La evolución de un adolescente siciliano durante la Segunda Guerra Mundial, triunfo y caída de Mussolini, siguiendo los pasos de una hermosa mujer. Empieza como comedia y poco a poco se transforma en tragedia, para acabar en ironía. Pero todo demuestra la maldad de los bien pensantes.
Ficha IMDb
Años 30, Mussolini esta en la cima del poder. Las multitudes van a escuchar su discurso. Mientras tanto, los chicos de la ciudad se deleitan al ver pasar a Malena Scordia (Monica Bellucci), sentados a la orilla de la calle. Literalmente babean mientras camina en su vestido ceñido, los ojos hacia abajo. Ya que pasó sin dirigirles la menor mirada, se precipitan por las callecitas para esperarla un poco más lejos. Es la costumbre de todos los días, pero hoy Renato Amoroso (Giuseppe Sulfaro) tiene una bicicleta que le acaba de regalar su padre (Luciano Federico).
Durante toda la guerra, que dura toda su adolescencia, Renato va a observar a Malena. Va a conocer todos sus secretos, quien acude a visitar cada tarde, en quien piensa cada noche. Es el único que sabe exactamente quien es esta mujer de belleza asombrosa. Esta mujer a quien las mujeres del pueblo envidian, a quien los hombres del pueblo desean, y sobre la cual todos hablan. Comentan, inventan, acusan.
Malena camina, con el mismo paso, la misma dignidad, el mismo recato. Su esposo, Nino Scordia (Gaetano Aronica) está lejos, peleando en África. Pero con la misma extraordinaria belleza. No habla con nadie. Nadie le habla. Pero se oyen las voces. Todas las voces, todos los comentarios, sobre ella, y en contra de ella. En voz off, mientras ella atraviesa la gran plaza.
Cuando llega la noticia de la muerte de su esposo, la ciudad sabe que Malena es una mujer libre. Su padre, el profesor Bonsignore (Pietro Notarianni), este pobre profesor sordo víctima de todas las bromas pesadas de Renato y sus amigos, ha muerto. Malena no tiene hermano. Esta sola. No es ya la mujer de nadie. Es una amenaza. La ciudad va a desencadenar su doble moral. Hasta llevarla a juicio por inmoralidad. La acusan de tener un amante.
Llega la guerra y no tiene con qué pagar ni siquiera sus alimentos. Los hombres van a negociar sus favores contra comida.
Llega la ocupación alemana. Malena, empujada, obligada por el ostracismo de sus compatriotas, cambia. De un día para otro, se corta el pelo, lo pinta de pelirrojo, se maquilla, se pone un vestido escotado y transparente. Sigue caminando, pero ahora levanta la vista. Provoca.
Cuando termina la guerra, las mujeres se vengan sobre ella de las privaciones, de los años sin comer, sin jabón, sin libertad. Pero sobre todo, se vengan de la belleza de Malena. Eso de la guerra y del colaboracionismo es un pretexto. Pueden al fin sacar su odio por su belleza, sus celos porque sus esposos la admiraban y la deseaban. La escena es abominable, insoportable, interminable. El odio, la furia, son palpables. Las mujeres son como unos animales salvajes. Malena, al piso, rapada, desvestida, golpeada, implora ayuda de los hombres. Ni uno se mueve. La abandonan a las hembras rabiosas, como una compensación por el engaño real o soñado que cometieron, el adulterio mental que tuvieron durante años con una mujer más bella que sus esposas. Es como una presa que les dejan para recuperar la paz en sus matrimonios.
Estos cinco años de vida de Malena se desarrollan bajo los ojos atentos, y enamorados platónicos de Renato. Sin nunca hablarle, él la siguió, siempre sobre su bicicleta, la acompaño, la amó. La observó, en la calle, en su casa, por la ventana, por la cerradura, con prismáticos o si ellos. Ella estuvo en sus sueños, despierto o dormido. Estuvieron juntos en la Diligencia ella fue Jane cuando él se soñaba Tarzan, ella fue una romana noble cuando él fue gladiador, en el peplum hollywoodense del año. Bailaron juntos sobre la música preferida de Malena. Ella le dio cara a la prostituta que su padre le ofreció para hacerlo hombre, después de gritarle y pegarle cuando lo oía masturbarse. El amor de Renato fue a la vez totalmente puro y platónico, y completamente sexual. Pero en estas observaciones, el joven supo que Malena seguía siendo esposa fiel y enamorada de su lejano esposo.
Cuando el esposo de Malena vuelve, porque en realidad estuvo prisionero, no muerto, no encuentra su casa, ni su esposa. Renato es el único en hacerle saber dónde la puede encontrar. Y cuando la pareja vuelve de Messina, Malena es ahora una mujer casada, posesión de alguien. Ya no representa una amenaza, sobre todo porque su belleza se apagó des pues de tanto sufrir. Ahora todas, en el mercado, pueden ser amables con ella. Malena, como la mujer buena y recatada que ha sido siempre en el fondo, no reclama, no protesta, no desprecia. Simplemente devuelve las sonrisas y los saludos, acepta los regalos. ¿Victima hasta el final? ¿O mucho más inteligente que los verdugos?
Unas naranjas que se caen de la canasta serán el único contacto entre Renato y su amor.
La cinta es una maravilla de fotografía, de narrativa, de música (Ennio Morricone por supuesto). Empieza como comedia sobre las pulsiones adolescentes, y adultas, en un pueblo pequeño, pero se intensifica poco a poco en un drama personal, una historia de amor desinteresada, y una crítica social aguda sobre la hipocresía y la doble moral.
Los dos personajes, que nunca se hablan, el que mira y el que esta mirado, tienen la misma intensidad silenciosa, dramática. Mucho menos sentimental que Cinema Paradiso (Tornatore-1988) porque no hay comunicación ni intercambio, esta historia totalmente subjetiva, gana, con esta reducción del punto de vista, una fuerza extraordinaria.
Tres trozos de vida: la de una mujer, la de un joven, la de un pueblo.
Altamente recomendable.
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