En otro ejemplo de la sorprendente sensibilidad asiática, Castaway to the Moon cuenta la historia de dos individuos completamente alineados en la sociedad moderna y las metáforas que son sus vidas resultan sorprendentemente cercanas a la realidad de muchos de nosotros. Una fantástica historia que esta a nada de ser simplemente grandiosa.
Kim Seung-Keun (Jung Jae-Young), ahogado en deudas, despedido de su trabajo y abandonado por su novia decide cometer suicidio lanzándose al rio Han. Al parecer el suicido es otra de esas cosas que no se le dan al Sr. Kim, pues el pobre termina cayendo en medio de una islita a la mitad del rio. A pesar de estar en plena vista desde la avenida y varios edificios, nadie nota al bueno Kim. Poco a poco logra hacer su vida ahí, lejos de las presiones de la sociedad. En paralelo, en un departamento vive Kim Jung-Yeon (Jung Ryeo-Won), encerrada en un cuarto del que no ha salido en tres años. Su único contacto con el exterior es atreves de un sitio web, mensajes de texto a su madre cuando necesita víveres y las fotografías que toma de la luna. Las soledades de ambos se cruzaran cuando ella, en uno de los días de simulacro en la ciudad, toma fotos de la isla y le descubre.
Deshagámonos de un punto de una vez: aquello que le falta a Castaway to the Moon es solo una cosa, un punto que puesto en perspectiva podría resultar menor pero que tristemente le resta al resultado final. La fotografía de la cinta, sin ser mala, está lejos de lo que grandes cinematógrafos como Peter Paul (Crouching Tiger Hidden Dragon, 2000) o Chrisopher Doyle (in the Mood for Love, 2000) nos han acostumbrado en el cine asiático. Es claro que hay un intento por hacer de la imagen un punto clave de la cinta, desde la perspectiva narrativa así como la estética. Pero el esfuerzo se queda claro. Un ojo un poco más fino hubiese logrado un resultado de verdad impresionante.
Dicho eso, todo lo demás en la cinta es maravilloso. La metáfora de Kim en su islita, completamente a la vista de todos y sin embargo ignorado y dejado a su suerte es una muy acertada imagen de la realidad de muchos individuos en esta sociedad moderna. Todo el proceso por el que pasa Kim, desde el muy evidente análisis que hace de los contenidos de su cartera y de la basura que llega a la isla hasta el impresionante ciclo para prepararse fideos; es una excelente manera de poner en evidencia la deshumanización de la sociedad en la que vivimos. Al final; Kim solo es un ser humano que reciente la falta de conexión consigo mismo y con los demás.
Lo mismo con la otra Kim. Aislada del mundo a pesar de estar rodeada y con un miedo tan terrible que solo puede mirar al mundo a través de un lente, detrás de un casco, desde su ventana durante los dos días que sabe no hay nadie en las calles. El miedo es demasiado fuerte y le impide enfrentarse a la realidad, al grado que aun en la protección de un mundo cibernético decide presentarse como alguien más. Cuando encuentra un motivo, se las ingenia para salir de su encierro y entablar una relación con otro individuo, alguien a quien reconoce tan solo como ella. Que la final es el caso de todos nosotros; pudiese parecer de otra manera, pero todos estamos encerrados en nuestra islita, en nuestro departamentito asilados y esperamos de algún modo hacer una conexión.
Una excelente narrativa y muy buenas actuaciones refuerzan una fantástica historia que es, a diferencia de la mayoría de los productos que nos rodean, extremadamente humana.
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