Michel Gondry regresa con una película en un terreno mucho mas suyo y prácticamente consigue borrar la terrible pesadilla que fue The Green Hornet. En una historia adaptada de vivencias reales, Gondry demuestra que en el fondo y más que nada, es un excelente contador de historias.
La ficha IMDB
Es el último día de clases en una preparatoria del Bronx y una parvada de adolescentes invade el autobús como lo hacen de costumbre, imponiéndose sobre el resto de los usuarios. Cada grupo de chavos y chavas lidia con sus problemas a veces aislados, a veces chocando con los otros.
Desde una perspectiva formal, The We and the I es muy diferente a lo que Gondry nos tiene acostumbrados. Para empezar, se aleja casi totalmente de esos mundos de fantasía que tanto le gustan y se limita a la realidad de un grupo de adolescentes que no podrían ser más normales. Salvo por algunos pasajes en la imaginación y en los recuerdos de los personajes, toda la acción se limita a diálogos dentro del autobús. Uno pensaría que un universo así de pequeño le causaría problemas a Gondry, y si bien no puede evitar meter de alguna forma fuego hecho con papel celofán y similares, la verdad es que Gondry parece sentirse cómodo con estas restricciones.
La cinta hace un muy buen trabajo capturando el dinamismo de las acciones, lo enorme que es algo tan sencillo como un viaje en autobús cuando uno tiene 16 años. Todo el drama y las enormes consecuencias que cada decisión y cada dialogo parecen tener están ahí y se sienten en las diferentes escenas.
Los micro universos tienen sus propias dinámicas y sus propias preocupaciones, pero todos están conectados. Esa interacción está muy bien reflejada en la cinta, como hay eventos que conectan a estos grupos separados, como por ejemplo burlarse de un individuo que nada tiene que ver con nadie, o compartir un video que a todos hace reír. El uso del celular como arma predilecta para casi todo está bien demostrado, sin llegar a una ridiculización o un intento por moralizar a su alrededor; sino mas bien mostrándolo como el objeto de afirmación social, de confirmación de pertenencia, que de una u otra manera toda generación de adolescentes necesita.
La evolución de la narrativa funciona bien para presentar a los personajes y explorar el caos de todos juntos al mismo tiempo que las sutilezas de cada uno. El inicio es confusión total pues la película no pierde tiempo en explicar o exponer nada de una manera que se sienta anti natural, pero pronto queda claro quién es quién y si bien no es evidente hacia dónde vamos, no es realmente importante. Conforme el tiempo, y el autobús, avanzan, las cosas se simplifican de manera natural; no solo hay menos personajes, sino que las pequeñas tramas se aclaran, las relaciones toman forma y las personalidades emergen. Para cuando llegamos al final, esta investigación alrededor del lugar del individuo en el grupo queda clara; la dimensión del egoísmo y del altruismo de los adolescentes queda expuesta, sin juicios.
La fotografía y la música acompañan bien a la historia, y si bien la decisión de dividir la cinta en dos partes de manera explícita no parece cumplir ningún propósito, tampoco estorba demasiado. Los pocos efectos visuales son interesantes y las tomas de New York en movimiento están muy bien logradas.
Las diferentes historias de los adolescentes, interpretados por ellos mismos por cierto, están todas inspiradas en su realidad y parece que en el peor de los casos, The We and The I le ofreció a los chavitos una mirada sobre sí mismos que no hubiesen tenido y quizá hasta una catarsis. No todos son buenos o siquiera decentes actores, pero no son tan malos como para distraer de la cinta y la decisión de usarlos conserva cierta naturalidad y le va bien al proyecto.
Lejos de un mundo de fantasía visual que es el suyo, Gondry armo una narración que se siente honesta (algo que si es muy suyo) y que fluye bien. The We and The I se disfruta y tiene corazón.
La ficha IMDB
Es el último día de clases en una preparatoria del Bronx y una parvada de adolescentes invade el autobús como lo hacen de costumbre, imponiéndose sobre el resto de los usuarios. Cada grupo de chavos y chavas lidia con sus problemas a veces aislados, a veces chocando con los otros.
Desde una perspectiva formal, The We and the I es muy diferente a lo que Gondry nos tiene acostumbrados. Para empezar, se aleja casi totalmente de esos mundos de fantasía que tanto le gustan y se limita a la realidad de un grupo de adolescentes que no podrían ser más normales. Salvo por algunos pasajes en la imaginación y en los recuerdos de los personajes, toda la acción se limita a diálogos dentro del autobús. Uno pensaría que un universo así de pequeño le causaría problemas a Gondry, y si bien no puede evitar meter de alguna forma fuego hecho con papel celofán y similares, la verdad es que Gondry parece sentirse cómodo con estas restricciones.
La cinta hace un muy buen trabajo capturando el dinamismo de las acciones, lo enorme que es algo tan sencillo como un viaje en autobús cuando uno tiene 16 años. Todo el drama y las enormes consecuencias que cada decisión y cada dialogo parecen tener están ahí y se sienten en las diferentes escenas.
Los micro universos tienen sus propias dinámicas y sus propias preocupaciones, pero todos están conectados. Esa interacción está muy bien reflejada en la cinta, como hay eventos que conectan a estos grupos separados, como por ejemplo burlarse de un individuo que nada tiene que ver con nadie, o compartir un video que a todos hace reír. El uso del celular como arma predilecta para casi todo está bien demostrado, sin llegar a una ridiculización o un intento por moralizar a su alrededor; sino mas bien mostrándolo como el objeto de afirmación social, de confirmación de pertenencia, que de una u otra manera toda generación de adolescentes necesita.
La evolución de la narrativa funciona bien para presentar a los personajes y explorar el caos de todos juntos al mismo tiempo que las sutilezas de cada uno. El inicio es confusión total pues la película no pierde tiempo en explicar o exponer nada de una manera que se sienta anti natural, pero pronto queda claro quién es quién y si bien no es evidente hacia dónde vamos, no es realmente importante. Conforme el tiempo, y el autobús, avanzan, las cosas se simplifican de manera natural; no solo hay menos personajes, sino que las pequeñas tramas se aclaran, las relaciones toman forma y las personalidades emergen. Para cuando llegamos al final, esta investigación alrededor del lugar del individuo en el grupo queda clara; la dimensión del egoísmo y del altruismo de los adolescentes queda expuesta, sin juicios.
La fotografía y la música acompañan bien a la historia, y si bien la decisión de dividir la cinta en dos partes de manera explícita no parece cumplir ningún propósito, tampoco estorba demasiado. Los pocos efectos visuales son interesantes y las tomas de New York en movimiento están muy bien logradas.
Las diferentes historias de los adolescentes, interpretados por ellos mismos por cierto, están todas inspiradas en su realidad y parece que en el peor de los casos, The We and The I le ofreció a los chavitos una mirada sobre sí mismos que no hubiesen tenido y quizá hasta una catarsis. No todos son buenos o siquiera decentes actores, pero no son tan malos como para distraer de la cinta y la decisión de usarlos conserva cierta naturalidad y le va bien al proyecto.
Lejos de un mundo de fantasía visual que es el suyo, Gondry armo una narración que se siente honesta (algo que si es muy suyo) y que fluye bien. The We and The I se disfruta y tiene corazón.
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