Una película muy agradable, con buenas interpretaciones y un trabajo interesante en la dirección de arte. Es el principio de las festividades del Bicentenario-Centenario en el ambiente cinematográfico. No esperen ningún análisis político. Es antes que todo una película de diversión. Pero de calidad.
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Que empiece el desfile de películas para celebrar el bicentenario-centenario. Aunque, finalmente, toda película actual es una forma de ver, o analizar, o contar doscientos años de ser mexicanos, o cien años después de la revolución. Porque toda película que nos de un estado de la nación, aunque sea en la simple vida cotidiana, es obra histórica. Y podrá ser, dentro de diez, veinte, cincuenta o más años, un testimonio de lo que vivieron les mexicanos.
¿Se trata de una película histórica? Si, porque recrea un momento de la historia de México, un suceso real, el intento fallido de asesinato de Porfirio Díaz, a la edad de cincuenta y siete años .Y porque los personajes existieron realmente, en particular Gamboa, autor de la novela Santa , y secretario de Relaciones Exteriores de 1908 a 1910.
Pero no es obra de historiador. No da un análisis o explicación de los hechos. Simplemente describe. Es, antes que todo, una narración, en un sentido muy literario de la palabra. Es un trabajo sobre la narración, con una organización no cronológica, deliberadamente escogida para mantener un suspenso, un interés, en los hechos y en los personajes. Con un ritmo bien marcado, puntuado por las escenas de teatro popular, que resumen y acentúan el aspecto falso de los hechos. Que hacen intervenir el pueblo y sus burlas para que veamos bien que los sucesos políticos no son serios y no merecen nuestro respeto. Que, con dos actores y algunos accesorios, se pueden recrear los hechos, conservando las frases que pasarán a la memoria popular.
La película trabaja sobre lo visual. La imagen esta llena, más que llena, con primer plano, segundo plano, fondo. Con figurantes, que se mueven, hablan, y hacen pequeñas escenas, como sobre un escenario de teatro, o más bien de ópera. Los decorados son sobrecargados, los trajes son más que realistas, con excesos de telas, encajes, sombreros, medallas. Es más real que la realidad.
Y, al mismo tiempo, se usaron telas para hacer los fondos: el quiosco de Santa María, los muros de las calles del centro. Como se hacían para las fotos oficiales, de bodas, primeras comuniones, aniversarios. La película se muestra a si misma como puesta en imagen de una época. Los créditos de principio anuncian muy bien las intenciones: estas tarjetas postales, fotografías, cartones que flotan en una tercera dimensión y nos bombardean con arquetipos (como las tarjetas de la lotería) y con los nombres de todos los que participaron, seres humanos o entidades culturales o comerciales.
La película es un desfile de tarjetas animadas: el Poeta, el Anarquista, el Político, la Madre-burguesa, la Madre-humilde, el Borracho, la Trabajadora, el Ejecutor, el Presidente…
La puesta en escena insiste sobre el aspecto teatral de la vida política. Los hombres que vienen a linchar a Arnulfo Arroyo se desplazan como bailando; el atentado, y después el “suicidio” de Eduardo, tienen varias versiones, imaginadas, soñadas, reinterpretadas. La madre (Maria Rojo) interpreta la gran escena de la tragedia de la madre dolorosa, sostenida y rodeada por el coro de las plañideras.
Hasta las escenas de amor entre Gamboa y Cordelia son interpretadas como juegos poético-eróticos. Los actores ayudan a esta visión: el asesino, Arnulfo Arroyo (José María Yazpik ) con la flexibilidad y el encanto seductor del borracho que no toma nada en serio. Gamboa (Gimenez Cacho) , con su elegancia y su bigote, Eduardo Velázquez (Julio Bracho),, como la sombra negra, siempre serio y rígido, y Cordelia ( Irene Azuela), entre los tres, engañando sin engañar.Y no se hable de Don Porfirio, con sus medallas, su oro, sus plumas, su uniforme y su sillón, que manda todos a callar y se ríe del miedo que le tienen.
Nada es natural, todo es falso. Todo es risible. Como lo es la política. Como, tal vez lo es la Historia. Que finalmente es una mera interpretación en su tentativa de explicar los hechos pasados.
¿Se trata de una película histórica? Si, porque recrea un momento de la historia de México, un suceso real, el intento fallido de asesinato de Porfirio Díaz, a la edad de cincuenta y siete años .Y porque los personajes existieron realmente, en particular Gamboa, autor de la novela Santa , y secretario de Relaciones Exteriores de 1908 a 1910.
Pero no es obra de historiador. No da un análisis o explicación de los hechos. Simplemente describe. Es, antes que todo, una narración, en un sentido muy literario de la palabra. Es un trabajo sobre la narración, con una organización no cronológica, deliberadamente escogida para mantener un suspenso, un interés, en los hechos y en los personajes. Con un ritmo bien marcado, puntuado por las escenas de teatro popular, que resumen y acentúan el aspecto falso de los hechos. Que hacen intervenir el pueblo y sus burlas para que veamos bien que los sucesos políticos no son serios y no merecen nuestro respeto. Que, con dos actores y algunos accesorios, se pueden recrear los hechos, conservando las frases que pasarán a la memoria popular.
La película trabaja sobre lo visual. La imagen esta llena, más que llena, con primer plano, segundo plano, fondo. Con figurantes, que se mueven, hablan, y hacen pequeñas escenas, como sobre un escenario de teatro, o más bien de ópera. Los decorados son sobrecargados, los trajes son más que realistas, con excesos de telas, encajes, sombreros, medallas. Es más real que la realidad.
Y, al mismo tiempo, se usaron telas para hacer los fondos: el quiosco de Santa María, los muros de las calles del centro. Como se hacían para las fotos oficiales, de bodas, primeras comuniones, aniversarios. La película se muestra a si misma como puesta en imagen de una época. Los créditos de principio anuncian muy bien las intenciones: estas tarjetas postales, fotografías, cartones que flotan en una tercera dimensión y nos bombardean con arquetipos (como las tarjetas de la lotería) y con los nombres de todos los que participaron, seres humanos o entidades culturales o comerciales.
La película es un desfile de tarjetas animadas: el Poeta, el Anarquista, el Político, la Madre-burguesa, la Madre-humilde, el Borracho, la Trabajadora, el Ejecutor, el Presidente…
La puesta en escena insiste sobre el aspecto teatral de la vida política. Los hombres que vienen a linchar a Arnulfo Arroyo se desplazan como bailando; el atentado, y después el “suicidio” de Eduardo, tienen varias versiones, imaginadas, soñadas, reinterpretadas. La madre (Maria Rojo) interpreta la gran escena de la tragedia de la madre dolorosa, sostenida y rodeada por el coro de las plañideras.
Hasta las escenas de amor entre Gamboa y Cordelia son interpretadas como juegos poético-eróticos. Los actores ayudan a esta visión: el asesino, Arnulfo Arroyo (José María Yazpik ) con la flexibilidad y el encanto seductor del borracho que no toma nada en serio. Gamboa (Gimenez Cacho) , con su elegancia y su bigote, Eduardo Velázquez (Julio Bracho),, como la sombra negra, siempre serio y rígido, y Cordelia ( Irene Azuela), entre los tres, engañando sin engañar.Y no se hable de Don Porfirio, con sus medallas, su oro, sus plumas, su uniforme y su sillón, que manda todos a callar y se ríe del miedo que le tienen.
Nada es natural, todo es falso. Todo es risible. Como lo es la política. Como, tal vez lo es la Historia. Que finalmente es una mera interpretación en su tentativa de explicar los hechos pasados.
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