Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Thursday, July 10, 2014

Premier mai - le père et l’enfant (Luis Saslavsky, 1958) – 6/10

Una comedia tierna, familiar, inspirada por una ideología popular, en el sentido político, donde la gente humilde es buena, honesta, solidaria. Los actores son talentosos y derrochan generosidad. El niño, un joven actor desconocido y que lo seguirá siendo, desgraciadamente, es excelente de natural.

Ficha IMDb

En esta cinta, todo gira alrededor del nacimiento de los niños: el parto que Thérèse Meunier (Bernadette Lange) quiere tener en su casa. La experiencia prematrimonial que quiere experimentar Annie (Nicole Berger), hermana de Thérèse, y novia de Gilbert (Walter Chiari ), quien es socio de Jean  Meunier (Yves Montand) en su pequeña empresa de instalaciones eléctricas, sonorización de fiestas. La concepción sobre la cual el pequeño François (Yves Noël ) pregunta cada día más, sobre todo ahora que se acerca la « compra » y “entrega” del nuevo hermanito, y cuando todas las mujeres de la casa hablan sin cesar de ello, con medias palabras. 

Thérèse piensa que sería una buena idea que Jean aproveche el día festivo para llevar a su hijo al partido de football, entre hombres, y le explique los secretos de la vida, mientras ella, en casa, da a luz., con la ayuda de su mama y de la partera Madame Tartet (Georgette Anys.

Porque hoy es día festivo, Primero de Mayo, día de la clase trabajadora y de “muguet”, lirio del valle, estas campanitas blancas muy odorantes, que se acostumbra regalar en Francia ese día para desear suerte y felicidad. 

Todo va bien, hasta que hace su aparición Blanchot (Maurice Biraud), a quien Jean le prestó hace tiempo 10 000 francos y que nunca se los devolvió. Se  lo encuentran en el camino al juego de football: tiene coche convertible y propone a Jean devolverle su dinero, pero lo atrae a un club de juegos y lo presiona para que juegue. Obviamente, Jean gana, y mucho, al principio. Hasta que llega la policía y se lleva a todos. 

François tendrá que sacar a su papa del comisariado, conseguir inyecciones, médico y ambulancia para su mama. 

Se siente que la película fue inspirada por una mente de izquierda, convencida de la bondad de la gente trabajadora. En esos años, Yves Montand y su esposa Simone Signoret estaban muy cercanos al partido Comunista Francés: él fue a cantar a Moscú, invitado por el gobierno soviético. Premier mai no es abiertamente una película política pero transmite una visión positiva de las clases humildes. Esta visión maniquea de la sociedad nos puede parecer risible, simplona, inocente. Todos los que viven alrededor de Jean y su familia son buenos, trabajadores, honestos, tal vez torpes pero llenos de buenas intenciones, se ayudan, se entienden. Tienen poco dinero pero lo ganaron con el sudor de su frente. El viejo y gruñón, y un poco alcohólico, conductor de camión (Aldo Fabrizi) acepta perder el dinero de la entrega de sus flores con tal de ayudar a un niño; Maurice ( Laurent Terzieff) presta su taxi sin resentimientos a Annie que coqueteó con él para inspirar celos a Gilbert , para que ella pueda llegar a la clínica con este último, porque este es ya casi parte de la familia. Todas las telefonistas se ponen a trabajar para averiguar en qué clínica esta la hermana de su compañera .Jean regala parte de sus ganancias a un viejo, maltratado por sus hijos, que desea pasar los últimos años de su vida en el pueblo de su infancia, cultivando un pedazo de tierra con un viejo amigo.

Mientras Blanchot y el presidente del círculo de juego, los malos, los tramposos, tienen amigos en posiciones de poder, que pueden sacarlos del puesto de policía con una simple llamada telefónica. Siempre coexistirán los dos mundos. 

Las costumbres sencillas de la clase popular son presentadas con naturalidad pero con cierta admiración: cocinar un buen guiso de ternera, regalar lirio del valle, ir entre hombres a ver el juego de football, o escucharlo en la radio, mientras se toma una cerveza en el café de la esquina, ir pacíficamente al desfile del Primero de Mayo. Hasta la vieja vecina metiche y criticona tiene su lugar. 

Es un mundo casi bucólico, un mundo utópico, de hombres y mujeres de buena voluntad. 

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