A pesar del título, no es una película de terror. Es más bien una historia sobre las dificultades de expresión y la incapacidad a lidiar con las pasiones.
Ficha IMDb
En pleno siglo diecisiete, en la Nueva Inglaterra recién descubierta y ocupada por los puritanos, una pareja debe someterse a la creencia dominante en su pueblo, o irse. El padre, tan intransigente como las autoridades, escoge el exilio, con su esposa y sus cinco hijos. La familia se establece en el bosque donde tienen un pedazo de tierra para cultivar, en un claro entre una pequeña casa y un establo para las cabras. El bosque está cerca, lugar relacionado con las fuerzas naturales, incontrolables, con la locura, con Satanás.
El padre, William (Ralph Ineson) quiere acercarse a su hijo Caleb (Harvey Scrimshaw) quien entra a la adolescencia. La madre, Katherine (Kate Dickie) esta resentida con la vida, las nuevas condiciones materiales, con su esposo quien las provocó, y sobre todo con su hija mayor, Thomasin (Anya Taylor-Joy). Esta se siente apartada, desde el juicio y la sentencia que se les impuso en el pueblo. No entiende muy bien los motivos de sus padres y trata de compensar al cumplir con sus obligaciones de hija mayor. Pero cuando desaparece el bebe que está a su cuidado, se abren todas las puertas del rencor, y de la culpabilizacion. Los dos hermanos menores, gemelos, Mercy (Ellie Grainger) y Jonas (Lucas Dawson), se pasan los días jugando con el chivo de la granja, Black Phillip. Ellos no cumplen con ninguna obligación, se sienten con todos los derechos, en particular él de hacerles la vida imposible a sus hermanos mayores, a base de provocaciones y burlas.
La vida es dura, el clima y la naturaleza son malos, el inviernos se acerca y no hay bastante comida. El único consuelo para la familia es la oración. Las pocas palabras que se pronuncian están cargadas de sentido religioso.
La edad de los personajes es fundamental. Tanto Thomasin como Caleb están en la adolescencia, sienten un llamado hacia algo que no pueden nombrar, porque el idioma hablado en la familia no tiene palabras para designarlo.
Los más jóvenes usan este lenguaje para provocar, para mofarse y para molestar. Sin saber que las palabras que pronuncian están tomadas en sitio propio por los adultos. Al decir los nombres, hacen que las cosas existan.
La cinta instala un ambiente cruel, como lo son las exigencias de la familia, del código moral, como lo son las condiciones naturales. Fascina por su juego entre el realismo de las condiciones de vida que fueron las de los Padres Fundadores, y el aspecto fantástico de los deseos y miedos que se materializan alrededor de personajes totalmente sin defensa. No están armados para enfrentar sus miedos, la maldad que pude nacer dentro de ellos, lo incomprensible. No pueden hablar juntos, no pueden confiar en los demás miembros de la familia. Están reducidos al silencio, o a la huida en las fantasías. Pero, en esos tiempos, el unido mundo mental al alcance de las mentes insatisfechas era las imágenes e ideas diabólicas. Y el único modo de explicación, para los que estaban bien instalados en sus vidas e creencias, era la explicación diabólica. Así que todos disponían del mismo vocabulario para expresarse o explicar.
La cinta es realmente de corte fantástico, en el sentido propio de la palabra, ya que no da ninguna explicación, ninguna interpretación de lo que enseña. El registro fantástico es la ambigüedad entre la explicación surnatural y la explicación realista cotidiana. Es el mundo de Maupassant o de ciertos textos de Stephen King. El límite entre real e imaginario se desplaza, se cuestiona. The Witch deja flotar la ambigüedad: ¿en realidad hay una joven en el bosque, quien mata al bebe para algún sacrificio? ¿El diablo esta encarnado en el chico Black Philips? ¿Thomasin, liberada de su familia, va a una misa negra? ¿O se trata solamente de imágenes simbólicas?‘
También se podrá creer que es el bosque quien mete la maldad dentro de los personajes. Los bosques siempre han sido lugar de peligro, desde la antigüedad o la Edad Media, cuando había todavía animales salvajes, cuando se necesitaba tiempo para cruzarlos porque se iba caminando. De esos tiempos nos vienen los cuentos de hadas. El bosque es malo, en el viven las criaturas de la sombra. Adentrarse en el bosque es, como lo dicen los cuentos, ponerse en peligro de entrar en contacto con fuerzas peligrosas, las de los deseos, propios o de otros.
El fanatismo religioso de la época tuvo consecuencias sobre la organización social, permitió manejar sentimientos muy personales de celos, odios, envidias. Los grandes miedos presentes en la cinta: miedo de perder a un hijo, miedo de pasar a la edad adulta, miedo de cometer incesto, miedo maternal de que la hija sea más deseable, miedo de no poder asegurar la sobrevivencia de su familia, miedo del día en el que habrá de pagar la dote de la hija. Esos miedos pueden ser sobrellevados con el apoyo de una fuerza superior: la fe en un Dios de bondad. Pero ¿y si el Dios que uno conoce, porque se ha sido educado así, no es un dios bondadoso? ¿Y si uno deja de creer en él?
Para transmitir su mensaje, la cinta usa de los medios tradicionales de las cintas de terror del lenguaje codificado: el chivo, el bosque, la bruja, la misa negra. Le deja al espectador la posibilidad de ir por ese camino de interpretación. Pero también permite la interpretación simbólica y fantástica. ¿Esas imágenes son producto de los sueños, de alucinaciones, de deseos profundos?
Eso es la gran cualidad de la cinta, aunada a la construcción un mundo angustiante por exceso de realismo. Como en las grandes obras, como en Le Horla o The Shining, existen varios caminos de interpretación, pero el miedo provocado en el espectador es real.
Un texto en pantalla nos informa que tanto la historia como el diálogo están basados en cuentos escritos en el siglo 17, los que da peso a una interpretación históricamente realista, pero es también una última trampa para hacernos creer que se trató de una denuncia del fanatismo religioso, que llevó al joven personaje femenino a hacer un pacto con el diablo, como lo hicieron muchas en esa época, o como lo creyeron muchos sacerdotes y gente honorable. La brujería permite una lectura moderna de la condición femenina durante siglos dominados por los valores masculinos, como lo hace Lars von Trier en Antichrist (2009), o como lo hizo la explicación médica a través de la histeria, por Charcot y Freud.
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