Adaptación por Schoendoerffer de su propia novela, inspirada ella misma por su experiencia de joven oficial de marina francés en Indochina, y sobre todo por la vida de Pierre Guillaume, esta historia de expedición marítima hacia los pescadores en aguas frías se ve mezclada con los recuerdos del narrador medico militar.
Ficha IMDb
El capitán doctor Pierre (Claude Rich) embarca sobre el Jauréguiberry, buque militar francés, dedicado a la asistencia a los pescadores en mares de Tierra Nova. Es el último viaje comandante (Jean Rochefort) antes de retirarse por motivo médicos. Este hombre taciturno, recto, impecable, ha escogido precisamente esta misión para navegar con este doctor, y pedirle su complicidad: se está muriendo de cáncer, necesita de inyecciones de morfina y del silencio sobre su enfermedad. Sino, tendrá que volver a tierra y no podrá alcanzar su meta: un último encuentro con Willsdorff , el cangrejo-tambor del título.
El relato del viaje se interrumpe con flash backs en una forma muy simple y tradicional .Cada vez que se alude a un evento pasado, este es enseñado en imágenes. Al mismo tiempo, los noticieros televisivos en la sala del buque permiten seguir la actualidad en Vietnam. 1975 : toma de poder por el Ejército Popular en Saigón.
El cangrejo tambor, Willsdorff (Jacques Perrin) ha pasado por los grandes momentos de la presencia francesa en sus colonias: Indochina, que por la fuerza de los independentistas comunistas del Vietcong, se vuelve Vietnam; Argel y el Putsch de los Generales en 1961. Él tenía la costumbre de usar la palabra “cangrejo” en lugar de “tipo”, “hombre” (“guey” dicen hoy en México) .Y lo de “tambor” le viene de su padre que la daba golpecitos en la panza de niño, redonda y sonora después de comer. Era un personaje entrañable, joven y guapo, siempre acompañado por un gato. Ponía en alto los valores de la Marina, de Francia, pero sobre todo valores de honor personal. El hombre real, Pierre Guillaume, el militar que inspiró el personaje de la novela de Schoendoerffer, decía: “Mi alma para Dios, mi cuerpo para la Patria, mi Honor para mí”. Y el honor personal no siempre corresponde al deber de obediencia impuesto por la jerarquía militar.
Pero Willsdorff era también,como Pierre, el doctor-narrador, de esos que se arraigan en el país colonizado, se compenetran con la gente, la cultura, el idioma, que literalmente se enamoran y se casan con esta tierra diferente de su país de origen.
El cangrejo-tambor es un hombre a quien nadie puede olvidar. A medida que Pierre avanza en las aguas del norte, cada vez más frías, se topa con gente que lo ha conocido y le cuenta anécdotas vividas con el Cangrejo, contadas por el Cangrejo. El narrador mismo recuerda momentos de su vida juntos en Indochina. Toda la vida de Willsdorff se va reconstruyendo como un rompecabezas.
Al mismo tiempo, las historias del “chef”, encargado de las maquinas del buque (Jacques Dufilho) aportan una dimensión fantástica con sus aspectos religiosos aunados a leyendas y espíritus de la Bretaña, y un cuestionamiento espiritual y moral: “¿Qué ha hecho Usted con sus talentos?”
Cuando le anuncian a Pierre que el Cangrejo está a unas millas delante de él, al mando de un barco pesquero, la búsqueda en el pasado de los recuerdos se une a la búsqueda hacia adelante, hacia el futuro del posible reencuentro. El comandante enfermo, por su lado, quiere, antes de morir, saldar una deuda de honor con Willsdorf.
El encuentro será siempre diferido en el primer viaje. Sólo se saludan de barco a barco. Sólo en el segundo viaje, ahora sin el comandante, y mientras Saigón cae a manos del Vietcong, el doctor y su amigo podrán verse y pasar unos días juntos en Saint Pierre et Miquelón, otra tierra francesa lejana, y uno de los pocos restos , muy pequeño, del esplendor colonizador. Lejos en el norte y el frío, cuando la juventud de los oficiales pasó en el otro extremo del mundo, en el calor húmedo.
Lástima que la película simplifique tanto la novela: un solo viaje, una estructura muy simplicista. Claro, está presente la belleza exótica de la naturaleza en Indochina, la grandeza casi terrorífica del mar frío, cerca de Terra Nova. Pero le falta a la cinta la dimensión de la espera y esperanza del encuentro con el Cangrejo, la construcción de un ser casi místico, y la destrucción paulatina del ideal de Francia, del ideal de su ejército, de sus hombres. Una cierta idea del ser humano (masculino de preferencia) se revela anacrónica, obsoleta. Solo sobrevive en los grandes hombres como estos solitarios: el Cangrejo, el comandante. Un universo a la Melville y a la Achab. El parecido entre la novela de Schoendoerffer y los grandes textos épicos es evidente, de la Odisea a Moby Dick.
Queda el aura, casi poética del Cangrejo con su gato, su silla-trono arriba de la lancha en Indochina (imagen que recuerda a Apocalype Now, otra cinta sobre Vietnam), el junco, el silencio del comandante enfermo, el mundo extraño del jefe bretón. Y eso se debe a las grandes interpretaciones de Jacques Perrin, Jacques Dufilho, Jean Rochefort y Claude Rich, un reparto extraordinario, más que al talento de director de Schoendoerffer, definitivamente mejor escritor que director de cine.
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