Una película a la vez sensible sin caer en lo patético, dramática y divertida, que toca a puntos de pedagogía, de política, pero sobre todo de humanidad. Con unos actores remarcables, en una trama muy bien construida. Ningún efectivísimo, ninguna sensiblería. La vida con sus dolores y los pasos más sencillos y a la vez bondadosos que pueden ayudar a avanzar. Con sobriedad y respeto.
Ficha IMDb
Mañana de lunes en un patio de escuela primaria en Montréal. Alice (Sophie Nélisse) le recuerda a Simon (Emilien Néron) que es su día de "berlingots". Es su responsabilidad llevar al salón de clase los cuartos de leche para sus compañeros. Así que entra, pasa por ellos, va a su casillero, se quita todas sus capas de ropa porque estamos en invierno. Pero cuando quiere entrar al salón, la puerta está cerrada. Sorprendido, se asoma a la pequeña ventana de la puerta y ve a Mademoiselle Martine, la maestra, colgada de una viga del salón. Alertadas por su gritos, las maestras empujan hacia fuera los niños que ya se están acercando. Pero Alice ha sido más rápida que los demás y ella también ve a la maestra.
Poco tiempo después se presenta un desconocido a la oficina de la directora. Se llama Bachir Lazhar (Mohamed Fellag, actor y escritor argelino,) y asegura haber enseñado durante 17 años en su Argelia natal. Ya que la escuela necesita alguien que sustituya a la maestra de quien se habla en televisión, él ofrece sus servicios. Aunque este no sea el funcionamiento habitual en las escuelas públicas quebequenses, lo vemos muy rápido en su primera clase. En el mismo salón de Martine, con paredes pintadas de otro color.
Inmediatamente, la frescura y libertad de los niños y niñas de once, doce años se manifiesta. Preguntas sobre el nombre (Bachir significa "el que trae buenas noticias" ¿Cuál buena noticia? preguntan los niños), el origen del maestro. A sus preguntas dan respuestas directas, espontaneas. Cuando el maestro pide regresar las mesas en fila, en lugar de semicirculo, protestan un poco.
Cuando les le parte de La Peau de chagrín de Balzac, lo escuchan con atención, pero cuando habla de dictado, protestan con toda su energía: con Martine, no había dictados". Resultados fatales, Monsieur Lazhar explica los errores, pero con una terminología un poco anticuada, lo que provoca las observaciones despectivas de Marie-Frederique (Marie Ève Beauregard), señorita sabelotodo, que domina perfectamente y altivamente la gramática moderna .
Momentos sencillos muestran la aceptación creciente de los niños a su nuevo maestro: la foto de clase, donde le piden ocupar el lugar del maestro como si fuera el titular, es como una consagración de su derecho a ocupar el lugar de Martine, y, para sonreír juntos basta decir "Bachir". El primero de abril, se pasea con su pescadito de papel colgado en la espalda. "Poisson d’avril, Monsieur Lazhar" Usted está en Canadá y vive las costumbres francesas.
Y los días pasan. Los niños tienen unas sesiones programadas con una sicóloga de nombre predestinado, Mademoiselle La Tendresse (La ternura: solo en Canadá se encuentran esos apellidos anticuados, descriptivos y poéticos). Eso y la pintura nueva en el salón son las dos únicas medidas tomadas por la escuela para ayudar a los alumnos a superar la pérdida de su maestra, lo que representa una pérdida efectiva, sentimental. Pero del hecho que haya sido un suicidio, y en el mismo salón, de eso nadie habla.
Monsieur Lazhar, por su lado, tiene sus propios fantasmas: está en el proceso de admisión a Canadá como refugiado: su esposa, después de escribir un libro sobre algunas decisiones no muy democráticas del gobierno, ha recibido amenazas, que después se extendieron a toda la familia. Así que Bachir se adelantó y vino a Canadá para preparar la llegada de su familia. Esta nunca llegó porque su edificio se incendió la víspera de su salida. Pero el funcionario de migración conoce mejor que M. Lazhar la realidad argelina: ¡ya no son los años 90 con los atentados terroristas! ¡Y además, todo el edificio se incendio! ¿Cómo M. Lazhar puede pretender que su familia estaba bajo amenaza? A todo Bachir contesta con calma, paciencia, con reserva, casi con frialdad. Ningún coraje en él. Ninguna ira. Habla tranquilamente con la verdad.
De la misma forma, en el salón, mantiene su distancia, al mismo tiempo que es muy atento y sabe escuchar y observar a los niños: al que tiene migrañas, le trae una colación, al que le habla en árabe, lo obliga a hablar "en francés en la clase". Y siempre mantiene sus valores. El salón es lugar de paz, de amistad, de respeto y trabajo.
En este ambiente de confianza respetuosa, podrán salir a flote los conflictos, en particular el de Alice y Simon. Con los sentimientos de responsabilidad, culpabilidad, que cada quien asumió o proyectó sobre los demás. Y por fin podrá decirse la parte de responsabilidad y la violencia de la maestra suicida.
Es una escuela moderna, donde se evita todo acercamiento a los niños, verbal o físico. Donde los métodos pedagógicos pretenden hacerles la vida más fácil, con programas que les evitan los esfuerzos, para evitarles sufrimientos y negarles las dificultades pero también la felicitad de vencerlas, llega un hombre con otros valores, intelectuales, pero también culturales y humanos. Que no ha sido pervertido por la modernidad pedagógica o social. Que no tiene miedo a hablar, a imponer, a ser fuerte.
M. Lazhar no sabe dar clase como Claire ( Brigitte Poupart) quien maneja con igual brío culturas primeras con todo y poo woo , y teatro . Pero Bachir le hace ver con mucho respecto y delicadeza que la visión que presenta su obra de teatro sobre Livingston y la colonización de África es igualmente falsa que la de los colonos. Alusión discreta de Falardeau al hecho de que se les llena la cabeza a los niños con nociones tal vez no tan útiles para su crecimiento, tal vez no tan exactas. Monsieur Lazhar no sabe cómo manejar los "contenidos transversales". Otra discreta pista de reflexión: el tecnicismo de la enseñanza se ha tal vez alejado de lo constructivo del razonamiento en la educación. Como se ha olvidado que tocar a un niño no siempre es un abuso, que puede ser una medida de protección, de apoyo, de ayuda física o moral. En un sistema donde todo se reduce a actos superficiales, se va perdiendo el verdadero sentido del papel del adulto frente a los niños.
En ningún momento, Falardeau recurre a escenas fáciles, lacrimógenas o cómicas. Se queda siempre al borde. La ironía es sutil y seguramente muchos espectadores que no conocen los trucos de la enseñanza, no se darán cuenta de cuán bien documentada es la película. Refleja una realidad existente pero la presenta sin insistir, sin volverla ridícula. Como no insiste demasiado sobre la situación muy feminizada de la educación.
A veces simplemente evita la escena demasiado cargada en emocion, como lo hace para la última clase: M Lazhar está solo en su salón. No lo hemos visto despedirse de sus niños. Hasta que vuelve Alice, con mochila, lonchera y tantas cosas en las manos. El abrazo de los dos es la demostración que pedagogía moderna o no, interdicciones o no, se ayudaron a sanar. Es simple, es justo. Es una escena necesaria pero filmada desde la puerta del salón. ¿Para qué acercarse? No hay que ser indiscretos.
El actor, Mohamed Fellag, es maravilloso de bondad, de humor discreto. Su porte de hombre de otra época, muy cortés, educado, respetuoso y respetable. Que no tiene miedo de opinar pero siempre guarda silencio ante una respuesta que lo sorprende. Y obedece. Que no quiere provocar ningún escándalo.
Y los niños, sobre todo Alice y Simon, son extraordinarios de verdad, de profundidad en sus interpretaciones.
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