La historia verdadera de la restitución de una gran obra de arte austriaca a su dueña en Estados Unidos. La lucha de varios años que llevó a Maria Altmann, de ascendencia judía, con ayuda de su abogado a recuperar la famosa pintura de Klimt que había sido robada a su familia por los nazis. Una narración muy tradicional pero con la interpretación, excelente como siempre, de Helen Mirren.
Ficha dorada IMDb
En Los Ángeles,en 1998, La elegante señora Maria Altmann (Helen Mirren) , necesita un abogado de confianza: encontró en los papeles de su hermana ,quien acaba de fallecer, unas cartas en las cuales su tía Adèle Bloch-Bauer (Antje Traue) le legaba unas obras del pintor Gustav Klimt , en particular la famosa Dama en oro, que era en realidad su retrato. Una amiga de Maria, Barbara Schoenberg (Frances Fisher), hija del compositor, la pone en contacto con su hijo, Randy (Ryan Reynolds) quien acaba de fracasar en su intento de trabajar a su cuenta y está buscado trabajo en una gran firma.
El primer encuentro, en la sencilla casa de María, entre una rebanada de Apfelstrudel, una taza de té y el desorden del garaje, no da muy buenos resultados. Pero, finalmente, el joven, a pesar de estar contratado en la firma de sus sueños, de tener esposa (Katie Holmes), hijo pequeño y el segundo en camino, decide aceptar el caso. Es urgente ir a Viena donde se reúne la comisión de restitución. Allá los recibe un joven periodista, Hubertus Czernin (Daniel Brühl) decidido a facilitarles todos los contactos.
La cinta se desarrolla de una forma muy tradicional, con las distintas etapas, cronológicamente contadas, de las juntas, encuentros, sesiones privadas y públicas del proceso de restitución de las obras ilegalmente detenidas por el gobierno austriaco.
Pero a medida que María se topa con lugares de su juventud y niñez, nos son presentadas escenas claves : sus momentos de niña con su tía Adèle, su boda, la llegada de los nazis en el lujoso departamento familiar, escenas de calles mostrando las humillaciones de los judíos, el escape de María y su esposo….. Todo con un cuidado en los detalles de decoración, trajes, colores.
La carga emocional es muy fuerte, por la evocación de un pasado doloroso, y a la vez feliz.
Si no es la típica cinta de abogados, tiene sin embargo mucho de las situaciones, los trucos, de estas. Presenta el ritmo tradicional con el momento de separación entre los protagonistas a los dos tercios de la cinta: uno se desanima, el otro sigue solo, y finalmente el desaminado alcanza al otro para la victoria final.
En el aspecto de la narración y sus personajes, tiene debilidades, como la presencia bastante inútil de la esposa y las obligaciones familiares del abogado. Es demasiado o demasiado poco. De la misma forma, la última secuencia es torpe, pesada y no presenta ningún interés. Después de su victoria, María tiene el valor de entrar al edificio, magnifico por cierto, y al departamento donde vivian sus padres. Ahora está ocupado por unas oficinas. Le permiten entrar, y su mirada es de admiración y felicitad. El director hubiera podido quedarse ahí. Pero decidió seguir con una escena fantasiosa donde la actual María se mezcla en las escenas del pasado, feliz,maravillada entre los personajes del pasado. Es totalmente artificial, y casi ridículo.
Antes de eso tiene lugar una escena que se puede considerar demasiado cursi: el derrumbe emocional de María después de la sentencia. Sin embargo, al mismo tiempo que le da una profundidad de sensibilidad a este personaje de mujer fuerte, que maneja con ironía sus emociones, muestra que las heridas profundas, las pérdidas de la niñez o la juventud, por lejanas que sean, siguen igual de dolorosas.
Eso es una de las cualidades de la cinta: somos seres de recuerdos. Todo lo que construimos encima del dolor, a fuerza de voluntad, de trabajo, con la ayuda de los demás, no puede borrar las heridas profundas. Helen Mirren lo muestra muy bien, en su interpretación de señora educada, reservada, pero que tiene algo triste en la mirada. Es determinada, fuerte, no tiene pelos en la lengua, sabe ponerse en frente de cualquier autoridad. Y al mismo tiempo, sigue arrastrando una fragilidad.
Otra de las cualidades de la cinta es traer a colación el tema de las nuevas actitudes políticas, principalmente europeas, relativas al pasado nazi. Como lo explica el personaje de Hubertus, periodista independiente, al empezar esta campaña de restituciones, Austria quiere darse una nueva imagen, limpiarse del pasado. Porque Austria abrió las puertas a Hitler, porque ahí se dieron, antes de las leyes de Núremberg, los comportamientos populares anti-judíos. El joven explica su participación en el caso de María como un acto de “arrepentimiento” porque descubrió a los quince años que su padre había sido nazi. Las conciencias no están limpias, la culpabilidad sigue o, al menos, se maneja con dificultad: algunos tratan de disculparse, otros toman sus distancias, otros simplemente niegan los hechos. Pero, de una forma u otra, siguen pesando los años negros. Como lo muestra de forma muy sencilla el pequeño Memorial al Holocausto, cubo moderno en el centro de una plaza aristocrática vienesa. El pasado, de los individuos como de las naciones, es la piedrita en el zapato, que no se puede quitar.
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