Una historia que podría parecer escandalosa pero que Ozon presenta fríamente, sin juicios ni perjuicios. Una nueva Belle de jour , más perturbadora porque más joven que la de Kessel y Buñuel. cincuenta años después, cuando la sociedad ha cambiado tanto, ¿Dónde esta el problema moral?
Ficha IMDb
Más allá de tratar de entender por qué Juliette ,17 años ( Marine Vacth), se prostituye en grandes hoteles los encuentros negociados en hoteles de lujo, con hombres maduros contactados a través de Internet ,bajo el nombre de Léa, la película tiene como tema central el concepto de intimidad. La cinta empieza con el hermanito observando a través de gemelos a su hermana mayor quien se quita el top del traje de baño para broncearse mejor. Después veremos su sombra acercarse encima de ella para tocar su cabeza. Varias escenas pondrán personajes en posición de ver lo que no deberían al abrir una puerta que debería ser cerrada con seguro, puerta de cuarto de baño o de recámara, detrás de la cual alguien se baña o se da placer solitario. De la misma forma, Juliette descubre relaciones prohibidas (su madre y un amigo de la pareja), juguetes sexuales de la esposa del amigo, desnudez del padrastro…
Con esta misma problemática de la observación de lo íntimo, Juliette durante su primer encuentro sexual, con el guapo alemán que entusiasma a toda la familia, se ve a ella misma de pie observando. Esta primera experiencia sexual por cierto no es tan placentera, pero, como dice su amiga de la escuela, hay que pasar por eso.
Ozon nunca juzga, de la misma forma que los policías que descubren las actividades de Léa nunca la juzgan: el dinero es suyo y se lo entregan a la madre, porque Juliette es todavía menor de edad. El terapeuta con él cual la obligan a ir tampoco juzga.
Parece que no hay criterios exteriores que permitan decir lo que está bien y lo que esta mal, o en función de qué algo está bien o mal. Los conceptos mismos de bien y mal ya no tienen sentido. Cada uno está en el puro valor del momento, de la exploración, de la curiosidad. No es siquiera el dinero lo que atrae Juliette, aunque Ozon nos de las referencias de costos para entender la pequeña fortuna que está ganando: entre 300 y 500 euros cada cita, cuando la hora de baby sitting está en 10 euros, y la sesión de terapeuta en un hospital público en 70.
Nada tiene consecuencias. Parece ser únicamente la madre la que percibe que algo ha cambiado, que algo no está en su lugar. No logra asir el punto en que las cosas empezaron aderapar. Pero está dispuesta a contar a su hija sus secretos amorosos para recuperar su confianza. Como si todas las edades, todas las posiciones familiares y sociales estuvieran al mismo nivel, con los mismos permisos. Como si negar algo a un joven, reservarse unos derechos, fuera un acto de autoritarismo. Nadie se atreve a decir no al otro.
Eso es lo interesante de la película: nos deja en una situación en la cual nada está decidido antes. No hay papeles. No hay marco de referencias morales. Cada quien debe construir el suyo propio. Y nadie en la película es moral. Ni siquiera los padres con su apariencia de modernismo y tolerancia. Pero si lo moral es no hacerle daño a nadie: ¿Juliette a quien le hace daño?
Una perturbadora observación de lo que pasa en las sociedades y las mentes modernas.
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