Filmada en México con fotografía de Gabriel Figueroa, una película muy corta (45 minutos) que ataca claramente al dogmatismo religioso pero acaba en una larga metáfora moralista.
Ficha IMDb
Partiendo de una premisa que se acepta en los cuentos y en los textos religiosos, que nada de lo que cuenta la historia tiene que ser realista, la cinta obliga al espectador a aceptar que Simon está parado sobre su columna, tal Simeón el Estilita ( santo asceta cristiano que nació en Cilicia a finales del siglo IV ), desde seis años, seis semanas y seis días. La película se ubica así desde el principio en el mundo de la fe, fe del niño que se cree el cuento, fe del creyente, seguidor de una religión, la que sea, y no cuestiona el dogma o los textos.
De ahí se construye un mundo, coherente si uno decide aceptarlo, con sus imágenes, situaciones, personajes y referencias prefabricadas: los monjes, el inocente siempre alegre, la madre (Hortensia Santoveña) sufriendo en silencio al pie de la columna, el traidor, y las tres tentativas del diablo de apartar a Simón de su camino de ascesis. Silvia Pinal encarna a las tentaciones: primero mujer-niña provocativa, después falso Cristo pastor de ovejas. Finalmente mujer moderna.
Fiel a ciertas posiciones irreverentes, Buñuel nos muestra un “santo” muy tonto que se deja abusar y otorga un milagro a una pareja mentirosa y codiciosa. Su anticlericalismo se manifiesta en el grupo de los monjes, repitiendo formulas y posturas y, como en muchas de sus películas, está presente un personaje deforme: el enano pastor de ovejas (feo pero bondadoso paralelo del falso Cristo pastor de peluca rubia con rizos (tipo siglo XVIII! )
Una película prácticamente sin música, salvo los impresionantes tambores de Calanda que ritman las entradas del diablo, y donde la fotografía de Figueroa, dura en sus contrastes, acentúa la pequeñez de Simon y su alejamiento de las humanas consideraciones, con sus tomas desde lo alto de la columna, vertiginosas.
Pero la ultima tentación, situada claramente en la época contemporánea de la realización de la cinta (con todo y viaje en avión), contrasta con el resto, atemporal. Primero se mezclaba el mundo antiguo, hebreo (ciertos trajes), mexicano rural, la modernidad (la pareja codiciosa va a poder cambia su sala). Ahora el infierno es una discoteca de los años 60 con música estridente, bailes de jóvenes totalmente “poseídos”. La escena dura y se prolonga, basada solamente sobre la cámara que se mueve, se introduce entre los bailarines, los ve de muy cerca, se acerca a sus cuerpos retorciéndose y sus caras vacías. Y, como lo explica el diablo a Simón, esto va a durar para siempre. Lección moralista simplista de parte de Buñuel: ¿el retiro del mundo y la ascesis son el camino a seguir? ¿Los jóvenes son poseídos por el mal? ¿La música y el baile modernos son satánicos?
¡Habitualmente Buñuel es más sutil que eso!
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