A partir de una obra de teatra muy exitosa en su tiempo, Francois Ozon se divierte y nos divierte con una recreación de la Francia de los años 70, con actores muy bien dirigidos, con un humor muy sutil. Seguramente la disfrutarán más los que han vivido esos años 70 al recordar alguna que otra melodía, formas de vestir, frases o hasta inflexiones de voces familiares.
Ficha setentera en IMDb
Barillet y Gredy escribieron la obra de teatro Potiche en 1980 para Jacqueline Maillan, muy popular actriz con una presencia, una voz y un carácter muy fuertes. Dos años después, el papel fue de Danielle Darrieux, mujer más bien fina y delicada, y una de las actrices apreciadas por Francois Ozon (Ocho mujeres).
Catherine Deneuve, la actual Suzanne, es como una mezcla de las dos. Más elegante que una, pero más fuerte que la otra. Y el papel le queda a la perfección. Es completamente la mujer en sus cincuentas en los años 70. Ama de casa, con algo de actividades personales (jogging en la mañana y libreta de versos), con unos momentos de rebeldía pasajera en contra de su esposo que la confine en su papel de adorno (una “potiche” es un bonito florero inútil, demasiado grande para ponerle flores, un poco estorboso, pero bonito). Pero finalmente muy contenta de cocinar, llevar su casa y lucir ropa bonita.
El esposo tirano, Robert Pujol (Fabrice Lucchini), es odioso. Despreciativo con todos, autoritario con los trabajadores, avaro en la gestión de la empresa, y machista con la secretaria. Ozon ha logrado contener a Luchini el barroco, el parlanchín y excesivo. Resulta totalmente creíble.
Los dos hijos del matrimonio, la hija Joelle (Judith Godrèche), con su pelo a la Farah Fawcett , y su sumisión a su esposo, el hijo Laurent (Jérémie Renier) , con sus pantalones y suéteres apretados y su mechón estilo Claude Francois, y descubriéndose gay, antes de que se usara esta palabra, son el complemento perfecto y casi histórico del matrimonio. Pero la más espectacular es la secretaria Nadège Dumoulin (Karin Viard) ,que evolucionará paralelamente a su nueva jefa y se emancipará del poder de su jefe.
No olvidemos al oso Depardieu (¿Todos esos kilos son suyos o le pusieron unas almohadas, porque ahora si que da miedo su gordura) . Por fin, el papel le queda. El alcalde comunista, fiel a sus ideales en su pequeño departamento con fotos en las paredes: él con Georges Marchais, secretario general del partido Comunista Francés en sus años gloriosos. Y fiel a su amor perdido: la mismísima Suzanne.
Para no olvidar que estamos en un comedia de embrollos, el hijo esta enamorado de la hija del pastelero, que tal vez es hija del esposo. Pero la madre le hace creer al padre que probablemente es hijo del alcalde. Pero finalmente ya no sabe porque ella también tuvo sus momentos de recreo, y , ya que hijo se va por el lado homosexual, bien podría ser que el nuevo novio sea hijo de la madre con el notario……
Pero, mientras tanto y aprovechando que el padre estaba enfermo y después convaleciente en un crucero, la Señora ha tomado el control de la empresa (que por cierto viene de su propio padre), con todo y nueva colección de paraguas, con nuevos baños, con proyectos de comercio con China (China se abre al mundo en los70!). Sin olvidar sus pieles y perlas, ya que, si los tiene es gracias al trabajo de los obreros y es normal que disfruten viéndolos. Conoce a cada quien desde que eran niños y nadie la puede impresionar.
La señora terminará diputada, en el meeting de la victoria, prometiendo tomar bajo su paraguas protector a sus votantes que le lanzan como grito de apoyo: “Mama!” Y ella baja a cantar en medio de ellos “Que c’est beau , la vie!” . Años 70. Jean Ferrat lo cantaba. Era el cantante casi oficial del partido comunista.
La música de la época esta muy presente : canción nostálgica del romance perdido en el matrimonio: Emmène-moi danser ce soir de Michelle Torr, con el cual Suzanne pirueta en su cocina ; música disco sobre la cual Suzanne y el alcalde se mueven pesadamente y lentamente en el antro prohibido a las mujeres bien. No se hable de los coches, la ropa. Un gran documento sobre los años gloriosos que vivió Francia bajo la presidencia de Giscard D’Estaing, cuando el país empezó a modernizarse lentamente después de la rebeldía de Mayo 68 .
Ficha setentera en IMDb
Barillet y Gredy escribieron la obra de teatro Potiche en 1980 para Jacqueline Maillan, muy popular actriz con una presencia, una voz y un carácter muy fuertes. Dos años después, el papel fue de Danielle Darrieux, mujer más bien fina y delicada, y una de las actrices apreciadas por Francois Ozon (Ocho mujeres).
Catherine Deneuve, la actual Suzanne, es como una mezcla de las dos. Más elegante que una, pero más fuerte que la otra. Y el papel le queda a la perfección. Es completamente la mujer en sus cincuentas en los años 70. Ama de casa, con algo de actividades personales (jogging en la mañana y libreta de versos), con unos momentos de rebeldía pasajera en contra de su esposo que la confine en su papel de adorno (una “potiche” es un bonito florero inútil, demasiado grande para ponerle flores, un poco estorboso, pero bonito). Pero finalmente muy contenta de cocinar, llevar su casa y lucir ropa bonita.
El esposo tirano, Robert Pujol (Fabrice Lucchini), es odioso. Despreciativo con todos, autoritario con los trabajadores, avaro en la gestión de la empresa, y machista con la secretaria. Ozon ha logrado contener a Luchini el barroco, el parlanchín y excesivo. Resulta totalmente creíble.
Los dos hijos del matrimonio, la hija Joelle (Judith Godrèche), con su pelo a la Farah Fawcett , y su sumisión a su esposo, el hijo Laurent (Jérémie Renier) , con sus pantalones y suéteres apretados y su mechón estilo Claude Francois, y descubriéndose gay, antes de que se usara esta palabra, son el complemento perfecto y casi histórico del matrimonio. Pero la más espectacular es la secretaria Nadège Dumoulin (Karin Viard) ,que evolucionará paralelamente a su nueva jefa y se emancipará del poder de su jefe.
No olvidemos al oso Depardieu (¿Todos esos kilos son suyos o le pusieron unas almohadas, porque ahora si que da miedo su gordura) . Por fin, el papel le queda. El alcalde comunista, fiel a sus ideales en su pequeño departamento con fotos en las paredes: él con Georges Marchais, secretario general del partido Comunista Francés en sus años gloriosos. Y fiel a su amor perdido: la mismísima Suzanne.
Para no olvidar que estamos en un comedia de embrollos, el hijo esta enamorado de la hija del pastelero, que tal vez es hija del esposo. Pero la madre le hace creer al padre que probablemente es hijo del alcalde. Pero finalmente ya no sabe porque ella también tuvo sus momentos de recreo, y , ya que hijo se va por el lado homosexual, bien podría ser que el nuevo novio sea hijo de la madre con el notario……
Pero, mientras tanto y aprovechando que el padre estaba enfermo y después convaleciente en un crucero, la Señora ha tomado el control de la empresa (que por cierto viene de su propio padre), con todo y nueva colección de paraguas, con nuevos baños, con proyectos de comercio con China (China se abre al mundo en los70!). Sin olvidar sus pieles y perlas, ya que, si los tiene es gracias al trabajo de los obreros y es normal que disfruten viéndolos. Conoce a cada quien desde que eran niños y nadie la puede impresionar.
La señora terminará diputada, en el meeting de la victoria, prometiendo tomar bajo su paraguas protector a sus votantes que le lanzan como grito de apoyo: “Mama!” Y ella baja a cantar en medio de ellos “Que c’est beau , la vie!” . Años 70. Jean Ferrat lo cantaba. Era el cantante casi oficial del partido comunista.
La música de la época esta muy presente : canción nostálgica del romance perdido en el matrimonio: Emmène-moi danser ce soir de Michelle Torr, con el cual Suzanne pirueta en su cocina ; música disco sobre la cual Suzanne y el alcalde se mueven pesadamente y lentamente en el antro prohibido a las mujeres bien. No se hable de los coches, la ropa. Un gran documento sobre los años gloriosos que vivió Francia bajo la presidencia de Giscard D’Estaing, cuando el país empezó a modernizarse lentamente después de la rebeldía de Mayo 68 .
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