa, cenas y aperitivos en Saint Tropez o Saint Raphael, casino en Cannes. Pero Anne Larson (Deborah Kerr), una amiga de la mama de Cécile (muerta cuando la niña era todavía muy chiquita), anuncia su visita. Ella es dueña de una casa de costura, es elegante, culta, distinguida. Y sus intenciones poco a poco se revelan. Quiere casarse con Raymond. Lentamente pero seguramente, con discreción e distinción, logra imponerse frente a una Elsa superficial y demasiado joven. Viendo amenazadas su relación con su padre y su vida fácil, temiendo que se le pida esfuerzos y estudios, Cécile monta con su novio veraniego, Philippe ( Geoffrey Horne ) una conspiración para que Raymond, celoso de un rival más joven, vuelva a los brazos de Elsa.
Pero todo acabará muy mal. Anne sorprende a su futuro esposo con su exnovia y se va súbitamente en coche. Se mata en un accidente en la carretera que domina el mar. Todo mundo sabe que esta zona en cornisa es muy peligrosa. Así queda la duda: ¿Fue un accidente? Anne habrá conservado hasta el final la elegancia de evitar a los demás la culpabilidad.
Después de este verano, Cécile no será nunca más la misma: la tristeza ha entrado a su vida. Tal vez se case, tal vez viaje. Mientras tanto, reanudó con la vida parisina superficial y rica, bailes, coches y cenas, en la sombra de un padre que cambia de novia sin cesar.
Con los elegantes vestidos de Hubert de Givenchy y la dramática música de Georges Auric, Otto Preminger le dio a su cinta la elegancia francesa requerida para imponerse al público gringo. A eso agregó el ambiente de la época: Saint Tropez y Saint Germain des Prés, lugares claves del relajamiento moral post-guerra. La voz de Juliette Gréco encarna ese tono al que se le llamó, en forma totalmente errónea, “existencialismo”.
Para marcar la diferencia entre las dos épocas de la vida de Cécile, Preminger optó por rodar en blanco y negro la época actual, de la tristeza, mientras la época de la felicidad en el verano mediterráneo se filmaba en colores fuertes. El azul del mar y del cielo se combina con los colores alegres de la ropa, los vestidos ligeros, short, camisetas de cuadritos Vichy , según la moda que lanzó Brigitte Bardot).
Jean Seberg, con su pelo cortísimo, su cara de gatito feliz, encantadora, espontanea, encarna la modernidad, la nueva juventud, que ya no quiere dejarse imponer reglas de conducta o de moral por los más grandes. Para los franceses representa un nuevo tipo de muchacha, más cercana a lo que imaginan ser la juventud gringa. Por eso, Godard la escogiera para el famoso A Bout de Souffle en 1960.
Pero estas características ya estaban en la novela de Sagan, que escandalizó en su tiempo. ¿Cómo una joven de 18 años podría escribir sobre temas tan adultos: sexo sin amor, fuera del matrimonia, atracciones de un solo verano, placeres físicos intensos pero sin compromiso? ¿Cómo podía hablar de relaciones sexuales inmorales que no están castigadas por un embarazo?
Paradójicamente, al público gringo promedio no le gustó mucho la cinta. No cayeron en los encantos parisinos, y se molestaron por la falta de moral.
Y sin embargo, la historia es muy moral, Cécile sí recibe un castigo: la tristeza. La que fue llena de luz y vida en las escenas a color, es lenta, desanimada, en las escenas en blanco y negro.
Francoise Sagan, muy conocedora, a pesar de su corta edad, de la literatura francesa clásica, reescribe la gran novela libertina del siglo XVIII, Les Liaisons dangereuses. Si Cécile lleva el nombre de una de las victimas designadas desde el principio, es al mismo tiempo la manipuladora de los sentimientos de los demás, y como Madame de Merteuil, es castigada al final.
Según los momentos, la amamos, la odiamos, tenemos ganas de protegerla, de explicarle, de cachetearla. Al mismo tiempo que la ligereza de su padre nos inspira un inmenso desprecio y Elsa una sonriente compasión. En cuanto a Anne, interpretada por la elegantísima Deborah Kerr, la intérprete de la ardiente escena en la playa de From Here to Eternity (Fred Zinnemann – 1953), nos inspira respeto hasta la escena de la revelación, en que la cámara no enseña nada de lo que sorprende y nos hace hundirnos en su desgracia.
En conclusión, una adaptación bastante fiel en espíritu a la novela original, con una gran joven actriz, implacablemente dirigida. Y una novela que vale mucho la pena leer, o volver a leer.
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