Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Saturday, July 28, 2012

Partir (Catherine Corsini, 2009 ) - 8/10

A partir de una situación trillada: una mujer casada abandona esposo, hijos y buena situación social para irse con un trabajador manual, Catherine Corsini logra poner en escena una tragedia sobria, fuerte , irreversible .

Ficha IMDb

Un esquema clásico: mujer de cuarenta y más años, casada, 2 hijos adolescentes, vive de repente una pasión irresistible, y reciproca, con un hombre de otra cultura, otro nivel social. Y lo deja todo para entregarse. Una historia muy clásica, muy literaria: Ana Karenina, por ejemplo.

La puesta en escena es muy clásica, depurada. La sensualidad invade la trama, porque de eso se trata antes que todo, de un deseo absolutamente irreprensible. Cuando hijos, esposo, dinero, reputación, ya no pesan nada en comparación con la felicidad que se encuentra con alguien.

Se podría considerar que la primera escena es una forma de hacer trampa. Al mismo tiempo que sobria, por el silencio, por la decoración austera de la casa, por la discreción: un disparo oído del exterior de la casa. Sabemos que es la mujer quien dispara. ¿Pero, en contra de quien? Solo sabemos que la historia va a terminar por la muerte de alguien. La historia de amor que vamos a ver es una tragedia.

Este anuncio contrasta con las imágenes siguientes: sol, calor, sur de Francia, remodelación de una parte de una casa, limpieza. Se tiran los trastos viejos. Se hace lugar para algo nuevo: una mujer vuelve a trabajar, después de 15 años dedicados a cuidar a sus hijos. Esta mujer, Suzanne (Kristin Scott Thomas) encarna la vida, la espontaneidad, es amable, se preocupa por los demás, ayuda al obrero que vino a sacar los muebles viejos. Su esposo, en cambio, regatea, regaña, exige. Este doctor, Samel (Yvan Attal) amigo del alcalde de la ciudad, es un ser en realidad despreciable, manipulador. La humilla discretamente mientras vive con él. Pero, cuando su estatuto de macho triunfante se ve amenazado, reacciona de la forma más mezquina: después de las preguntas: se acostaron, cuantas veces, donde, suplica, hace regalos. Y ella cede. Se queda. Pero como contesta el teléfono durante una cena con los suegros, él la encierra en su cuarto, castigándola como niña desobediente.

Pero cuando ella finalmente se va, dejando todo, la empuja a la pobreza, le quita todo el dinero al cual tiene derecho después de 15 o más años de vida conyugal, bloquea las cuentas bancarias, usa de sus influencias para que el amante no consiga trabajo, le pone una trampa para que lo arresten. Eso le da la posibilidad de chantajear a su mujer ("Eres mi mujer", como si fuera una pertenencia) para que vuelva a la casa. Y, en la primera noche, la somete al castigo extremo, el más intimo : el sexo.

Porque es mezquino y despreciable, lo único que ve el marido en la infidelidad de su esposa, es el aspecto mezquino y despreciable, inmoral: acostarse, y con un ex convicto. Y no cuestiona en ningún momento su propia "moral" y si su comportamiento matrimonial ha sido realmente moral.

Esta bajeza del esposo, que no había tenido oportunidad de salir a flote, simplemente porque la esposa se había portado mal se manifiesta en la casa: ordenada, demasiado, fría, sin alma. En oposición a la luz exterior, luz de la pequeña ciudad española a donde Suzanne lleva a Ivan (Sergi Lopez) a ver a su hija, luz de la playa donde pasan un día con la niña. Y sobre todo a la naturaleza exuberante del monte donde descubren una vieja casa en ruinas que se volverá su refugio.

Suzanne descubre su propia naturaleza en una escena muy ordinaria: mientras espera a Ivan, que pasa el día con su hija, sentada en el pasto en un parque, una abeja viene a molestarla. Para quitársela, se quita su playera. Y ahí está, en pleno sol, en la hierba, en sostén. Y se ríe. Sorprendida de sentirse tan bien.

La selección de Kristin Scott Thomas para el papel hace mucho sentido: extranjera, habla un francés perfecto pero con una punta de acento, lo que queda perfectamente bien frente a Sergi Lopez, catalán (en 2006 fue el Capitan Vidal en El laberinto del fauno de Guillermo del Toro) que habla un francés cantante, redondo, lleno de luz. Pero Kristin Scott Thomas es también dotada de una belleza elegante, aristocrática, que puede parecer fría, que encierra melancolía y como una mirada hacia su interior.

La pareja que conforman es perfecta: ella es una mujer que lleva años despreciada, sin tal vez haberse dado cuenta hasta el día en que trata de hacer algo por ella misma y se da cuenta que esto no estaba considerado en el contrato matrimonial. Este hombre, sencillo, que se pelea en el día a día para conseguir trabajitos y sobrevivir, cerca de las cosas primordiales, le ofrece un refugio, calor humano, comprensión. Y atención, deseo.

Una escena muestra de la delicadeza con la que Corsini filma su historia es la escena del primer beso. Filmada de muy lejos y alto, como de la ventana de una edificio, dos siluetas salen del restaurante. Es tarde porque se han quedado hablando. Se distinguen las siluetas y sus sombras. Una cojea. La otra se acerca, planta un beso, se separa y sigue caminando.

O las escenas de sexo, apasionadas, pero sin acercarse a las caras. El placer es cosa íntima, no se comparte, no se divulga.

Durante toda la película estamos con Suzanne. Lo vemos todo con sus ojos, con su debilidad, su miedo, pero también la determinación que la lleva a buscar a Ivan, a hacer cualquier trabajo manual para seguir viviendo con él, a robar su propia casa. A disparar.

. La escena de la abeja en el parque es reveladora pero el despertar de Suzanne comenzó con el deseo de volver a trabajar, en un oficio que es sensual: la kinesiterapia consiste en tocar y entregarse a la gente: tocar donde duele para ayudar a eliminar el dolor y a recuperar el uso completo del cuerpo. Ella acepta el contacto con los cuerpos, a diferencia de su esposo, muy frio en su trabajo, a pesar de ser médico.

Su nueva situación profesional será inferior a la del esposo, inferioridad que, en cierta forma, equilibra con Ivan, siendo él considerado como inferior en la jerarquía tradicional que pone a los trabajadores manuales debajo de los trabajadores intelectuales.

Pero otro elemento determinante entre los dos amantes es el encuentro entre dos extranjeros en un mismo país. Frente al esposo, tan bien instalado en la sociedad burguesa que está pensando en asumir un papel político en la ciudad, bien instalado en su familia (la cena con los suegros), ella se encuentra por fin cómoda con otro extranjero. Su primera cena, en la pequeña ciudad española, se la pasan contándose sus llegadas a Francia. Porque un extranjero, aún después de años de residencia, sigue sintiéndose extranjero. Y esta experiencia, solo otro extranjero la puede entender y compartir.

Una película que sabe conjugar sensualidad, pasión extrema, con discreción y austeridad para contar una gran historia de amor trágico. Con dos magníficos actores. Muy recomendable.

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