El viaje sentimental y espiritual de una madre en busca del hijo que perdió, porque se fue a vivir lejos de ella, porque se murió. A través de las etapas de un largo viaje y de las complicaciones lingüísticas, administrativas y religiosas, encontrará la libertad que tal vez anhelaba.
Ficha IMDb
Liliane (Yolande Moreau) vive en el norte de Francia. Trabaja plácidamente como enfermera en un hospital. A sus cincuenta años, sigue viviendo con su esposo Richard (André Wilms), encerrada en una relación que no les aporta nada a ninguno de los dos. Un gran silencio reina. Y dentro de este silencio, está la ausencia del hijo, Christophe, que se fue a China hace muchos años y que su madre nunca ha ido a visitar, tal vez para conformarse con el mal humor del padre .Liliane vive en modo automático, un modo un poco pesado como su silueta y su cara que se alumbra solamente al aportar consuelo a sus enfermos.
Pero una noche, una llamada telefónica informa a los padres de la muerte accidental de Christophe, allá, en la provincia meridional de Sichuan. Después de un laberinto administrativo y absurdo para tratar de repatriar el cuerpo, Liliane, con la ayuda de una empleada del consulado chino, entiende que que la única solución es ir a China por el cuerpo. En una decisión que tal vez esperaba tomar desde ya años, se va sola, sin avisarle a su esposo, a quien le deja solo una nota: “Tengo que ir sola. Nunca hiciste nada por tu hijo, no hay ningún razón para cambiar algo al respecto.” Agarra su maleta negra su abrigo rojo y su bufanda lila, el cuadernito donde la amable empleada consular le puso nombres de contactos, dirección, y algunas indicaciones practicas para no perderse en el camino. Y se va.
Con su ingles rudimentario, su cara redonda que transpira la bondad, y su mirada perdida más que angustiada, va avanzando y franqueado los obstáculos. Poco a poco, pone sus pasos en los pasos de su hijo. Con la ayuda de personas de buena voluntad, con unas palabras de chino, lleva a cabo su misión, mientras encuentra los que fueron los amigos, Danje ( Qu Jing Jing) la novia de su hijo. Encuentra los lugares donde vivió, los personajes y paisajes que amó y fotografió, el lugar donde murió. Encuentra el mundo de su hijo. Desde el principio de su viaje , escribe una suerte de diario-carta al Christophe, contándole cómo se va acercando a él, como va descubriendo y amando lo que fue la vida de él, y como se da cuenta de que ella, sin saber bien como, dio la vida a un ser que admira. Al encontrar el valor de su hijo, encuentra su propio valor.
En un ritmo lento, con poca música, con encuadres pacíficos , con luces indirectas y poca luz, en una China lejos del folklor y del turismo, de las grande ciudades , Li-li-an se encuentra a sí misma, encuentra su lugar en el mundo.
Completamente en focalización interna, la cinta no muestra nada de Shanghái, salvo el interior de un edificio con el elevador descompuesto, el departamento lleno de fotografías y bellos objetos, la estación llena de gente que habla un idioma incomprensible y se sorprende por la forma de su nariz. De los chinos del pueblo, solo se ve que les gusta comer y platicar, porque ella come y platica con ellos. De la dueña del albergue, Madame Yang (Sophie Chen) se ven sus talentos en la cocina, porque Lilian intercambia prácticas culinarias con ella.
La provincia china, con su gente, su naturaleza, sus cultos, su comida, tan diferentes, resultó ser lo que más se le parecía a Liliane. Porque todo es sencillo, apacible. Y porque ahí encontró aunque muerto al hijo que había perdido y que, sin poder expresarlo, extrañaba tanto.
A pesar de todo el dolor y aislamiento que contiene, esta cinta aporta una gran paz y reconcilia con los valores importantes de la vida, en medio de gente y naturaleza bondadosas.
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