Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Sunday, December 29, 2013

Only God forgives (Nicolas Winding Refn, 2013) – 8/10

Un realizador danés, actores anglófonos, locación tailandesa, moral y estilo japonés. Una película implacable, dura, violenta, con un Bryan Gosling en el tipo de papel que ya acostumbramos a ver, y una Kristin Scott Thomas totalmente a contra empleo.


Ficha IMDb


Todo empieza como una película de Jean-Claude Van Damme en el lejano oriente, luchador europeo experto en artes marciales, solitario y silencioso. Pero poco a poco, el realizador enseña que sabe bastante sobre cultura asiática. El mundo nocturno de antros, clubes de peleas, calles desiertas, recuerda a Black Rain de Ridley Scott (1989), destilando la misma angustia de que algo vaya a salir de una esquina para atacar.

La cinta trata de un asunto familiar, una lucha callada entre hermanos: en Bangkock , el mayor, Billy (Tom Burke) borracho, viola y mata a una muchacha. Aparece un extraño hombre asiático, Chang (Vithaya Pansringarm) imperturbable, rígido, de traje. Callado. Pero muy decidido. Como encarnación del destino, obliga al padre de la chica a vengarse, en una forma sanguinaria, casi primitiva. Eso pone en marcha la cadena de las represalia. Como en una tragedia griega, la muerte va a recorrer las dos familias, la occidental y la oriental. Además, Chang corta las manos del padre en castigo por dejar a su hija menor de edad prostituirse.

El hermano menor, Julian, (Ryan Gosling) administra el club de peleas, organiza los combates, vigila de atrás, silencioso él también. Un personaje que recuerda a otros interpretados por Gosling, como él conductor en Drive del mismo Refn (2011).

Cuando llega Crystal, la madre de los dos hermanos (Kristin Scott Thomas irreconocible), harpía rubia, vulgar, malhablada, los papeles se congelan. Pero la acción se acelera. Ella vino a hacer los que Julián no supo hacer. Vengar la muerte de su hijo mayor. Pero también tomar el control del negocio familiar de droga. Y, de paso, despreciar y rebajar un poco más a su hijo menor.

Los espacios cerrados, las luces mortecinas de un submundo, al principio mal identificado, asfixian a los personajes que no pueden salir de un destino pre-escrito. Julián deambula sin destino en pasillos eternos como su estado de sueño despierto, hipnotizado por su propia impotencia, en un laberinto, un purgatorio que nunca lo lleva al paraíso. La vigilia se confunde con el sueño o la ilusión, el día se confunde con la noche, el espacio y el tiempo no ofrecen claros puntos de referencias. Es la eternidad de los castigos mitológicos. 

El personaje-destino, Chang el policía retirado, Ángel de venganza, es una suerte de samurái, con su espada en la espalda, un hombre que no duda en cortar partes de cuerpos vivos. Pero, señal de modernidad, canta en extraños restaurantes donde policías lo escuchan impasibles y respetuosos. Lástima que las canciones no sean subtituladas. La letra contiene seguramente indicios sobre este personaje que, como el Dios del antiguo testamento, castiga sin piedad, o perdona sin explicación.

Este personaje es capaz de la más extrema violencia, calculada, administrada metódicamente. La escena de tortura en un club con chicas kitsch es una perfección de frialdad. Tan horrible que las chicas están invitadas a cerrar los ojos mientras pasa. Pero el espectador ve, fascinado, como la cámara recorre lentamente los suplicios.

Para completar la extrañeza del personaje, el samurái cantor posee una casa, remanso de paz, donde viven su joven esposa y su hija. Es un verdadero paraíso, en colores claros, las imágenes son perfectas de luz y tranquilidad, con marcos de ventanas y puertas abiertos sobre jardines, árboles en flor. Belleza pura.

Se trata de una película contemplativa, lenta al mismo tiempo que dura y sin piedad. No ha sido muy bien recibida pero vale la pena verla para hacerse su propia opinión.

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