Adaptada de una novela de Tatiana de Rosnay, La llave de Sarah es, es cierto, un melodrama. Pero sabe tocar donde duele: familias separadas, deber de memoria, enojo contra las injusticias y inhumanidad de un régimen que se aceptó como cómplice de un genocidio. La gran presencia de Kristin Scott Thomas y la belleza de las imágenes nos hacen olvidar que la historia es profundamente cursi. Pero con muy buenas intensiones.
Ficha IMDb
Las historias de dos mujeres, de dos épocas, se van entrelazando. Cada una en busca de algo. Con un lugar de encuentro: un departamento.
El punto central de la historia es uno de los momentos más vergonzosos del régimen de Vichy. París, julio de 1942: la policía francesa busca sistemáticamente a todas las familias judías de Paris, perfectamente identificadas y localizadas anteriormente, para llevarlas, en autobuses requisicionados para tal efecto al Vélodrome d’Hiver. Se quedaran ahí varios días en condiciones de higiene espantosas, antes de ser dirigidos a Drancy donde subirán a trenes hacia los campos de concentración.
74 trenes hacia Auschwitz , 76000 judios.
La historia de cada mujer avanza en orden cronológico. A partir de 1942 para la historia de Sarah, a partir de 2009 para Julia, con el relato del suegro y de los testigos como flash backs.
Los colores ocres de la película, le dan un aspecto antiguo, extraño. Hasta la imagen de esperanza de las niñas corriendo en el campo de trigo se tiñe de extrañeza.
Julia Tezac (Kristin Scott Thomas) es una mujer aparentemente feliz: esposo, buena situación, hija, trabajo que la apasiona. Equipo de trabajo agradable. Se lleva bien con familia política.
¿Sera por su situación de extranjera? Sera por un vacio en alguna parte? ¿Sera simplemente curiosidad intelectual? ¿Sera solidaridad femenina? ¿Sera instinto protector? Un lazo se establece a través los anos y los exilios, entre la pequeña Sarah y ella.
Julia hace una investigación de reportera, aplica a una necesidad que se ha vuelto personal. Mezcla dos niveles en una forma tal vez no honesta.
Sarah (Méslusine Mayance) es un personaje fundamentalmente solitario, tiene solamente compañeros temporales. Sus padres no parecen dignos de ella, y, en el Vélodrome d’hiver , ella se voltea hacia otra mujer, Anna ,fuerte, determinada al punto de cortarse dentro de la boca para fingir una hemorragia y poder salir del velódromo. Después Sarah seguirá el consejo dado por Anna "Piensa solamente en ti, únicamente en ti". En el campo, tomará de compañera de camino a Zoe (Karina Hin), y después al matrimonio Dufaure ( Niels Arestrup ) . Su matrimonio en Estados Unidos y su hijo no podrán llenar el vacío, la soledad ni calmar la culpabilidad.
La intriga familiar: la bisabuela Tezac ( Gisèle Casadesus ) en una clínica, el esposo(Frédéric Pierrot ) que rechaza al embarazo de Julia, la hija ( Domique Frot ) que se angustia al pensar que sus padres van a divorciar , todo eso queda relegado en muy segundo plano. Hasta parece que la familia francesa de Julia está ahí solamente para el momento de la revelación de su suegro ( Michel Duchaussoy ) sobre el hecho central : el descubrimiento por Sarah del cadáver de su hermanito en el closet del departamento, ahora ( justo después de la rafle) ocupado por la familia Tezac.
La película insiste sobre el papel de la policía francesa. Se ve a un solo alemán, el que va a casa de los Dufaure, llamado por el doctor, francés, para buscar a las niñas.
Queda clara la voluntad de enseñar la responsabilidad francesa en la persecución de los judíos. Con la fuerza de la autoridad pero también con actitud individual, los policías ejecutan. Son muy numerosos en el Velódromo de Invierno, son duros, brutales en el campo de Beaume la Romande. Arrancan los niños a sus madres y, cuando no pueden, utilizan el agua de las mangueras para separarlos.
Pero uno de ellos, subyugado por la autoridad de la minúscula Sarah, decide ayudarla a cavar un hueco bajo los alambres.
En el pueblo, varias familias rechazan a las niñas, el médico denuncia pero los Dufaure hacen todo para salvar a las dos niñas y para ayudar a Sarah a volver a Paris.
La familia Tezac ocupa el departamento pero el padre de Bertrand , al ver al niño muerto, decide responder por una responsabilidad que en realidad no es suya y manada regularmente dinero para ayudar a la nueva familia de la niña. Como la secunda esposa decidirá cuidar al hijo de Sarah como si fuera suyo.
Así la película trata de mantenerse en una posición no maniquea: no todos los franceses han sido héroes, ni tampoco colaboradores. Las decisiones del gobierno no se han reflejado en los comportamientos individuales. El ser humano, como individuo, puede ser bueno, aun en circunstancias que lo obligarían a ser malo.
Kristin Scott Thomas, como siempre hermosa, nostálgica, seria, firme e impenetrable, se percibe como sensible bajo su elegante apariencia.
Es cierto que es un drama, es cierto que se nota la actual voluntad oficial, por no decir política, de arrepentimiento, pero es también un tributo a toda la gente buena que, cada uno en su rincón han hecho, hacen lo poco que está en su poder para aportar una semilla de ayuda.
La llave de la niña, al mismo tiempo que es el objeto necesario dar a alguien para salvar al hermano, que no se debe perder en ningún momento, es también el símbolo del deber de memoria de las generaciones posteriores. Por eso es el tesoro que finalmente el padre dará su hijo al mismo tiempo que le revelará al verdad sobre su madre.
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