Historia de una pasión sobre fondo de ópera. Como Madame Bovary, un diplomático francés se deja atrapar en una relación pasional porque es igual a lo que marca el arte. Vive la realidad de lo que pudo ser la obra de Puccini. Sin darse cuenta que es presa de una manipulación política. La intensidad de sus sentimientos es tal que lo transforma totalmente, hasta llevarlo a la muerte
Ficha IMDB
Podría ser el relato de una gran historia de amor inspirado por el arte, aquí la opera. O podría ser simplemente la historia de un occidental que se enamora de una oriental. De un diplomático seducido por una hermosa espía mandada por su gobierno a extraerle información política y estratégica. Y de hecho, es eso. Porque sucedió en la realidad, cuando China era todavía un país cerrado al mundo, con intenciones política muy extremistas, cuando el mundo todavía se dividía en dos partes, la capitalista y la comunista y Francia aparecía como un país intermedio entre el país de Mao y el gran tigre de papel, Estados Unidos.
Pero Cronenberg no esta muy interesado en los asuntos de política o en las historias de amor, por apasionadas que sean. Él busca los extremos, lo enfermizo. Lo monstruoso tal vez.
La película explora los límites. Limites de género para empezar. ¿Dónde empieza lo femenino? Esta hermosa mujer, encarnación de la feminidad por excelencia, (porque la opera es eso, exaltación de lo femenino, de lo pasional, del amor hasta sus ultimas consecuencias), de la pasividad, de la sumisión, es en realidad hombre. Song Liling (John Lone) tiene voz de soprano, como castrato. Tiene ropa asexuada, amplio pantalón de seda, y larga túnica. Y es cantante en la opera de Pekín. Pero en esta tradición, como en el teatro No o Kabuki, o como lo era en el teatro griego antiguo, solo los hombres actúan.
Es un proceso de iniciación, de transformación, lo que empieza. Desde el principio Liling insiste en que Gallimard (Jeremy Irons) no sabe nada y que ella lo va a educar.
Poco a poco, conforme avanza en su historia de amor, lo vemos cambiar de comportamiento en la sociedad diplomática, volverse más seguro de sí mismo. El amor lo transforma, le da vida. El hombre apagado y torpe se vuelve el centro de las conversaciones, platica, alardea, fuma, hace bromas. Y todos lo escuchan. Hasta Frau Baden (Annabel Leventon),la mujer a quien todos los hombres desean, sabiendo que no se deja tocar por ninguno, lo invita y se le entrega . Directamente, sin tapujos. Sin "modestia "ni recato. En su trabajo también se transforma, de triste contador, es promovido a vice cónsul y trabaja directamente con el embajador Toulon (Ian Richardson) .
A esta evolución evidente corresponde una escena simbólica: caminando una noche, Gallimard se topa con un viejo chino quien recoge libélulas. Dialogan sin entenderse cada uno en su idioma, y el viejo le regala al occidental fascinado una "Butterfly".
Al mismo tiempo, China se transforma. El tema político es muy presente. Primero en la forma de vestir: todos los chinos llevan pantalón café o gris y camisa blanca de manchas cortas. Salvo los funcionarios con su uniforme azul y su gorra. Cronenberg nos deja muy en claro y muy rápido que Liling trabaja para el gobierno al entregar la información que sustrae de Gallimard a la camarada Chin ( Shizuko Hoshi) . Pero es el momento en que Mao necesita darle un nuevo aliento al su movimiento, su ideología que va perdiendo fuerza. Los jóvenes serán la base: "Guardias rojos", "Revolución cultural","pequeño libro rojo", manifestaciones en las calles con quema de lo viejo, sea ropa, arte, libros. Campos de reeducación para los intelectuales. Cambio del teatro: la opera de Pekín presenta ahora intrigas políticas, y los magníficos trajes son ahora uniformes. El maquillaje (motivo de una larga toma en los vestidores la primera vez que Gallimard va a ver a Liling) ha desaparecido. Los actores-cantantes interpretan de forma realista a obreros, estudiantes y campesinos. El arte, la sublimación se han ido.
Transformación de Europa, Francia en particular porque en mayo del 68, la juventud es por el maoísmo, y las manifestaciones en las calles de Paris se hacen con el pequeño libro rojo , la bandera roja y el retrato de Mao.
Pero volvamos al aspecto intimo, el proceso de alienación de un hombre: La relación con Liling se desarrolla sobre un ritmo y bajo condiciones impuesta por la mujer, Ella maneja en los encuentros y en sus cartas un vocabulario de otra época, como de novela del siglo XIC o de película romántica. Pretendiendo que son los modos de ser de China, antiguos pero que se han mantenido en la sociedad actual. Como las bicicletas que invaden las calles. Recato, honor, modestia, pureza. Nunca enseñar su cuerpo. Establece una separación entre cuerpo y sentimientos. El corazón quiere ignorar lo que hace el cuerpo. Y el cuerpo nunca se desvela .Así la cantante atrapa en una telaraña al occidental fascinado por la revelación de lo que piensa ser otra cultura, la verdadera China a la que no acceden los extranjeros.
Las apariciones del ser amado son siempre dramáticas: llega con el bebe, y es arrestada. Después en Francia, llega al departamento, en la noche, enfundada en una gabardina beige, la cabeza envuelta en una pañoleta y con guantes, como surgida de Casablanca o Quai des Brumes. Con su voz profunda de femme fatale. Es misteriosa, siempre se esconde, se escurre, y así alimenta el deseo, al no entregarse completamente. Le da a Gallimard la posibilidad de perderse al no encontrarla nunca.
El epilogo tiene dos partes: la revelación al mundo y a Gallimard de lo que fue el engaño. Primero en una versión oficial, abierta, visible por todos y traída a las esferas oficiales con el juicio. Pero después viene la revelación intimas. En el transporte a la prisión, Liling revela su amor y su cuerpo. Pero Gallimard no puede aceptar el contacto con la realidad. Necesita seguir en su propia opera. Y tendrá que cumplir hasta el final con su sueño. Él mismo se vuelve Butterfly, se vuelve obra de arte, en un acto teatral que es puesta en escena de su transformación de hombre a mujer: kimono, maquillaje, peluca, forma de hablar, de moverse. La educación por y en Butterfly ha culminado. Y debe acabarse en la muerte con el espejo. Recuerdo de la escena del principio cuando su esposa, en el espejo del dormitorio, jugaba a cantar Madame Butterfly, abanicándose con una revista femenina.
En planos cercanos a la boca pintada, en los trazos del maquillaje de la cara, como los de la antigua Opera de Pekín, pero ahora vistos en el diminuto espejo, no los grandes del camerino, por se trata ahora de un asunto intimo y ya no de un arte para el público, Cronenberg nos atrae dentro de la vertiginosa pérdida de identidad, o de la encarnación finalmente lograda de una identidad soñada. Liling no era la mujer inalcanzable, lo que escondía con una inventada modestia bajo sus ropas, no era la eterna feminidad, sino un real cuerpo masculino. Ahora le toca a Gallimard llevar a cabo la transformación total de la libélula.
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