No se puede evitar pensar en Charlton Heston al ver este neo-peplum, demasiado largo, fallido en varios aspectos, logrado en otros, que pretende reemplazar a los Díez mandamientos de Cecil B DeMille (1956), o más modestamente al Príncipe de Egipto de Walt Disney (1998).
Ficha IMDb
La historia está muy conocida: como Moisés, niño abandonado en una canasta sobre el Nilo y educado por la hija del faraón, libera al pueblo judío de la esclavitud y lo lleva a la tierra prometido, después de cruzar el mar y el desierto y de recibir las tablas de la Ley.
La cinta, muy realista en varios aspectos (las condiciones de vida y trabajo de los esclavos hebreos, las plagas que caen sobre Egipto) puede ser casi poética en la evocación de la intimidad faraónica, o de las actividades pastorales hebreas, pero no logra captar el interés, y menos la convicción del público. John Turturro como el faraón –padre Seti I resulta extraño, Christian Bale parece buscar desesperadamente la vejez parra parecerse a Charlton Heston. Joel Edgerton como Ramsés II se antoja más atinado, aunque le falte algo de majestad. Resulta difícil creerle al amor paterno en una familia de faraones, al menos por lo que nos han contado y enseñado sobre ellos. Pero, al final de cuentas, no sabemos gran cosa de ellos en la intimidad de la vida familiar. Ben Kingley y Sigourney Weaver se ven muy inútiles en papeles que parecen inventados para darles un pequeño empleo. La más lograda del casting es Maria Valverde como Séfora, muy hermosa, elegantemente a la vez que étnicamente vestida y tatuada. Hay que reconocer que una de las cosas remarcables en la cinta es la producción en los aspectos egipcios: vestimenta, maquillajes, decoración.
Por lo demás, la cinta quiere contar demasiado, se hace bolas en la familia de Moisés, y nosotros también sobre todo si nuestra Biblia ha quedado un poco olvidada.
Los diálogos están totalmente fuera de tono, demasiado modernos; presentan al faraón y sus consejeros como conocedores en demografía y economía y al Niño Dios (Isaac Andrews), como experto en ciencias sociales.
Por cierto, esta innovación de un pre adolescente que se presenta a Moisés, sin que nadie más lo vea, le da lecciones, lo regaña y le enseña que hacer y no hacer, es bastante torpe y hasta desagradable. Al menos, la imagen tradicional de la zarza ardiente no se veía tan enojona.
No queda mucho que admirar en la cinta. La música es espectacular y melodramática, muy previsible, típica de este tipo de superproducción. Lo único interesante, y se puede decir hasta notable es la fotografía, a cargo de Dariusz Wolski, quien ha trabajado con Tim Burton: unos colores metálicos y sombríos, azules, cafés totalmente antinaturales y fascinantes. Como un viaje al mundo de 300 (Zack Snyder - 2006) . Esto hace entrar a una dimensión mitológica, fantástica y le da una espectacularidad extraña al mar, las ciudades, las montañas.
En resumen, una película prescindible.
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