Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Sunday, July 24, 2016

Valley of Love (Guillaume Nicloux, 2015) – 8/10

¿Cómo el valle de la muerte, con su calor y su sol inhumanos, puede volverse un valle de amor? ¿Cómo dos Serrano que no se han visto entre años pueden convivir durante cinco días?  Simplemente porque alguien se lo pidió. Una película lenta, sencilla, sobre cómo la gente normal lidia con la muerte de un hijo.

Ficha IMDb

Cerca del Valle de la Muerte en California, en un gran motel al estilo muy norte americano, con piscina, pastos inmensos, y hasta su propio súper, una mujer espera. Va de la alberca al café, al restaurante, a su cuarto. Finalmente, llega un hombre, enorme. Poco a poco, entenderemos que cada uno de ellos recibió una carta de su hijo común, Michael quién se suicidio seis meses antes en San Francisco, dándole cita en noviembre en los cañones del Valle de la Muerte. Recibieron mapa, itinerarios, horarios, para cada uno de los días de la semana, con la promesa de que él los encontrará.

Cada uno de los padres rehízo su vida después de su divorcio. Él tal vez en Estados Unidos. Es un actor conocido y volvió con su compañera de antes de su matrimonio con ella. Ella tiene una familia en Francia con la cual se la pasa hablando, o tratando, porque las conexiones son casi siempre malas. Está aparentemente más interesada por lo que pasa con esa familia que con  lo que podría ocurrir en esa estancia obligada.

Sin embargo tiene períodos intensos de preguntas hacia su ex esposo, sobre su hijo, lo que hacía, donde vivía, los motivos del suicidio.

Cada día van al lugar designado, a la hora designada, y hacen el paseo indicado, a pesar de un calor insoportable.

Y cada uno tendrá su encuentro con el hijo, con el alma del hijo. Un encuentro que les dejará una huella física, tangible.

En medio de paisajes magníficos, impresionantes por sus colores y sus dimensiones, bajo un sol deslumbrante, con un calor de infierno, los dos padres esperan, pacientes, que se manifieste su hijo. A veces pasa un coche, a veces pasa un excursionista. Ningún animal parece sobrevivir en tanto calor. Con ellos esperamos, pasando por las mismas dudas. Es una espera sin esperanza. Sin embargo no pueden dejar de esperar[ . Y no pueden dejar de estar juntos para esperar. Él quiere irse antes porque tiene una cita con un oncólogo y ella trata de convencerlo de quedarse como por superstición, como si la promesa del hijo no pudiera cumplirse si los dos padres no están juntos, lejos de sus vidas, para dedicarse a él, solo a él.

Si no hablan mucho, de sus nuevas vidas, de su vida de antes, de su vida con su hijo, si no hay en realidad un acercamiento voluntario y cincuentenario, se da sin embargo algo como una necesidad de estar cerca, como un apoyo mutuo, que se manifiesta embellecer cuidado a una herida, el compartir el cuarto después de un susto nocturno, el preparar un tentempié para los dos, preocuparse si el otro tiene agua.

En realidad, no se aman, tal vez nunca se amaron. No está muy interesados el uno por el otro. Están juntos aquí y ahora por obligación. De todos modos, no supieron amar a su hijo. Pero ahora, tal vez porque se van acercando a la vejez, tratan de recuperar algo. La película deja mucho en suspenso, calla mucho. Tal vez simplemente porque así es la vida. No se dice todo, no se explica todo.

El final resuelve las dos preguntas implícitas: ¿hubo realmente una manifestación del hijo?  ¿Hubo un acercamiento entre los padres?, cuyo nombre por cierto supimos muy tarde en l historia. Probablemente porque no tiene ninguna importancia. Porque se llaman Gérard y Isabelle, como los actores. Que por ciertos aparecen solamente como “Huppert” y “Depardieu” en el afiche y en los créditos.

Con locaciones filmadas al estilo roadmovie gringa, con carreteras que se pierden en el infinito, cuartos de motel y salas de restaurantes vacías, la cinta hace tangible la soledad de los personajes, el azar que lo juntó, la insignificancia. Eso ayudado por la interpretación de los actores, que parecen casi ausentes a su historia, improvisando sus papeles como los personajes improvisan en esta extraña situación que no entienden.
Esperan como se espera a Godot, con aburrimiento y arranques de esperanza, con dudas y arrepentimiento sobre su vida.



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