En una hermosa casa en el campo danés se ve una vez
una familia alegué dedo de la madre que decidió acabar con su vida debido a una
enfermedad incurable. La serenidad de las decisiones tomadas se ve interrumpida
por las dudas, los cambios y lo sobresaltos del miedo frente a lo irrevocable
Ficha
IMDb
El
viernes en la tarde llegan todos unos después de los otros. El padre y la madre
los reciben con los brazos abiertos. Poco a poco los motivos de la reunión se
hablan en voz alta: Esther (Ghita Norby), la madre, tiene esclerosis lateral
amiotrófica, que se manifiesta ya en la dificultad para levantar del suelo un
objeto pequeño o para beber de un vaso. Sabe que la enfermedad avanza inexorablemente,
y que acabará en dolores espantosas y completamente paralizada. Para ella es
preferible morir. Lo decidió en total consciencia y lo comunicó a los seres más
cercanos. Pero para que su esposo Poul (Morten Grunwald) no sea acusado de homicidio,
se debe hacer mientras ella tiene control sobre sus manos para que la
explicación de su muerte por suicidio sea plausible.
El
proyecto es festejar la Navidad juntos antes de la fecha, y cuando todos
vuelvan a sus casas, el domingo en la tarde, los padres se quedarán solos en su
casa y se consumirá la decisión.
El
tiempo pasa lento, sin elipsis, entre preparación de las comidas, conversaciones,
paseos en el campo, preguntas de los unos a los otros. Los relojes marcan el
paso de las horas, los cambios en la luz señalan el paso de los días.
Todos
parecen tranquilos, la hija mayor, Heidi (Paprika Steen) vino con su esposo Michael
(Jens Albinus) y su hijo adolescente Jonathan (Oskar Saelan Halskov), pegado a
su tableta. Angustiado por su atracción a una niña de la escuela, recibe de su
abuela el empujoncito que le permite dar el primer paso.
La
hermana menor, Sanne (Danica Curcic) vino con su novio Dennis (Pilou Asbaek),
con quien ya había terminado. Ella está llena de dudas, no sabe si volver con él
o no. en ella se percibe un vacío, un miedo, que explican el consumo de drogas,
una depresión. Ella es la primera en protestar frente a la proximidad de la
partida de su madre porque no se siente lista para vivir sola.
Cuando
la mayor encontrará o interpretará evidencias de una relación amorosa entre su
padre y la mejor amiga de su madre, Lisbeth (Vigga Bro), ella también pedirá
cuentas y se opondrá a la decisión.
Finalmente,
en una marcha sin vuelta atrás, pasarán las horas y los días, las
explicaciones, los perdones necesarios, serán otorgados, la comprensión vencerá
los egoísmos y la noche del domingo será lo que siempre debió ser: el momento
del final aceptado, libre y feliz.
Parece
que no hay acción, pero, además de los pequeños actos previstos para un fin de
semana en familia, se produce un gran movimiento psicológico. un conflicto que
parecía resuelto se reabre, esta vez por motivos diferentes, todos egoístas,
por cierto, que ponen en peligro el consenso. Y este nuevo conflicto se resuelve,
o, mejor dicho, esos pequeños conflictos individuales periféricos al conflicto
principal encuentran una solución. Eso permite volver a la armonía del
principio cuando todos estaban de acuerdo con la decisión ya tomada. Es como un
desvío, que estuvo a punto de cambiarlo todo, y que retoma el camino trazado de
antemano.
La
cinta no da lecciones morales, no condena, no alaba la eutanasia. La extraordinaria
interpretación de todos los actores, incluyendo el adolescente, transmite paz y
serenidad, aceptación de las decisiones de los demás al mismo tiempo que
libertad en la expresión de las dudas propias.
Es
un cine sobrio, en un lugar pacífico, una película muy contenida, dominada,
controlada sin ser fría. Se siente la empatía, la atención, de los unos con los
otros. El apoyo, el conocimiento y la aceptación del otro. No expresar los
sentimientos no significa que no estén ahí. Y los planos cercanos, los planos
secuencia los vuelven palpables.
La
tensión no cesa en casi ningún momento, tensión de la espera de algo que va a
venir, es más, se sabe exactamente en qué momento va a venir; se calcula en
cada momento, verificando los relojes o la intensidad de la luz afuera, cuando
tiempo queda
Una
aparente serenidad, a la ve calmada e implacable, perturbada por algunas sorpresas,
unas negaciones y rechazos, unos sobresaltos frente a lo inevitable: la gente
muere y los que quedan deben aprender a vivir sin los desaparecidos.
Billie
August fue aclamado en 1987 por Pelle elconquistador, un gran fresco a la vez épico e intimista.
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