No es una gran película. Funciona más bien como un documental, aunque sean actores los que ocupan los papeles de Nixon y del periodista Frost así como de todos los miembros de los dos equipos. Y resulta muy interesante ver el funcionamiento de los dos bandos: la televisión y el ex presidente.
Nixon representa para Estados Unidos la vergüenza. Por Vietnam y por Watergate. Como dice uno de los entrevistados en la película, lo que dejó al mundo fue que, ahora, a los escándalos se les pone el sufijo –gate.
Yo recuerdo muy bien como, en enero de 1973, mi profesor de latín en la universidad, (quien había sido muy comprometido con los argelinos durante su guerra de independencia) al desearnos un feliz año, agregó:" Y que este año vea el fin de la guerra en Vietnam y que Nixon sea condenado como criminal de guerra."
No fue condenado por eso, pero se fue con el desprecio de todos.
El escándalo de los "plomeros" de Watergate (1972), dado a conocer por los dos periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, y relatado en All the President's Men (Alan J.Pakula - 1976) con Robert Redford y Dustin Hoffman es, sino el mayor, el más "escandaloso" de las historias de espionaje político. Y Nixon queda en las memorias como en hombre deshonesto, traidor, olvidando los logros de su presidencia.
En 1977, años después del retiro, y después de una intervención quirúrgica, se le antoja una (ultima) pelea, para tal vez volver a la arena política, y para ganarse un dinerito extra. Así lo presenta la película de Howar. Su Nixon ( Frank Langella) no inspira mucha confianza. Se le percibe como manipulador, falso, interesado.
La película avanza alternando el lado Nixon con el lado Frost (Michael Sheen ) explicando la trayectoria del periodista, famoso más como animador (Ripley, unos talk shows) , y deseoso de llegar a una fama un poco más "seria" .
Estas dos narraciones cronológicas se entrecruzan con las entrevistas de los participantes a la aventura. Los más numerosos están del lado Frost : James Reston (Sam Rockwell ) , Bob Zelnick (Oliver Platt), John Birt (Matthew Macfadyen) . Del lado de Nixon, se ve básicamente su asistente-consejero Jack Brennan (Kevin Bacon).
Se insiste mucho en los problemas financieros: ninguna cadena televisiva quiere comprar el programa, no hay patrocinadores, y Frost debe hacer el primer cheque de su propia cuenta.
Howard decide presentar también la historia sentimental de Frost con Caroline Cushing (Rebecca Hall). Anécdota innecesaria tal vez para el desarrollo de la empresa periodística, pero que permite ilustrar uno de los ejes de la película: la oposición Frost-Nixon es también la oposición de dos tipos de hombres, de dos caracteres: uno con habilidad de comunicación, el otro carente de carisma.
Después de semanas de investigación, y de ensayos, durante los cuales Zelnick hace el papel de Nixon, para entrenar al equipo a todo tipo de respuesta que se podría presentar, se empieza a filmar las cuatro sesiones de dos horas. Pero, desde el principio, se ve que Frost no está a la altura. Nixon, bajo una apariencia de exquisita amabilidad, se lo está comiendo vivo. No le deja tiempo para hablar. Ocupa la pantalla, se expande sobre cada tema, hace digresiones, bromas, evade. Solo él habla. No deja espacio para preguntas. Frost se queda mudo.
Hasta una noche entre la tercera y la cuarta grabación: Nixon habla por teléfono a Frost. ¿Sera sueño? ¿Será realidad? Parece haber tomado. Y se confiesa: sus miedos, su inseguridad. El parecido entre ellos, por sus orígenes sociales y su necesidad de reivindicarse. Y llega el desafío, la amenaza: eso es un duelo y solo uno puede ganar.
¿Realidad o alucinación de Frost? Pero se pone a trabajar como loco y, con las investigaciones de Reston , encuentra las ultimas balas.
Y, en la última entrevista, sale a disparar, y a matar. Arrincona al ex presidente, lo obliga a reconocer su culpa. Jaque mate. Ni los consejos de Jack Brennan le permiten a Nixon recuperarse de lo que ha confesado.
Y para coronar su triunfo, cuando se va a despedirse de su entrevistado, el periodista le regla al ex presidente humillado un par de zapatos italianos sin agujetas, de esos que Nixon desprecia por "afeminados" .
Las entrevistas fueron el mayor éxito televisivo de todos los tiempos.
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