Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Friday, August 10, 2018

Happy end (Michael Haneke,2016) - 8.5 /10


Una familia muy acomodada se ve amenazada desde el exterior por condiciones sociales sórdidas y desde el interior por conflictos y pulsión es de muerte. Con sus mejores actores, y unos nuevos, Haneke cocina una de sus bombas.

Ficha IMDb

En los últimos años, Boulogne se ha visto invadida por migrantes de todos los países de Europa Central o Medio Oriente que quieren pasar a Inglaterra, por una muy sencilla razón: ahí está el túnel por donde los trailers atraviesan el canal de La Mancha. Esta situación dramática que se vive en la ciudad se enseñó con toda su crudeza en Welcome (Philippe Lioret  - 2009).

Pero la cinta de Haneke parece hacer como si la realidad exterior no existiera. Todo empieza por una secuencia tipo diario íntimo de una adolescente con la diferencia que el diario es un video hecho con un teléfono móvil, y que el tema son las actividades en una casa antes de irse a dormir: la madre se lava los dientes, el hámster come su zanahoria, salvo que le pusieron algo de los tranquilizantes de la madre y se observa el efecto en el animal.

Viendo de lejos, en una enorme obra de construcción: toda una pared del costado de la excavacion se derrumbe de repente. De lejos se ve el polvo, pequeñas personas que se agitan.

La relación entre las dos escenas es que las dos tienen una consecuencia en la vida burguesa de la hermosa casa familiar de los Laurent. Anne (Isabelle Hupper) administra la empresa de construcción, ahora metida en un juicio por la familia del obrero fallecido por una negligencia en la seguridad. Ahí vive también su hermano, Thomas (Mathieu Kassowitz), médico, padre de Eve (Fantine Harduin) y vuelto a casar con Anais (Laura Verlinden) con quien tiene un bebe. Como su primera esposa ha sido hospitalizada por sobre dosis, la niña, la que filmaba por teléfono, viene vivir con su papá, de quien descubre muy rápidamente la tórrida relación por internet con una chelista. Ahí viene también el hijo de Anne, Pierre (Franz Rogowski), un inútil convencido de su inutilidad, drogadicto, alcohólico.

Pero sobre todo , la casa es el imperio del abuelo, Georges (Jean- Louis Trintignant), muy viejo y cuya incipiente demencia senil le permite emitir ciertas verdades o ciertas preguntas que molestan. A toda esta familia le sirve un matrimonio de originen magrebí, Rachid (Hassan Ghancy) y Jamila (Nabiha Akkari) que tiene una niña de unos 8 años. 

Mientras Thomas se debate en su relación extraconyugal, mientras Anne negocia la venta de la empresa a una firma inglesa y el silencio de la familia afectada en el derrumbe, al mismo tiempo que prepara su boda con un ejecutivo de la firma inglesa, Lawrence Bradshaw (Toby Jones), abuelo y nieta se van acercando. Se observan mutuamente, observan su entorno con los mismos ojos desilusionados, y encuentran su parecido. Sienten la misma atracción hacia la muerte. El abuelo confiesa que ayudó a su esposa a morir, y parece ser el mismo anciano de Amor, la anterior cinta de Haneke. También trato de suicidarse en un accidente de auto. Y ahora, después de pedirle ayudar a su barbero-peluquero Marcel (Dominique Besnehard),

se fuga de la casa y busca el apoyo de unos jóvenes migrantes en la calle sin que, de lejos, se entienda lo que dice.  La niña, por su aldo, trata de suicidarse con pastillas. Que probablemente le sustrajo a su mama.

Toda esa gente, atrapada en sus conflictos y sus mentiras se reúne un hermoso de día en un hermoso restaurante a la orilla del hermoso mar azul, para festejar el compromiso de Anne con su desabrido inglés. Asiste la crema y nata de la alta sociedad de Boulogne. Y en medio de la belleza de la comida, surge el hijo drogadicto con unos invitados especiales: unos migrantes. Escándalo, perturbación. El abuelo saca provecho del desorden para escabullirse en su silla de ruedas, seguido por su nieta, a quien le pide empujarlo hacia la bajada que lleva al mar. Ella obedece y cuando lo suelta solo, para que se hunda, saca su teléfono móvil para filmarlo.

A todos los une un afecto sincero, se interesan en los demás, pero algo los bloquea. No logran expresar sus sentimientos, sus preocupaciones duran un tiempo breve, antes de que sus propios intereses egoístas borren esos buenos movimientos. Haneke no explica nada. Se limita a enseñar, a disecar con un escalpelo muy afilado y dejar abiertas las heridas. Pero pone entre el espectador y los personajes, así como entre los personajes, una distancia, al filmar de lejos, en planos-secuencias, detrás de un vidrio para no poder oír los diálogos. Las imágenes son pacíficas, hermosas, en una casa decorada con un gran gusto. La gente es bien educada y habla un francés distinguido, y sabe comportarse con delicada prepotencia con los empleados de casa.

Lo que les pasa es muy común, pero toca a cuestiones fundamentales de la vida personal: la muerte, el deseo de acabar con su propia vida por cansancio o desilusión, o con la vida de los demás. Los eventos comunes hacen eco con eventos sociales, en particular este problema cada día más agudo en Europa: los movimientos migratorios, que vienen amenazar una cierta tranquilidad de vida. Los extranjeros están literalmente a la puerta de los que llevan una vida segura y protegida como lo mostraban los Hermanos Dardenne en La fille inconnue (2016).

Cuando hay diálogos, son vacíos alrededor de la mesa de la cena, o muy agresivos, como el intercambio entre Anne y su hijo, o diplomáticamente amenazadores como las palabras del abogado a la empresa a la familia de la víctima del derrumbe. Solamente las palabras del abuelo, este magnífico Jean-Louis Trintignant en lo que bien podría ser su ultima película. Ya esta en edad, y en posición, familiar y económica apara decir y pedir lo que s ele antoja. Por eso puede tener un auténtico acercamiento con su nieta, la pequeña voyerista de los videos por teléfono. Al saber que trató suicidarse, le hace confidencias sobre sus propias relaciones con la muerte. Pero, en realidad, ¿nos será eso una diabólica maniobra para ganar la confianza y la complicidad de la niña en vista de su último proyecto? Poco importa, en realidad. Es la ocasión para un dúo extraordinario entre la muy joven actriz y el veterano, dueño de sí, de su voz distante y acariciadora, de su porte y su elegancia que nos sedujeron durante décadas.

Todo tienen, y nada tienen, para que su vida sea feliz, y para que el cuento se acabe felizmente, viviendo en armonía entre generaciones reconciliadas. Pero, como en Funny Games (Haneke - 2007), sabemos que el titulo es una antífrasis. No habrá final feliz, no tanto porque hay una muerte al final, sino porque Anne y Thomas impedirán el suicidio tan deseado y preparado de su padre.

Como en todas las cintas de Haneke, el mal está ahí, escondido y permanente. La culpabilidad esta en todos, aceptada o desplazada, heredada (Caché - 2005), diseminada (El liston blanco- 2010). Hacer daño a los demás es inevitable y, a veces, produce placer (Funny Games). Ciertamente, para Haneke, el ser humano es profundamente malo y peligroso, para sí mismo y para los demás. Y por siempre distanciado de los demás.

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