Un fresco histórico –político en dos partes, enorme, espectacular, pero que peca por su parcialidad. Grandes actores al servicio de un gran director que quiere contar una gran historia, apoyado por el más grande de los compositores de cine, Ennio Morricone,. El resultado es abrumador pero no convence totalmente.
Ficha IMDb
La primera escena del relato (no de la cinta) anuncia claramente la estructura binaria de la narración. En enero de 1901, en la región italiana de Emilia, la noche en que muere Giuseppe Verdi, l jefe de una familia poderosa espera el nacimiento de su nieto, temeroso de que nazca después del bebe de una empleada de su enorme explotación agrícola. Desgracia mentó, va a perder la apuesta: Olmo Dalco, hijo de la sirvienta soltera, nace antes que Alfredo Berlinghieri, señal de la victoria posterior de la clase trabajadora sobre la clase capitalista, y fondo de la argumentación de Bertolucci y de su visión de la historia.
A los largo de lo que serán los dos episodios de la cinta, Olmo y Alfredo van a crecer, cada quien en su medio y sus actividades pero compartiendo momentos de complicidad y de juegos. Vivirán las etapas normales de la vida de un joven del pueblo y de un joven de sociedad. Olmo adulto (Gérard Dépardieu) ira a la guerra, y volverá a vivir con una institutriz, Anita Foschi (Stefania Sandrelli). Alfredo pasará a ser el dueño de la propiedad, pero, incapaz de administrarla, tomara bajo sus órdenes a Attila Mellanchini (Donald Sutherland), un capataz cruel. Italia también pasará por etapas poltiicas desde el nacimiento de una consciencia de clase, movimientos de huelga, hasta la amenaza del fascismo que trata de resistir a la fuerza naciente del pueblo unido.
Bertolucci quiere hacer obra de historiador y contar lo que pasó en Italia durante la primera mitad del siglo XX. Pero lo hace también como intelectual políticamente comprometido. En los años 60 y 70, Italia vive al ritmo de los atentados, las Brigadas Rojas, la mafia hacen del país un campo de batalla y el pueblo vive en medio de las amenazas y represalias. ¿Cómo no tener una interpretación política de esos hechos y sus motivos? Bertolucci está inscrito en el partido comunista italiano y la visión que da en esta cinta corresponde en una forma muy disciplinada a la ideología marxista de su partido. La historia de un pueblo es la historia de la lucha de clases. Las relaciones entre individuos se basan en categorías políticas. Y estas son bastante maniqueas. De un lado está el bien, el pueblo, del otro lado está el mal, los ricos, los amos, los dueños. De ahí nacen estereotipos que colorean las acciones: los ricos no solo son un mal económico, pero también moral y sufren de todas las perversiones, en particular las sexuales. La sexualidad de los pobres esta “limitada” a una pulsión natural, “normal”; los ricos tienen tiempo y dinero para perversiones o trastornos. El epitome del mal es, obviamente, el fascismo, fuerza de opresión mental, moral y de destrucción anti-natural. De esta forma, Bertolucci toma atajos simplistas que facilitan la educación de las masas pero recuerdan los atajos tomados por todos los sistemas totalitarios.
El director hace un retrato idílico de los campesinos, como naturalmente comunistas: cuando Leo Dalco (Sterling Hayden) pide a su nieto Olmo, en frente de todos los campesinos reunidos para comer, le de la moneda que tiene en su bolsillo, le dice « Si es tuyo, es de todos nosotros » De la misma forma, durante la huelga, todas las mujeres se agrupan alrededor de Anita, compañera de Olmo, y se acuestan sobre la carretera para impedir el paso de los soldados.
Algunas escenas se sienten demasiado largas, sobre todo las que insisten sobre las perversiones, las locuras de los ricos, sea Alfredo y su prima apartándose detrás de un árbol, durante la caza, Olmo y Alfredo con una chica epiléptica, Ada (Dominique Sanda) falsa ciega muy perturbada en medio de una fiesta …
El tiempo de vida de dos hombres nacidos al mismo tiempo es la metáfora de una etapa de vida de un país. La amistad hostil que viven juntos es la metáfora de una colaboración imposible entre clases sociales. Los pobres y los ricos, aunque trabajen juntos porque es necesario para sobrevivir, nunca podrán ser amigos.
La selección de los actores es excelente. Todos son actores cuya interpretación, y cuyo éxito posterior, se basa en una toma de posesión completa de su papel, sin reservarse nada. Todos aceptan ir hasta la desnudez física, hasta la expresividad extrema. No hay aquí espacio para el pudor. El sexo contiene siempre un trasfondo de violencia, de explotación. El espectador ve cada escena casi con asco, con miedo, con la aprensión de algo peor, de que todo termine en muerte. Es el caso del patriarca Burt Lancaster en el establo, es el caso del joven Donald Sutherland con el conejo. Sutherland es el mal, sus ojos exorbitados transpiran crueldad refinada con una justeza espeluznante. Tiene algo de lo que transmitirá Malkovitch en algunas películas. Además, la nacionalidad de Sutherland permite a Bertolucci dar al fenómeno fascista una dimensión internacional, y no solo italiana.
Escoger a Burt Lancaster para el papel del primer Berlinghieri es una decisión de genio ya que pone la cinta en la huella directa de la otra gran película que cuenta la historia de Italia atreves de la historia de una familia: Il gattopardo de Visconti (1963). Una en Sicilia, otra en Emilia, pero las dos se desarrollan en una enorme propiedad agrícola, con la jerarquía familiar patriarcal y la organización del trabajo casi medieval. Si Verdi acompañaba, con el anuncio de su muerte, el principio de la cinta de Bertolucci, es porque el gran compositor fue uno de los artistas comprometidos con la construcción de una Italia unificada, en contra del ocupante austriaco, momento histórica de la constitución de una nación al cual el Gattoparto se resiste. Recordemos que el coro de los esclavos de Nabucco sirvió de himno nacionalista durante la visite de Franz – Josef y Sissi a Milán.
Bertolucci tuvo un presupuesto enorme, gracias al éxito de su anterior cinta El último tango en Paris (1972): 3 millones de dólares, que se rebasaron hasta alcanzar 9 millones. Gracias a capitales gringos, puede pagar enormes actores, o actores que se volverán enormes, miles de figurantes, once meses de rodaje, más de 300 minutos de cinta (difundidos en dos partes). Puede montar escenas épicas, como la de la huelga que parece directamente inspirada de Zola en Germinal. Puede tener un músico genial, el más grande, Ennio Morricone. Puede tener un fotógrafo inspirado, Vittorio Storaro .Los colores y los encuadres parecen pinturas de Brueghel o de Millet según las estaciones. Ahí también el tiempo es metafórico. El verano es el tiempo de la niñez y adolescencia, el otoño es tiempo de la toma de consciencia socialista, pero también del fascismo, que se extiende en invierno y hunde el país en el miedo; la primavera corresponde a la liberación, al nacimiento de nuevas esperanzas políticas después de destruir lo que quedaba del mal fascista.
Si, 1900 fascina, impresiona, apasiona. Si, da miedo. Uno se deja llevar por su grandeza. Pero en un rincón de la consciencia se lamenta lo simplistamente maniqueo de su manifiesto político.
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