La cinta pasa en forma casi natural de un género a otro, empezando en suspenso de terror psicológico, para cambiar a película de sobrevivencia y acabar en ciencia ficción. Respeta las reglas de cada uno de los ambientes y, sobre todo, cuenta con muy buenas actuaciones en particular la de John Goodman.
Ficha IMDb
La historia empieza como cualquier drama romántico: Michelle (Mary Elizabeth Winstead) huye de su casa, dejando a su novio. Agarra su coche y maneja, libre y enojada, en la carretera nocturna. Pero sufre un accidente, pierde el conocimiento y despierta encerrada en un sótano, con una pierna fracturada. El hombre que la vigila, Howard (John Goodman) es terrorífico, enorme y pesado. Le explica que tuvo que llevársela a su bunker, varios metros bajo tierra, para protegerla de un situación muy peligrosa de guerra. ¿Es un asesino en serie? Michelle, al cabo de unos días, logra salir de su cuarto y se encuentra con otro huésped o victimad de Howard, Emmett (John Gallagher Jr) .
Norman es un ex marine, convenido de que los poderes políticos, militares y económicos han organizado una gran conspiración. Ha pasado años en la construcción de su bunker subterráneo, almacenando víveres y todo lo necesario para una estancia de unos tres años. Está convencido que el ambiente afuera está totalmente contaminado: Abajo hay agua, aire, sistema de eliminación de deshechos.
Los argumentos de Howard les parecen razonables a los dos jóvenes y aceptan vivir según sus reglas, entre su buena comida, su música, sus juegos de mesa. Dos hijos con un papa protector, con su salvador.
Pero algunos descubrimientos dentro del bunker y unas cosas que Michelle logra ver a través de la ventanilla los hacen de repente dudar y se deciden a organizar su escape, tomando en cuenta la posibilidad de una real contaminación del aire externo.
La última etapa es un suspenso y una rapidez dignos de cualquier buena cinta de terror, La única sobreviviente será Michelle pero lo que encontrará afuera dará una última vuelta de tuerca a la historia.
La cinta logra mantener un ambiente de expectativa angustiante, de desconfianza ya que todo lo que dicen o hacen los personajes puede ser sospechoso. El punto de vista permanente es él de Michelle. La joven está fragilizada físicamente por su pierna fracturada, y afectivamente por su situación amorosa. Su perceptivo del personaje de Howard va del miedo a la desconfianza, seguido de la obediencia confiada, para llegar al horror.
Esta sola frente a dos hombres y tiene la posibilidad de aliarse con uno en contra del otro, o puede estar sola enfrente de dos cómplices. ¿Quién sabe? Como en la obra de teatral de Jean-Paul Sartre, se trata de una situación “ a puertas cerradas”, donde los tres personajes están obligados a vivir juntos por un tiempo indefinido, y como en la obre de Sartre, la conclusión es que el infierno son los otros.
La cinta sabe muy bien dosificar los cambios de ritmo: el miedo acelera, la confianza otorga una pausa. Pero siempre está latente la soledad, la desconfianza que cualquier indicio puede reactivar. Se percibe sin poder explicarlo que el peligro está en alguna parte. Talvez afuera como dice Howard, pero podría muy bien estar adentro.
Howard es el típico norteamericano de los años sesenta cuando el occidente vivía bajo la amenaza de los ataques de los soviéticos, y los abrigos antiatómicos se vendían como panecillos calientes. Representa una corriente muy plausible de miedo a las potencias políticas que podrían aplastar sin ningún remordimiento a la gente normal, en su afán de poder.
John Goodman sabe pasar de una cara afable, tierna, a unos ojos dominantes y malévolos. Su enorme cuerpo puede ser el de un oso apapachador, que baila con talento la música de sus jóvenes años, a un peso completo capaz de aplastar cualquiera que se le ponga enfrente.
Pero encarna también una monstruosidad que bien podría estar escondida en el fondo de cada uno de nosotros.
La historia del cine y las series televisivas nos ha acostumbrado a este tipo de personajes enfermos mentalmente, paranoicos, asesinos. El monstruo de Goodman es el heredero de esa imaginería que todo espectador tiene dentro de sí, y la cinta sabe muy bien poner en marcha nuestros reflejos de buen cinéfilo. Nos adaptamos, esperamos lo que debe seguir y el director nos da lo que esperábamos. Nos deja descansar un tiempo en nuestra comodidad, y de repente nos cambia de género.
La cinta, en su parte final, alude muy claramente a “La guerra de los mundos”, novela de Wells de 1898, con sus diversas adaptaciones. Este epilogo una solución a la situación de Michelle, primero al liberarla del encierro, pero sobre todo a darle un nuevo sentido a su vida. Ella que siempre huido de los problemas decide ahora confrontarlos y dedicarse a trabajar para los demás en solidaridad frente a un enemigo común.
Si se ve los últimos momentos en un primer nivel de significado, se puede sentir una cierta decepción. El un final que se antoja “fácil”. Pero si se toma en consideración todo lo que fue la aventura de Michelle (no olvidemos que todo es contado según su punto de vista) desde su ruptura con el novio, se entiende que todo fue la historia de un aprendizaje y de una transformación, una maturación, pasando de una mentalidad infantil a una adulta.
No comments:
Post a Comment