Película chilena que se atreve a presentar una mujer madura, con sus fuerzas y sus debilidades, su soledad y sus soluciones. Paulina García fue merecedora del Oso de Plata en el Festival de Berlín de este año a la Mejor Actriz por este trabajo.
Ficha IMDb
El Chile actual, todavía convaleciente de sus años de dictadura, trata de encontrar una nueva estabilidad. De la misma forma, Gloria (Paulina García), 58 años, diez años después de un divorcio bien asumido, con dos hijos treintañeros, vive sola, y trata de encontrar un equilibrio. Frecuenta clubes de solteros, sale a bailar y jugar cartas, se viste bien, canta en el coche, trabaja. Disfruta. Se ve, aunque solitaria, feliz.
Trata de mantener la cercanía con su hija Ana (Fabiola Zamora), y con su hijo Pedro (Diego Fontecilla ), quien según parece, educa solo a su bebe. Ellos la mantienen al margen de sus vidas, sin rechazarla tampoco. Pero ella acepta, sin pedir más, los pocos momentos que le otorgan. Sabe muy bien ocuparse sola y hace "al mal tiempo buena cara".
Estas acciones, aunque agradables en su momento, no parecen tener un efecto duradero. Porque la vejez amenaza, con la enfermedad, el glaucoma obliga a tratamiento y anteojos. Los gritos del vecino, enfermo o depresivo, bien podrían ser los que Gloria reprime.
Hasta el día en que encuentra a Rodolfo (Sergio Hernández), ex militar retirado, divorciado y dueño de un pequeño parque de diversión, con Bunge y paintball.
A partir de ese momento, la vida e Gloria va a seguir la trayectoria clásica de una mujer que, al sentirse feliz y amada, abdica poco a poco su libertad. Claramente, el señor no está al mismo nivel de madurez y autonomía que ella, a pesar de sus 65 años. No logra desprenderse de su matrimonio anterior ni de su celular. Atiende cada llamada, acude inmediatamente a la menor demanda de su ex esposa o su hija. Huye de una cena familiar (familia de Gloria) porque se siente excluido.
Ella soporta, soporta, porque piensa que tienen algo, perdona las huidas y los desprecios, las groserías y humillaciones, las decepciones. Él se arrepiente, vuelve, pide perdón. Hasta el día en que, en medio de un lujoso fin de semana de reconciliación, su libertad de opinión y movimiento , su autoestima, la llevan al acto imperdonable, el crimen supremo : ahoga el maldito teléfono en el coctel del señor. El, que no rebosa de sentido del humor, no lo puede tolerar, y la abandona en la mesa.
Después de una noche loca, Gloria amanecerá en la playa, sola y sin dinero. Será su sirvienta quien la venga a socorrer. ¿De regreso a su vida de antes? Gloria es más fuerte que eso. Dejará entrar uso elementos exteriores a su vida: habla con el vecino loco y recibe al gato indiscreto.
Después de una gran sesión de limpieza, de esas que limpian el alma al mismo tiempo que la casa, devolverá al seductor miedoso sus artefactos de paintball, no sin antes usarlos contra la fachada de su casa. ¡Qué alivio! Limpiar su propio mundo y ensuciar él del otro.
Gloria recuperada puede volver a vivir. Sin hombre. Sola y feliz.
Como se puede esperar en una película con personajes de edad madura, el tema del tiempo, es omnipresente. Es el tiempo que, desde la perspectiva de la casi tercera edad, se ve pasando mucho más rápido. Los hijos ya están emancipados, tomando sus decisiones de parejas sin preguntarle a nadie, se alejan, los padres ya no son el centro de sus vidas. La hija de Gloria se va a Suecia, y está embarazada. El ex esposo, también rehízo su vida, con una mujer más joven, quien espera un bebe.
Pero, al mismo tiempo, el pasado sigue ahí. Su presencia se hace tangible en las fotos de los álbumes, y las anécdotas que se cuentan los miembros de la familia reconstruida por una ocasión especial.
Pasado familiar, pero también pasado nacional: la ciudad de Santiago esta presente todo el tiempo , sea en la platicas de los amigos, en el trabajo anterior de Rodolfo en la Marina, en el cacerolazo nocturno al cual participa Gloria desde su balcón, o en una manifestación estudiantil.
Con situaciones y diálogos sencillos, naturales, en espacios muchas veces cerrados, espacios de la vida de cada quien, la cinta logra transmitir una sensación de familiaridad al espectador. Gloria es una mujer normal, una heroína de la vida cotidiana al acercarse la vejez sin dejarse vencer, en una búsqueda del equilibrio imposible, a esa edad donde ya no se puede imponer nada a nadie y menos al cuerpo. La libertad e independencia del gato , que finalmente Gloria deja entrar a su vida, es símbolo de todo eso que puede aportar gusto, placer, afecto, pero que finalmente se desvanece en el momento menos esperado. O tal vez esperado sin fecha anunciada.
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