La imaginación desbordante y los trucos técnicos y lúdicos de Michel Gondry tratan de traducir la ironía y la inventividad lingüística de Boris Vian, autor de la novela. Pero tiende a ser demasiados efectos, demasiada estimulación visual. Por otra parte, la selección de los actores Romain Duris y Audrey Tautou tal vez no sea la más acertada.
Ficha IMDb
Boris Vian fue en su tiempo el "enfant terrible" de Saint Germain des Prés. Ingeniero egresado de una de las grandes escuelas parisinas, poeta, músico de jazz, cantante, políticamente comprometido y crítico del estilo de vida capitalista. Gran admirador de los Estados Unidos por el jazz y la nueva novela gótica, impone un nuevo estilo, liberado de toda obligación de forma o de inspiración.
L’Ecume des Jours es su novela más romántica: un gran amor une a Colin y Chloe, hasta que la muerte los separe. Nada más tradicional. Pero, si el lugar y el momento son, al principio al menos, claramente definidos: el París de la post guerra, Vian lo adorna con invenciones entre ciencia ficción y cuento de hadas. Juega con las palabras, las toma al pie de la letra, inventa otras. Hace malabares con la realidad de su tiempo, en particular el héroe intelectual de Saint Germain des Prés: Jean-Paul Sartre. Se burla, con cariño a veces, con maldad otras veces, con inteligencia siempre.
Todas estas características hacían de Gondry un adaptador designado, un traductor visual perfecto. La anterior adaptación de Charles Belmont (1968) con Francis Perrin era romántica, historia de amor triste y nostálgica añorante de cuentos perdidos. Se podía esperar de Gondry algo menos conmovedor, menos de sentimientos y más de objetos. Y así es. Y tal vez lo sea demasiado.
Gondry toma al pie de la letra y aumenta las ideas de Vian: el pianocktail, los objetos de la casa, el cocinero en el horno, los platillos que cambian de aspecto, los zapatos que se mueven como perritos…. Todo está ahí, es una invasión. La sucesión de las imágenes es tan rápida que ni siquiera deja ver. Colin se corta los parpados, vacía su bañera con un taladro, corre detrás de sus zapatos…. El ratoncito se desliza sobre un rayo de sol…. Fiel a Vian, la casa evoluciona, se arruga, se encoje y la invade la maleza. El movimiento es imparable. Un momento extraordinario es la secuencia de baile, el biglemoi se baila con piernas interminables, suaves y flexibles, que llevan a sus dueños adonde quieren, que poseen su propio ritmo que nadie puede controlar, salvo tal vez la música. Porque la novela, como la película es un homenaje a los grandes jazzistas, en particular Duke Ellington con su Chloe.
Unos aportes de Gondry: una visión "fordiana" de la escritura de la novela: una inmensa sala donde mecanógrafas escriben las páginas de la novela según un sistema de trabajo en cadena. La novela es producto de un sistema socio económico capitalista. No hay una mente creativa que la haya imaginado. Y, al mismo tiempo, es un efecto de espejo: asistimos a la elaboración de la historia que estamos viendo.
Otro aporte: la película nos presenta la historia del cine al revés: empieza con cine a color, pasa de forma imperceptible al cine en blanco y negro, acaba como película muda, con sus imágenes temblorosas que saltan y su falta de nitidez. Y su falta de dialogo.
Estos dos aspectos más allá de la mera ficción hacen reflexionar en lo que es la creación artística. O como el medio usado afecta a la historia. De la misma forma que Colin inventa su propia vida y su entorno, o como Nicolas el cocinero (Omar Sy) inventa platillos que son la reproducción de las clases del gran cocinero Jules Gouffé (Alain Chabat) , siendo este personaje una reproducción-homenaje a la referencia de los cocineros Jules Gouffé, el gran maestro francés del siglo diecinueve, apodado el apóstol de la cocina decorativa (lo que ilustra perfectamente bien Gondry), y quien fue llamado por Alexandre Dumas para ser el chef de bouche en el Jockey-Club de Paris.
Invenciones de Gondry a partir de las invenciones de Vian, derivadas de juegos con una realidad social o cultural o lingüística. Juegos de palabras, de imágenes. Un feu d’artifice, un dialogo, a través del tiempo (más o menos sesenta años, al novela fue escrita en 1947) y de las artes, entre dos grandes inventores.
En lo que se refiere a la selección de los actores, no es la más adecuada. Romain Duris, demasiado "hombre", pelo oscuro, porte rígido, voz segura, es lo opuesto a Colin, el rubio delicado y frágil, flexible como el pescado cuyo nombre lleva. Chloe es una melodía de jazz, Chloe es linda pero un poco tontita. Es una princesa de cuento, es una enferma con la Dama de las camelias, la flor que lleva en el pecho y la va matando poco a poco es un nenúfar, flor de los lagos. Chloe un ser acuático o floral. No tiene realidad tangible. No se puede asir. No tiene esta presencia de barrio parisino, que sigue teniendo Audrey Tautou.
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