Un thriller que deja de lado la parte policiaca para darle más importancia a la obsesión personal del protagonista quien se vuelve así objetivo de su propia investigación.
Ficha IMDb
New York, fin de los años 80¨como lo muestra el vestuario. El oficial Frank Keller (Al Pacino) no le teme a las grandes operaciones. Para arrestar a un buen número de pequeños delincuentes, arma una falsa reunión con los Yanquees. Pero el asunto que va a movilizar su atención es una serie de asesinatos de hombres, boca abajo en su cama, de un tiro en la nuca, mientras suena la melodía “Sea of love”, de Phil Philips en un viejo discos de 45 rpm. Cuando un colega de otro sector, Sherman (John Goodman) le anuncia que ha visto el mismo modus operandi, deciden unir sus fuerzas de reflexión e investigación.
Suponiendo que el asesino es mujer,y encontrando que todas las victimas pusieron anuncios clasificados, optan por la clásica estrategia infalible: poner anuncios con el mismo tipo de de texto: un poema cursi que atraerá a las románticas. Organizan citas y recolectan los vasos para tener huellas, ya que se encontraron huellas en los domicilios de las víctimas. La única que acude a la cita pero no se deja enganchar por los encantos de Frank es una rubia sexy, Helen Cruger (Ellen Barkin,). Basta con este rechazo y un segundo encuentro fortuito en una tienda para que el hombre se prenda como cerillo.
Es cuando la cinta cambia de eje: lo importante ya no es tanto encontrar al culpable, sino el desarrollo de la relación que se está volviendo indispensable para Frank. Helen es suficientemente seductora para que sus efectos casi equivalen a los efectos del alcohol, y Frank, ciego de deseo, empieza a soñar a hacer una nueva vida. Ella representa su salvación como hombre. Ya lo había perdido todo y se aferra a ese salvavidas. Pierde literalmente los estribos y se olvida de todas las reglas y procedimientos de su trabajo de policía. Al punto que en la casi última escena el policía Frank, dominado por la personalidad del hombre Frank se encuentra en el papel de victima Y todos e esclarece. Hay que decir que, si la explicación es lógica y congruente con lo que pasó en lo anterior, es bastante simplona.
Varios aspectos de esa historia son muy previsibles, empezando por los caracteres y aspectos de la pareja policiaca: el alcohólico divorciado, todavía enamorado de la señora, quien se volvió a caer con un compañero del primero, se junta con un gordito, casado, regularmente fiel (salvo culpabilizante excepción). Se organizan bastante bien juntos en el trabajo pero se oponen en lo mental: uno es razonable, piensa antes de actuar, el otro se deja llevar por los sentimientos, para decir lo en forma recatada.
Algunos aspectos un poco originales fueron cambiarle el sexo a las víctimas: el serial killer ya no se ataca a mujeres, sino a hombres. La atracción entre policía y probable sospechosa se manifiesta en escenas de alta intensidad erótica. Humphrey Bogart también se dejaba seducir pero sabía mantener las apariencias y el control.
El punto más débil de la cinta es cuando el experimentado policía (véase la secuencia de las invitaciones con los Yanquees) decide no conservar las huellas de la mujer. Pero es lo único estratagema del guion que permita que la narrativa y el suspenso sigan. Y, a partir de ahí, se destilan con habilidad las coincidencias: colección de discos 45 rpm y citas marcadas en el calendario.
Lo disfrutable es el uso de la música de saxofón y la ambientación en un New York entre departamentos oscuros y zonas llenas de gente.
Conclusión: una cinta de suspenso para mantenerse ocupado sin cansarse demasiado en tratar de resolver el crimen.
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