Una comedia finalmente un poco decepcionante, que no saca partido de las situaciones, características de los personajes o talentos de los actores. No logra hacernos realmente reír. Todos son demasiado buenos bajo su apariencia de desfachatez. Le falta chispa. Lo mejor es la secuencia de créditos finales.
Ficha IMDb
Después de un arranque bastante dinámico con el regreso destructivo de Vincent McKenna (Bill Murray) a su casa, una secuencia de incidentes domésticos que lo aniquilan por unas horas, y la llegada de los nuevos vecinos, con destrucción de árbol y coche, la película toma el ritmo de una agradable comedia. El niño Oliver (Jaeden Lieberher) vive su primer día en la escuela. Es un lindo debilucho a quien le pasan cosan desagradables por ser nuevo, y por ser debilucho.
Casi por azares del destino escolar, del trabajo de la mama, Maggie (Melissa McCarthy) y de las finanzas de Vinny, el viejo gruñón egoísta se convierte en babysitter. Desorden, viejas películas, hermoso gato, y lata de sardinas, todo está dispuesto para un porvenir de complicidades.
Y eso es lo que pasa. Tranquilamente, progresivamente. Sin muchas sorpresas. Momentos tiernos como las visitas al asilo donde vive la hermosa Sandy (Donna Mitchell) , esposa de Vincent y perdida en Alzheimer, momentos peleoneros con los ataques de los bravucones de la escuela liderados por Ocinski (Dario Barosso) quien en realidad no se llama Ocinski, y la educación boxística de Oliver para responder, momentos dramáticos con el divorcio de Maggie. Pero en realidad no pasa nada remarcable: Oliver aprende a decir malas palabras, a golpear fuerte, a apostar a los caballos; mama trabaja demasiado; Vincent trata de ganar dinero por todos los medios; la dama de la noche, Daka (Naomi Watts genial con acento ruso) vive su embarazo tratando de compaginarlo con su trabajo.
Un final pedagógico y ecuménico reúne a todos para la canonización de Vincent en bermuda y chanclas. Oliver y Ocinski ya son amigos, el bebe nació, hasta los padres divorciados llegaron a un compromiso, y Vinny se está reponiendo de su ataque cerebral.
Bill Murray nos ha enseñado interpretaciones más sutiles, falta sarcasmo en las relaciones, los personajes son finalmente todos buenos y lindos. Todo eso es muy tibio. Es seguramente culpa del guion, que no se atrevió a más tal vez por miedo a perder público. Porque se siente que les actores se divierten muchísimo podían dar más.
Unas buenas tomas, sobre todo alrededor de los diversos asientos que puede ocupar Vincent: su sillón rojo, su camastro en su jardín (sin pasto), en el coche "vintage”, para no decir destartalado. Un ritmo constante, pero sin sorpresas. Hay que recalcar una interpretación notable y un personaje muy finamente delineado: el Hermano Geraghty (Chris O’Dowd), una maravilla de tolerancia, paciencia, humor, mofa tierna hacia sus alumnos y sus inocencias. Esperamos volver a verlo.
Se siente que solo al final sea le dejó a Murray la libertad de ser él mismo y esto da la divertidísima secuencia de improvisación de los créditos finales: Vincent riega el ausente pasto y canta Shelter from the Storm de Bob Dylan. Genial.
Así que, aun si uno se aburre durante la cinta, hay que quedarse hasta el final.
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