A pesar de sus dos horas cuarenta minutos en la versión “del director”, es decir con todo lo que se había quitado para su versión comercial de 1979, la película, deja de lado muchos aspectos y personajes de la grandiosa novela de Günther Grass (Premio Nobel de literatura 1999). Es sin embargo una gran y extraña historia , la de un niño que se negó a crecer, al mismo tiempo que su tambor le sirve de voz y protección contra el mundo, mientras el nacionalsocialismo nace, crece, se desarrolla y muere. Con un actor protagónico fascinante y terrorífico. Palme d'or del Festival de Cannes (France) en 1979 ex-aequo con Apocalypse Now de Francis Ford Coppola.
Ficha IMDb
Ayudado en su tarea de adaptador por Jean Claude Carrière, y con algunas intervenciones del propio Gunther Grass, Schlondorff, gran adaptador de novelas (Marguerite Yourcenar, Heinrich Böll, Proust…) hizo un trabajo de selección en el enorme material que representa una novela de casi 700 páginas, escrita en 1959. Y es solamente la primera parte de la Trilogia de Dantzig, memorias que el personaje principal, Oscar Matzerath, escribe, entre 1952 y 1954 desde el asilo mental donde se le internó.
Todo el interés de la película reside en la posición subjetiva que es la misma de la novela. Primero, la voz: toda la cinta está acompañada por la voz en off de Oskar, una voz extraña casi metálica, una voz que no parece ser de niño y que sitúa al personaje como fuera de las edades. No tiene edad, y, de esta forma no se sabe si quien habla es el adulto (él que escribe sus memorias), si es el niño permanente. O si es un Oskar fuera del tiempo.
Segundo, vemos lo que él ve.Con muchos planos muy cercanos, y con pocos movimientos de cámara. Vemos sus reacciones a cada uno de los episodios de su vida. Por ejemplo, el primer episodio que es la historia de la abuela, el lo cuenta como se lo han contado ya que forma parte del folklor familiar. Pero tal vez su nacimiento sea la escena más típica de la subjetividad. Vemos primero el feto, y, de ahí, nos ponemos en su lugar y recorrimos todo el trayecto de salida, en un túnel rojo, viendo, al final, la luz. Y al salir, lo primero que se ve es la lámpara de techo. Escuchamos las primeras impresiones de Oskar al llegar al mundo: preferiría volver.
Después la cámara insiste, en cada episodio, sobre lo que a él le choca. Por ejemplo, el día de su tercer cumpleaños, ya armado de su tambor, ve a su madre, Agnes (Angela Winkler) tocando el piano y recibiendo, en frente de todos, las caricias de Jan Bronski ( Daniel Olbrychski). Y después durante la sesión de juego de cartas, como él está debajo de la mesa, descubre los juegos sexuales escondidos. El desprecio que siente por estas actitudes lo lleva a la gran decisión de su vida: nunca crecer.
En realidad hay veces en que vemos escenas a las que él no ha podido asistir, por ejemplo, el encuentro de la madre, Agnes, con su amante el primo Jan, y tal vez padre de Oskar. Pero el niño ha captado el significado de las frases del vendedor de juguetes Sigismund Markus (Charles Aznavour) y se puede pensar que, más que ver, él esta imaginando lo que pasa en el cuarto.
Una escena horrible, vomitiva, es la del pescador sacando las anguilas de la cabeza de caballo muerto. Largas, enormes. De por sí, las anguilas no son animales muy bonitos; saliendo sin cesar de la cabeza y retorciéndose, se ven aun más asquerosas, pero además el comentario del pescador es repulsivo: están tan grandes y gordas porque ha habido batallas navales. Y se han alimentado de los cuerpos de los ahogados. No sorprende que la madre de Oskar vaya a vomitar. Pero ahí Schlondorff resalta el trazo del horror por él del cinismo: ¡el amante aprovecha la position de la mujer vomitando para acariciarle el posterior! Repulsión sobre repulsión.
Es interesante como algunas escenas son con más insistencia. Son las que lo van a marcar para siempre. Las sesiones con la joven María, su niñera (Katharina Thalbach): la playa, el polvo efervescente, la cabina en la playa, con su traje de baño de lana que le provoca comezón.
Schlöndorf dice que cada obra cinematográfica tiene que conformar un todo. Debe tener su existencia propia, su independencia en relación a la novela de la cual ha sido adaptada. Las novelas le atraen para hacer su adaptación cuando en un momento, él recibe un impacto al leer una escena, cuando siente que el libro libera una energía . A partir de ese momento, quiere encontrar los medios para que el espectador reciba el mismo impacto, la misma energía, que él recibió durante la lectura. En el caso de El tambor, esto le pasó con esta escena del niño y la joven en la cabina de playa, y el picado por el traje de lana.
La película corresponde a una sola etapa de la vida de Oskar. Es una etapa larga porque va de sus 3 años a, más o menos, los 20. Y es solamente una parte de la novela. Pero corresponde al tiempo en que Oscar se mantuvo pequeño. La película termina cuando él empieza a crecer. Lo que coincide con la muerte de su padre y con la caída del nazismo, y la obligación para la familia, o lo que queda de ella, de desplazarse al oeste. Su célula familiar de origen esta destruida: los dos padres muertos, el oficial Alfred, (Mario Adorf) la madre muerta. Él se va con la nueva familia, la de la nueva generación: su madrastra-amante Maria, que tiene su edad, y su hermano-hijo Kurt (oficialmente hijo de Maria con el padre de Oskar). Se queda la abuela. Pero ella encarna la eternidad.
La imagen final de la película es el cierre; retoma la imagen del principio: la abuela, sentada en el campo de papas, en medio de sus cuatro faldas, comiendo. Pero, esta vez, ve pasar el tren que se lleva a los jóvenes. Símbolo de la permanencia. En particular de este pueblo Kashube al que pertenece la familia, un grupo étnico y lingüístico de eslavos del oeste. Que vivía ahí antes de alemanes y aún antes de los polacos (como Jan), o de los suecos, o de los rusos . Más generalmente, de la identidad de las raíces, que son totalmente independientes de las decisiones políticas. Permanentes a pesar de los dirigentes, de este Hitler que nunca vemos. Porque solamente vemos su mano, en toma subjetiva, dominando la población de Dantzig que lo recibe. Nosotros estamos en la situación de Hitler triunfante entrando a Dantzig, como el Cesar volviendo a Roma. Pero a pesar de esta supremacía que piensan tener los políticos, a pesar de todos los movimientos de pueblos que pueden ordenar,de todas formas la vida , la fuerza primitiva de los pueblos y de su tierra borrará todo lo que los hombres han decidido.
Cabe recalcar la importancia del joven actor (David Bennent), que interpreta a Oskar. Es un niño de 11 años, que no era actor,es de hecho el hijo de los de los actores de El honor perdido de Khatarina Blum ( 1974 ) , Y este niño de 11 años, según Schlöndorff, tenía entonces el desarrollo físico y mental de un niño de 6. Y interpreta escenas de adulto (o al menos de joven de 17 a 20 anos, lo que lo pone en situaciones bastante delicadas: la escena de sexo con Maria por ejemplo. Pero tiene esos ojos, fríos, fijos, duros. Nunca habla. Sus discursos se limitan a un “Oskar will nicht!” Pero tiene una tensión y una rigidez terribles. Da miedo. Es muy extraño, al límite de la locura, o del crimen. Del odio en todo caso.
La potencia que descubre Oskar con su voz capaz de romper cualquier vidrio es tal vez la metáfora de que la voz de cualquier oponente o la desincronización provocada por el que no está de acuerdo con la “música” oficial, puede alterar el sistema de pensamiento, sea el político, o el moral (inmoral en el caso de esta pequeña sociedad.
Como en la escena, memorable e hilarante de la ceremonia de recepción al oficial alemán , donde Oskarcito con su tamborcito, viene a perturbar el ritmo de la orquesta de las Juventudes Hitlerianas. Desestabiliza completamente el ritmo de los músicos y la marcha militar acaba en vals vienés. Y todos bailan.
Todo el interés de la película reside en la posición subjetiva que es la misma de la novela. Primero, la voz: toda la cinta está acompañada por la voz en off de Oskar, una voz extraña casi metálica, una voz que no parece ser de niño y que sitúa al personaje como fuera de las edades. No tiene edad, y, de esta forma no se sabe si quien habla es el adulto (él que escribe sus memorias), si es el niño permanente. O si es un Oskar fuera del tiempo.
Segundo, vemos lo que él ve.Con muchos planos muy cercanos, y con pocos movimientos de cámara. Vemos sus reacciones a cada uno de los episodios de su vida. Por ejemplo, el primer episodio que es la historia de la abuela, el lo cuenta como se lo han contado ya que forma parte del folklor familiar. Pero tal vez su nacimiento sea la escena más típica de la subjetividad. Vemos primero el feto, y, de ahí, nos ponemos en su lugar y recorrimos todo el trayecto de salida, en un túnel rojo, viendo, al final, la luz. Y al salir, lo primero que se ve es la lámpara de techo. Escuchamos las primeras impresiones de Oskar al llegar al mundo: preferiría volver.
Después la cámara insiste, en cada episodio, sobre lo que a él le choca. Por ejemplo, el día de su tercer cumpleaños, ya armado de su tambor, ve a su madre, Agnes (Angela Winkler) tocando el piano y recibiendo, en frente de todos, las caricias de Jan Bronski ( Daniel Olbrychski). Y después durante la sesión de juego de cartas, como él está debajo de la mesa, descubre los juegos sexuales escondidos. El desprecio que siente por estas actitudes lo lleva a la gran decisión de su vida: nunca crecer.
En realidad hay veces en que vemos escenas a las que él no ha podido asistir, por ejemplo, el encuentro de la madre, Agnes, con su amante el primo Jan, y tal vez padre de Oskar. Pero el niño ha captado el significado de las frases del vendedor de juguetes Sigismund Markus (Charles Aznavour) y se puede pensar que, más que ver, él esta imaginando lo que pasa en el cuarto.
Una escena horrible, vomitiva, es la del pescador sacando las anguilas de la cabeza de caballo muerto. Largas, enormes. De por sí, las anguilas no son animales muy bonitos; saliendo sin cesar de la cabeza y retorciéndose, se ven aun más asquerosas, pero además el comentario del pescador es repulsivo: están tan grandes y gordas porque ha habido batallas navales. Y se han alimentado de los cuerpos de los ahogados. No sorprende que la madre de Oskar vaya a vomitar. Pero ahí Schlondorff resalta el trazo del horror por él del cinismo: ¡el amante aprovecha la position de la mujer vomitando para acariciarle el posterior! Repulsión sobre repulsión.
Es interesante como algunas escenas son con más insistencia. Son las que lo van a marcar para siempre. Las sesiones con la joven María, su niñera (Katharina Thalbach): la playa, el polvo efervescente, la cabina en la playa, con su traje de baño de lana que le provoca comezón.
Schlöndorf dice que cada obra cinematográfica tiene que conformar un todo. Debe tener su existencia propia, su independencia en relación a la novela de la cual ha sido adaptada. Las novelas le atraen para hacer su adaptación cuando en un momento, él recibe un impacto al leer una escena, cuando siente que el libro libera una energía . A partir de ese momento, quiere encontrar los medios para que el espectador reciba el mismo impacto, la misma energía, que él recibió durante la lectura. En el caso de El tambor, esto le pasó con esta escena del niño y la joven en la cabina de playa, y el picado por el traje de lana.
La película corresponde a una sola etapa de la vida de Oskar. Es una etapa larga porque va de sus 3 años a, más o menos, los 20. Y es solamente una parte de la novela. Pero corresponde al tiempo en que Oscar se mantuvo pequeño. La película termina cuando él empieza a crecer. Lo que coincide con la muerte de su padre y con la caída del nazismo, y la obligación para la familia, o lo que queda de ella, de desplazarse al oeste. Su célula familiar de origen esta destruida: los dos padres muertos, el oficial Alfred, (Mario Adorf) la madre muerta. Él se va con la nueva familia, la de la nueva generación: su madrastra-amante Maria, que tiene su edad, y su hermano-hijo Kurt (oficialmente hijo de Maria con el padre de Oskar). Se queda la abuela. Pero ella encarna la eternidad.
La imagen final de la película es el cierre; retoma la imagen del principio: la abuela, sentada en el campo de papas, en medio de sus cuatro faldas, comiendo. Pero, esta vez, ve pasar el tren que se lleva a los jóvenes. Símbolo de la permanencia. En particular de este pueblo Kashube al que pertenece la familia, un grupo étnico y lingüístico de eslavos del oeste. Que vivía ahí antes de alemanes y aún antes de los polacos (como Jan), o de los suecos, o de los rusos . Más generalmente, de la identidad de las raíces, que son totalmente independientes de las decisiones políticas. Permanentes a pesar de los dirigentes, de este Hitler que nunca vemos. Porque solamente vemos su mano, en toma subjetiva, dominando la población de Dantzig que lo recibe. Nosotros estamos en la situación de Hitler triunfante entrando a Dantzig, como el Cesar volviendo a Roma. Pero a pesar de esta supremacía que piensan tener los políticos, a pesar de todos los movimientos de pueblos que pueden ordenar,de todas formas la vida , la fuerza primitiva de los pueblos y de su tierra borrará todo lo que los hombres han decidido.
Cabe recalcar la importancia del joven actor (David Bennent), que interpreta a Oskar. Es un niño de 11 años, que no era actor,es de hecho el hijo de los de los actores de El honor perdido de Khatarina Blum ( 1974 ) , Y este niño de 11 años, según Schlöndorff, tenía entonces el desarrollo físico y mental de un niño de 6. Y interpreta escenas de adulto (o al menos de joven de 17 a 20 anos, lo que lo pone en situaciones bastante delicadas: la escena de sexo con Maria por ejemplo. Pero tiene esos ojos, fríos, fijos, duros. Nunca habla. Sus discursos se limitan a un “Oskar will nicht!” Pero tiene una tensión y una rigidez terribles. Da miedo. Es muy extraño, al límite de la locura, o del crimen. Del odio en todo caso.
La potencia que descubre Oskar con su voz capaz de romper cualquier vidrio es tal vez la metáfora de que la voz de cualquier oponente o la desincronización provocada por el que no está de acuerdo con la “música” oficial, puede alterar el sistema de pensamiento, sea el político, o el moral (inmoral en el caso de esta pequeña sociedad.
Como en la escena, memorable e hilarante de la ceremonia de recepción al oficial alemán , donde Oskarcito con su tamborcito, viene a perturbar el ritmo de la orquesta de las Juventudes Hitlerianas. Desestabiliza completamente el ritmo de los músicos y la marcha militar acaba en vals vienés. Y todos bailan.
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