Sobre la memoria. La natural y la inducida. Para recordar o para olvidar. Una película con efectos de suspenso, de violencia, a veces (pocas) de humor. Un montaje muy eficiente. No deja en ningún momento que el espectador descanse.
Ficha IMDb
La idea constante de la película es el poder que alguien ejerce sobre otro. Esos papeles de poder van cambiando conforme avanza la narración, en una progresión diferente a la de los sucesos.
Todo parece empezar cuando irrumpen unos ladrones durante una subasta y un empleado, Simon.( MacAvoy) aplica el protocolo que se les había expuesto con detalles anteriormente para casos de emergencia. El jefe de la banda, Franck (Vincent Cassel) le dispara.
Cuando Simón despierta, no recuerda nada. Los malosos lo buscan y lo "ayudan" con técnicas muy eficientes a recordar donde escondió una afamada pintura de Goya, El Vuelo de Brujas, pero nada funciona. Se le sugiere recurrir a la hipnosis y él, a ver las fotos de terapeutas que se le presentan, se decide por una hermosa doctora, Elizabeth (Rosario Dawson).
En el transcurso del viaje hacia los recuerdos perdidos, la doctora parece estar del lado del pobre torpe perseguido por el mal brutal personificado por Franck . Pero pronto entendemos que ella está muy interesada en compartir los beneficios.
Conforme la terapia avanza, se va reconstruyendo el rompecabezas de lo que pasó después del asalto con lo cual se mezclan recuerdos de una antigua historia de amor. Pero también se dibujan unos huecos, unas elipsis de la narración que la mente del espectador llena según lo que le parece más lógico.
¿Es Simón un jugador endeudado que aceptó ser cómplice del robo para pagarle su deuda a Franck? ¿Es un delincuente solitario que quiso salirse con la suya? ¿Está la hermosa hipnotista enamorada de él? ¿De Franck? Nada de esto resultará ser verdad. Quien jala los hilos desde el principio es la hermosa terapeuta y los recuerdos de Simón, desde mucho antes del robo son imágenes, son sugestiones que ella le metió a la cabeza, en sesiones de hipnosis anteriores, para que él robe el cuadro de Goya , para ella, en venganza por los malos tratos de cuando salían juntos. El "inocente" empleado de la casa de subasta es en verdad un abusador, un misógino celoso y brutal.
Con juegos de espejos, de ventanas que esconden y transparentan, con momentos de humor blanco (el diminuto coche rosa estacionándose detrás de la camioneta blindada de seguridad e impidiendo que los armados protectores puedan salir) o negro ( la pandilla comiendo pizzas después de cortarle unos dedos a Simón), con secuencias de pesadilla, y de pesadillas, con substituciones de los personajes en los recuerdos, la película mantiene el espectador en constante alerta, le propone pistas para entender y reconstruir y, inmediatamente, las destruye.
Una película para volver a ver y volver a entender.
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