Basado en la novela del mismo título de Joanne Harris, un lindo cuento de hadas chocolateras. Con muy buenos actores y suculentos chocolates. Con un mensaje de aceptación de las diferencias y de los placeres cotidianos. Más bien para público joven. Pero se deja consumir con gusto
Ficha IMDb
Un domingo de fin de invierno, en los años 50, durante misa, llegan al tranquilo pueblo de Lansquenet, a orillas del río Tarn, dos criaturas con capas rojas. Madre e hija están guiadas por el viento del norte, que sacude las puertas de la iglesia y apaga las velas.
Vianne Rocher (Luliette Binoche), la madre, renta una vieja atienda abandonada e instala una chocolatería. Instala varios objetos, estatuillas, de dioses mayas, y la urna que contiene las cenizas de su madre quien, antes que ella, supo, con chocolate, curar las penas y adivinar los destinos. Con las recetas de esta, empieza a hacer chocolates de todas formas, sabores y poderes.
La misión de Vianne es que cada uno encuentre su felicidad: la abuela convivirá su nieto, el viejo enamorado tímido, M. Blézot (John Wood) hablará con su amor Madame Audel (Leslie Caron) (viuda desde hace 17 años) , la pareja fría encontrará el placer, la malcasada Joséphine (Lena Olin) conocerá su fuerza personal y creativa y se liberará de su esposo Serge Muscat (Peter Stormare) , dueño del café del pueblo. Para cada uno, Vianne sabe cuál es el chocolate preferido, chocolate que le da fuerza para encontrar lo que más desea sin tal vez reconocerlo.
Pero el pueblito vive tranquilo bajo la autoridad austera del Conde de Reynaud (Alfred Molina) quien espera, según dice, el regreso de su esposa de viaje en Venecia. Su secretaria, Caroline Clairmont (Carrie-Anne Moss), una joven viuda, suspira en silencio por él, mientras impide a su hijo Luc (Aurélien Parent-Koenig) ver a su abuela Armande (Judi Dench) dueña del local de la chocolatería, lectora inmoral de poesía, diabética que no quiere ir a un asilo donde la cuidarían, y le prohibirían comer chocolates. Todos son conservadores, católicos, enemigos de todo lo desconocido. Y por ende, reprimidos y en realidad infelices. Cada domingo, escuchan con atención el sermón del joven sacerdote, el padre Henri (Hugh O’Connor), en realidad inspirado o dictado por el conde. Todos saben ya que la chocolatería es el Enemigo, la presencia del diablo. Sobre todo cuando Vianne anuncia su gran fiesta del chocolate para el Domingo de Pascuas.
Un día pasa unos barcos de gitanos. La ciudad se organiza para darles a entender que no son bienvenidos. En la narración, ellos van a ser el catalizador de los eventos: Vianne, a petición de Armande, organiza una gran comida de cumpleaños, el postre será sobre el barco de los gitanos. Comida, música, baile, amor con Roux (Johnny Depp) uno de los nómadas.
Pero la venganza ronda, en la persona de Serge , que las lecciones del Conde , para adquirir algo de distinción en su vestimenta y sus modales, no han logrado cambiar. Y menos en sus sentimientos.
Todo acabará bien, el conde aceptará que es un goloso, que su esposa nunca volverá y que Caroline está bien bonita y elegante.
Toda la historia es en realidad un cuento de hadas, contado por un voz off femenina, quien se identifica al final como Anouk (Victoire Thivisol) ,la hija de Vianne, Empieza con “erase una vez”, madre e hija visten una capa roja, la tienda de chocolates parece cambiar de forma y dimensión en función de la escenas. Y sobre todo, ¿Cómo puede Vianne, sola o con la ayuda de Joséphine; preparar tantos chocolates?…. La chocolatería es la cabaña de la bruja de Hansel y Gretel. Es el lugar de todas las tentaciones, todos los encuentros y todos los placeres.
La cinta no es mala. Pero se dirige más bien a un público de jóvenes para darles una lección sobre tolerancia, aceptación de las diferencias y necesidad de aceptar su propio camino. En realidad es una muy linda película pesar de su simplicidad. Pero ¡que bonitos chocolates ! ….
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