Primera película de González Iñárritu sin su alter ego y guionista Guillermo Arriaga, esta cinta no tiene el rigor en la construcción y la mesura de las anteriores. Es una película que nos habla del dolor, del sufrimiento, personal y social. Es el fin de algo y el intento de corregir. Pero lo que domina es Javier Bardem, que se muestra, de cinta en cinta, como uno de los mejores, y más potentes, actores actuales.
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En una construcción casi lineal, a parte de las dos primeras secuencias, antes de los créditos, que se vuelven a ver al final, la cinta nos cuenta los últimos días de vida de un hombre que se muere de cáncer. Paralelamente, nos muestra el mal de una sociedad, invadida por inmigrantes ilegales, que viven y trabajan en condiciones infrahumanas que los llevaran a la muerte , y la destrucción de una familia por culpa de una mujer bipolar.
Uxbal (Javier Bardem) vive de los otros, explotándolos en cierta forma: ayuda a los muertos a pasar del otro lado, escuchando lo que tienen que decir a los vivos. Y cobra por eso. En las banquetas de Barcelona, pone jóvenes africanos a vender los productos piratas fabricados por ilegales chinos. Y paga a un policía corrupto para que cierre los ojos a todas estas actividades ilícitas. Nada muy honesto en todo esto. Este modus vivendi nos lleva a sótanos, patios, calles, llenos de gente, de suciedad. Como un inframundo, como un infierno. Cuando nos enseñan la grandiosa Plaza de Cataluña, es como escenario de una persecución de los vendedores ambulantes por la policía. Y cuando nos muestran la elegante Plaza Real y sus pórticos, la persecución se volvió masacre. No es una Barcelona muy bella ni culta.
Pero Uxbal vive para y por sus hijos. Numerosas escenas de comidas, como la primera escena durante el desayuno, con una complicidad tangible entre padre e hijos. Otras con la presencia de la madre. Y, según los estados de ánimo de esta, son apacibles o furiosas.
A medida que avanza la enfermedad (orina sangrienta e incontinencia), Uxban trata de compensar el mal que los otros o el mismo han hecho. Volver con la madre, comprar calentadores para el cuarto donde duermen, encerrados, los chinos. Pero nada funciona.
Y el deambular de Barden se vuelve mas angustiante, cabeza baja, manos en los bolsillos, arrugas, bolsas bajo los ojos, pelo sucio. ¿Como una cara tan fea puede volverse tan bella, en el sentido de una belleza más allá de los criterios tradicionales? Bardem esta habitado por su personaje, lo transpira. No se mide, no se reserva. En realidad, él hace la película.
Esta casi todo el tiempo en pantalla, y es el hilo conductor entre las diferentes intrigas: los chinos, los africanos, los niños, el padre muerto y el hermano, la esposa. Pero Iñarritu se da demasiado el gusto de tomarse su tiempo. Se alarga demasiado. Como los lugares en donde filma (muy buen trabajo de ambientación en estos departamentos pobres, desordenados, miserables), se deja invadir por su propia historia sin saber ponerle límites. Hay escenas innecesarias: la larga escena en el antro, que además recuerda mucho la de la discoteca en Babel (2006), los encuentros amorosos homosexuales de los chinos. Demasiadas escenas filmadas cámara en mano, que agregan más impresión de desorden.
Ya quisiera ver a Javier Bardem en una película de Arriaga.
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