Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Wednesday, December 26, 2012

El castillo de la pureza (Arturo Ripstein , 1973) - 7.5 /10

Un encierro familiar. Una secta reducida a cinco personas y situada en plena ciudad. Dieciocho años de malos tratos, tortura mental, explotación. La locura de un hombre pero también de una familia. Con excelentes actores, de Diana Bracho a Claudio Brook, pasando por Rita Macedo y la joven Gladys Bermejo o Maria Rojo.

Ficha IMDb
 
Inspirada de un hecho real que sucedió en la ciudad de México y acabó en 1959 con el arresto de Rafael Perez Hernandez por secuestro de sus seis hijos, la cinta tiene un guión impecable de José Emilio Pacheco y Arturo Rispstein, centrado sobre la personalidad de Gabriel Lima (Claudio Brook). Nos destila de poco en poco la locura que posee a este padre de familia, convencido de detener la verdad. Verdad sobre el mundo, sobre los conocimientos y las religiones, sobre el pasado de su mujer Beatriz (Rita Macedo) y las intenciones ocultas de todos.
 
Para proteger a sus hijos, a quienes dio nombres idealistas, para no dejarse invadir por las invenciones del cristianismo, Utopía (Diana Bracho en su primer papel en el cine), 18 años, Porvenir (Arturo Beristáin) dieciseis o diecisiete, y Voluntad (Gladys Bermejo), unos ocho o diez años, les tiene prohibido sali , ya que el mundo está lleno de maldad y vicios.
 
Los seres humanos son una plaga repugnante, a la imagen de las ratas que se dedica a exterminar, inventando nuevos venenos. Y probándolos sobre los animales enjaulados que mantiene en su casa. Los hombres se propagan en forma incontrolable y peligrosa, por culpa de las mujeres y su deseo irrefrenable de placer. Solo un hombre superior como él puede guiar, educar y reeducar. Es jefe de fabricación, inventor, administrador, maestro, padre y esposo. Vende los raticidas y compra los víveres, decide de los horarios de actividad y de sueño, controla todas las puertas. Hasta los huecos que manejó en las paredes para observar. Tiene llaves para todo, escondidas en cajones. Tiene en el sótano calabozos para encerrar a los hijos cuando, según él, se portan mal: hablan durante la comida, expresan una opinión indeseada, hacen ruido.
 
Ellos obedecen. No conocen a otra cosa, saben que el mundo exterior puede tener bellezas, como el mar, solamente porque su madre les contó de su vida de antes. Un día se atreven a salir a la calle, para ver cómo es afuera. Lo único que alcanzan a ver es el camión de la basura.
 
La madre hace la ropa, prepara la comida, se viste y maquilla para gustarle a su esposo. Lo admira. Y espera los momentos en que él la usa para su satisfacción sexual. A veces protesta cuando él la acusa de su comportamiento inmoral "con todos los hombres" que conoció antes de él. A veces se atreve a proteger a sus hijos cuando él les pega demasiado fuerte. Pero no puede hacer mucho más.
 
Después de horas de fabricación de raticida, de comidas de papa y chayote, de clases y regaños, sin contar las horas de calabozo, en una casa sin espejos, calendarios ni relojes, los niños se han convertido en zombis. Únicos momentos de vida, los juegos en el patio cuando el padre ha salido a vender. Juego sin juguetes, escondidillas, gallina ciega, o simplemente dejarse mojar por la lluvia. Porque llueve. Todo el tiempo, y las gotas caen formando líneas verticales que son más barrotes.
 
Pero los niños crecen. Llega la adolescencia y los dos mayores empiezan a tocarse, hasta la noche en que el padre, al hacer su ronda, no los encuentra en sus camas. Están acariciándose en el viejo coche. Golpes, calabozos.
 
Pero el talento de Risptein está en que contrapone al mundo de la vieja casona, el mundo exterior. El mundo reservado al hombre: calles con gente, tlapalerías a donde va a entregar su mercancía. Puesto de tacos donde come carne, burdel donde tiene sexo con una prostituta. Gabriel el obsesionado con la pureza de los demás no es tan puro.
 
A medida que sus hijos crecen, siente que pierde su fuerza, se siente amenazado y reacciona aumentando su control, agrediendo cada vez más a su esposa, y culpándola de todo, amenazando claramente con matarla a ella, por el mal ejemplo que da, matarlos a todos. Hasta que la hija mayor se empieza asustar mucho y trata de mandar un mensaje al exterior.
 
Llega el momento en que Gabriel pierde totalmente el control hasta de él mismo. Empieza a encerrarse en un estado de regresión. Se auto lastima: se pica con un alfiler hasta sacar sangre. Se mece sobre sí mismo como niño retardado.
 
Rispstein y Claudio Brook nos regalan un retrato de locura machista, de delirio de grandeza y de poder, fascinante. Con diálogos escasos. En el marco perfecto de una casa vieja, a punto de derrumbarse. La familia Lima constituye una secta perfecta, encerrada, aislada, con su gran sacerdote que tiene poder de control sin límites, más aun cuando es el único que lo asume, directamente, sin intermediarios. Sin delegar a nadie cualquier parcela de su poder. Y sin correr el riesgo de verse algún día reemplazado o discutido por uno de sus lugartenientes.
 
Como en los casos reales de sectas, cuando se ven amenazadas del exterior, Lima reacciona frente a la llegada de la policía con el suicidio colectivo: prende fuego a la casa.
 
Cuando finalmente el verdugo familiar es arrestado y madre e hijos pueden volver a la casa, en parte destruida por el fuego, guardan silencio y solamente pueden contemplar los vestigios de dieciocho años de sus vida, de encierro, materializado en las latas colgadas junto al zaguán para señalar cualquier intento de salida. ¿Como se puede vivir después de esto?

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