Obra prima de Chabrol en la Nueva Ola francesa, como lo es Les quatre cents coups para Truffaut, esta cinta presenta un nuevo tipo de héroe romántico que quiere salvar a los demás al mismo tiempo que recuperarse de su propia desesperanza. No tendría el impacto que tuvo sin la presencia de unos nuevos jóvenes actores: Jean -Claude Brialy, Gerard Blain y Bernadette Lafont. Obtuvo el Premio Jean Vigo en 1959.
Ficha IMDb
Esta primera película de Chabrol presenta ya una característica que se volverá una constante: un pequeño pueblo, un mundo cerrado, donde todos conocen a todos, desde siempre, donde los secretos no lo son, donde relaciones inconfesables se arrastran como las reputaciones destruidas.
François (Jean-Claude Brialy) vuelve a su pueblo después de diez años. Ha sido muy enfermo, de tuberculosis y viene a descansar. Como la casa de sus papas está en muy mal estado, se quedará en el hotel de Madame Chaumier (Jeanne Perez). La primera persona que encuentra al bajar del autobús es el joven panadero (Michel Creuze) quien fue su amigo en la escuela y lo pone al tanto de los cambios mientras atraviesan el pueblo para llegar al café-hotel. Del otro lado del autobús se aleja otro amigo de la niñez, Serge (Gérard Blain), con un señor ya viejo. Cuando François lo llama, no contesta. La música y el enfoque nos anuncian un drama.
François es saludado por una mujer que le pregunta sobre su salud: Su acompañante le recuerda que, años atrás, la perseguía para besarla. Ahora está casada y tiene tres hijos. ¡Cómo pasa el tiempo! Todo ha cambiado. Pero François insiste: quiere saber qué le pasó a Serge.
François es un intelectual parisino, con guantes, abrigo, bufanda, anteojos y libros; Serge , el “guapo “ Serge, que soñaba con salir del pueblo y llevar una vida de aventuras y éxitos, ahora maneja un camión, vive en una casa pobre, y se la pasa borracho, absorbe litros de vino tinto acompañado la mayoría de las veces por su suegro, Glomaud (Edmond Beauchamp), el hombre taciturno, fuerte y alto, con quien François lo vio cuando bajó del autobús. Cada noche, Yvonne ( Michèle Meritz) , esposa de Serge y Marie (Bernadette Lafont) su hermana, van al café por los dos hombres.
Pero lo más importante en las informaciones del joven panadero, es que Serge, después de casarse con Yvonne porque esperaba un niño, se ha vuelto alcohólico, violento, cuando ella dio a luz a un niño con síndrome de Down. El niño no sobrevivió. Ahora Yvonne está otra vez embarazada y todo el pueblo piensa que el segundo niño tendrá la misma suerte. Otro secreto a voces en el pueblo: Marie no es en realidad hija de Glomaud.
La presencia de François, con su curiosidad y su deseo de arreglarlo todo, de hacer la luz, va a desencadenar una serie de crisis. Lo que estaba dormido despierta: Glomaud viola a la joven que siempre deseó pero respetó pensando que todos la creían su hija, Serge golpea a su mujer y la abandona. El parto inicia antes de tiempo.
François, en una escena simbólica, en una noche de inverno y nieve, tiene que recibir al bebe, este bebe cuya llegada todos temían. Es un niño, sano. Es el milagro que salva a Serge. A Yvonne. Es la salvación de estos jóvenes cuya vida estaba destinada al sufrimiento y a la destrucción de sí mismos y de los seres cercanos. La intervención de François, el que se fue y volvió, restablece el orden, da un sentido a las vidas. La inspiración religiosa se hace muy clara en esta casa pobre donde nace un niño aparentemente destinado a una vida carente de felicidad. François pudo hacer lo que el sacerdote del pueblo (Claude Cerval) no logró: salvar a estos jóvenes abandonados de la mano de Dios, redimirlos y resucitarlos. ¡Una visión generosa y optimista de la sociedad que no perdurará en la filmografía de Chabrol!
Los actores, nuevos en el oficio, serán parte determinante del equipo de la Nueva Ola: Jean-Claude Brialy, seductor, refinado; Gérard Blain, con el ojo sombrío, devastado, atormentado, animal, nervioso y guapo como James Dean ; Bernadette Lafont, sexy antes de que se usara la palabra.
Una de esas viejas películas clásicas que vale mucho la pena ver o volver a ver.
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