Por fin una película sobre maestros que nos los pone como héroes épicos inspirando a jóvenes fracasados y guiándolos sobre el camino al éxito. Por fin una película que se centra sobre el sufrimiento y los recursos individuales para sobrellevarlo en el día a día. Sin visión a cualquier tipo de éxito. Adrian Brody mejor que nunca.
Ficha IMDb
"Detachment" en realidad no significa "indiferencia" como lo han traducido los distribuidores. Es más bien un alejamiento, un distanciamiento. Pasar a otro nivel y no dejarse invadir. Sea por las cosas o por las personas. O por los problemas o las agresiones del mundo que nos rodea.
Henry Barthes (clara referencia al semiólogo francés Roland Barthes) es un hombre que ha tenido una infancia infeliz: padre que los abandona, madre adicta que muere muy joven de una sobredosis, educado por ella y el abuelo, quien probablemente trató de abusar de él, y tal vez de la madre.
Pero su fuerza interior, su "detachment" le ha permitido pasar por encima de sus recuerdos y seguir visitando al abuelo (Louis Zorich), en la casa para adultos mayores, ir por él a medianoche cuando se queda encerrado en el baño, sentarse junto a él, y escucharlo cuando le habla de su madre como si ella siguiera viviendo.
En dos ocasiones lo vernos explotar y salir de su zona de distancia: contra la empleada de la casa de ancianos, en una furia incontenible a causa de la falta de cuidados, y, al final, cuando una maestra interpreta de mal modo el abrazo de una alumna.
Pero después de su primera explosión, queda totalmente destrozado, prueba que no es indiferente. En un sucio autobús nocturno, llora. Por la soledad, la suya o la del abuelo, por los recuerdos, por la culpabilidad. Y no le queda nada de su energía contra las injusticias, para ayudar a la joven prostituta que están golpeando. Erica (Sam Gayle), afuera del camión, le reprocha su pasividad al mismo tiempo que trata de seducirlo.
Pero él es inmune a cualquiera de estos intentos de acercamiento. Sin embargo, la noche siguiente, las dos siluetas vienen a pararse delante de la misma pared roja brillante. Y Barthes toma el riesgo: la lleva a su casa, la cuida, no cae en ninguna de las trampas de sexo. Es padre, hermano mayor, educador, amigo. A la vez cercano y lejano. Atento, pero libre. Forman una extraña y hermosa pareja, a la vez que frágil. Cualquier palabra, cualquier movimiento podría destruir este equilibrio que se va ajustando.
En cambio la escuela es lugar de escenas de farsa, sobreactuadas: el maestro Seaboldt (James Caan), fotografiado hasta el fondo de las arrugas, la alumna que amenaza con mandar a su pandilla violar a la maestra Madison (Christina Hendrick), la madre que reclama a la principal Dearde (Marcia Gay Harden) la educación especial que, según ella, su hijo merece. El maestro Kepler (William Petersen, ex CSI) que nada más se queda viendo lo que está pasando. El inspector Mathias (Isiah Whitlock) que exige resultados y tiene muy buenas recetas para alcanzarlos, sin siquiera conocer la situación de la escuela y de sus alumnos. Los maestros esperando a los padres que nunca vendrán a la junta padres-maestros. En medio de esto, la pobre Dr Parker (Lucy Liu) trata de sobrevivir y organizar a todos, hasta derrumbarse. Inclusive, algunas incursiones en la vida privada de algunos nos permiten ver que, ahí tampoco, encuentran la felicidad.
Las escenas de escuela, además de estar presentadas en la narración, están vistan por otro ojo: en blanco y negro por la cámara de Meredith (Betty Kaye), la alumna obesa, rechazada por sus compañeros y por su propio padre.
Nada al azar en esta película. Cada escena tiene su propio peso y significado: Érica junto a la cama del abuelo moribundo, Barthes sin saco, en camisa blanca y chaleco negro, hablando entusiasmado del poder de la literatura en la sociedad actual, Barthes preparando un último desayuno para Érica que ha finalmente decidido entregar a Servicios Sociales.
Y la metáfora de la Casa Usher de Poe, derrumbándose, es nuestro mundo que se desploma, como el salón de clases hecho pedazos es la incapacidad de nuestra sociedad para formar seres verdaderamente humanos.
Curiosamente, Barthes es, voluntariamente, el contrario del Dr Rieux de la Peste de Camus: no quiere comprometerse. No quiere participar de la solidaridad. O más bien, no expresa ningún entusiasmo o calor humano al mismo tiempo que actua a favor del género humano, olvidando todo tipo de relación personal. No se apega a individuos. Actúa por el bien del hombre.
Sin embargo, el caparazón de "detachment" que se ha puesto no lo protege del dolor de sus propios recuerdos, dolor personal que lo hace sensible al dolor de Meredith, de Erica, de los maestros. Su caparazón, su alejamiento le permite acercarse, adentrarse a la humanidad. Exactamente, lo que dice la citación puesta en principio de la película, sacada de Noces de Camus: «Nunca había sentido, tan profundamente, al mismo tiempo mi alejamiento de mi mismo y mi presencia al mundo"
A un mensaje muy acertado y una observación sicológica profunda corresponden un estilo visual muy interesante, que alterna las fotos duramente glaseadas en blanco y negro, tomadas por Meredith, expresando su visión desesperanzada y sin piedad del mundo escolar, los dibujos humorísticos de los deseos callados de los maestros, con gis de colores sobre un pizarrón negro (como ya no los hay en los salones de clases). También unas tomas con una película de texturas diferentes, de lo impecablemente liso hasta un grano espeso, casi tangible. Como unas tomas muy de cerca, que quieren llegar hasta el fondo de los personajes. Y tomas como de documental, saltando de uno a otro. Una cámara que vibra y se apasiona por sus personajes.
Pero también hay momentos estáticos como las entrevistas del principio a varias personas no incluidas en la narración, que, a modo de prologo, los cuestionan sobre sus relaciones con la escuela, los maestros y la enseñanza. Y fragmentos de una entrevista del personaje principal, que parece ser de años después de los eventos, y lo muestra con pelo largo, como abandonado, muy lejos de la imagen seductora del maestro en traje oscuro y camisa blanca que leía La caida de la casa Usher a sus alumnos.
Pero y tal vez encima de todo, hay que ve esta película para ver a un Brody extraordinario. Es un Barthes con una sensibilidad y una frialdad a flor de piel. Temblando con cada parte de su cuerpo y de su cara. Vibrante.
No comments:
Post a Comment