Empieza como cualquier cinta de abogado e
investigación para preparar un juicio. Pero poco a poco se transforma en una
interrogación sobre el bien y el mal y el derecho a vivir que podrían no tener
ciertas personas.
Ficha
IMDb
Un
hombre mata a otro en una zona despoblada de noche. Después, le prende fuego.
Es obvio que hubo asesinato. Hasta vemos claramente la cara del criminal. Pero
el ambiente irreal y la cámara lejana y temblorosa dejan al espectador en la
incertidumbre.
Shigemori
(Masaharu Fukuyama), joven abogado, es llamado por un colega para ayudarlo en
el caso de un extraño cliente. Este hombre, Misumi (Koji Yakusho) fue condenado
a treinta años de prisión por dos asesinatos anteriores por el padre de Shigemori,
juez en esos años. Poco después de cumplí su condena, comete su tercer
asesinato. Pero no deja de cambiar su versión, sobre sus intenciones, de robo,
de asesinato, de culpabilidad o inocencia.
Shigemori
y su equipo empiezan por una investigación, van hasta la ciudad del acusado,
conocen a su esposa, a su hija. Asimismo, investigan a la víctima, su familia y
sus negocios. Resulta que era un negociante muy sucio, que explotaba a los
empleados de su fábrica, que humillaba y violaba a su hija coja Sakie (Suzu
Hirose), que su esposa era tal vez la amante del reo, que tal vez quería cobrar
el dinero del seguro…
El
asesino también tiene una hija adolescente, con la cual no logra, o no quiere, establecer
la comunicación y cuya vida se va, por culpa paternal, hacia el fracaso
anunciado. Estableció con la hija del jefe un lazo casi paternal, un lazo de protección
por sustitución. El abogado también asiste impotente, o egoísta, al fracaso de
su relación con su propia hija.
La
investigación resulta ser una complicada telaraña; las mentiras y los secretos se
sobreponen. ¿Quién dice la verdad? ¿Quién
tiene la razón?
Los
encuentros en el locutorio de la prisión se multiplican. Los dos hombres están
separados por un vidrio. A medida que Shigemori sabe más y sus preguntas se
hacen más suspicaces, el asesino entra en consideraciones morales, casi
filosóficas. Los dos hombres se miran, se reflejan y los rostros llegan a
acercarse, confundirse en el vidrio - espejo. ¿A quién ve Shigemori? ¿Quién es?
¿Es otro Misumi, otro criminal? ¿Es su padre el juez, quien toda su vida se sintió
frustrado de no poder conseguir la pena de muerte para el doble homicida en el
juicio de hace 30 años? ¿Es Misumi una versión deShigemori, en su versión de
padre fracasado?
La
pregunta profunda del asesino es si existe gente que no debería vivir. Gente
mala que no debería haber nacido, y que cualquier persona tiene derecho a
eliminar, para hacer un bien a la sociedad. El negociante no tenía derecho a
vivir y Misumi se encargó de eliminarlo. Pero Misumi mató tres veces y ya no
tiene derecho a vivir. Encarga el sistema judicial japonés de eliminarlo por la
pena de muerte.
Fascinante
por su estilo de filmación y su ritmo que parece incoherente, por sus imágenes
que hacen dudar, la cinta impone la reflexión, la angustia y la duda casi
metafísicas. Lo hace por sus diálogos, pero lo impone por esas extraordinarias
tomas de las conversaciones en la cárcel, con vidrio- espejo interpuesto. El
uso de colores oscuros endurece un clima sin piedad de una película muy fuerte.
¿Dónde está la frontera entre lo justo y lo injusto?
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