The Bucket List es una agradable película sobre lo que hay que hacer antes de morir. Pero que no aporta nada original, ni en las ideas, ni en las imagenes, ni en las actuaciones.
Ver ficha IMDb
Cuando, por azares del destino, un hombre mayor, negro, Carter Chambers (Morgan Freeman) se encuentra en el mismo cuarto de hospital que el dueño del hospital en persona, Edward Cole (Jack Nicholson) , blanco y rico obviamente, sienten, a pesar de todo, un cierto acercamiento. Y hasta complicidad después de verse recíprocamente ir al baño a vomitar por la quimio. O escuchar la revelación que les quedan seis meses de vida.(Interesante escena la del anuncio a Cole, con los anteojos para ver acostado)
Lo triste en la película no es saber que se van a morir pronto. Es que lo que quieren hacer sea tan previsible: saltar en paracaídas, manejar a alta velocidad en una pista de carreras, y viajar. ¿Pero adonde? Egipto, África para un safari-foto, la gran muralla china, Hong-Kong, el Taj Mahal, el Himalaya, Paris para una cena en un restaurante elegante.
O sea, tarjetas postales.
Sobre todo que estos clichés exóticos ni siquiera le dieron al director la oportunidad de regalarnos bellas fotografías. Parece que solo a África hayan ido realmente. Del restaurante en Paris se ven únicamente los baños, y, por la ventana, algo como el mar ¡ El Río Sena no es tan ancho! Del Himalaya, se ve el interior de una cabaña. De Hong-Kong, el bar de un hotel. Todo parece fabricado, falso, como en una película de bajo presupuesto, con los actores actuando delante de un fondo de cartón.
Algunos momentos de confesiones íntimas: la hija que ya no se ve, la esposa que ya no es como antes.
Los actores no tienen nada especial. Jack Nicholson empieza con su papel acostumbrado de viejo cascarrabias, irónico e hiriente. Poco a poco, se vuelve más “normal” y no tan pesado, a pesar de tener tanto dinero. Morgan Freeman, el hombre de pueblo, de trabajo y de fe, lleno de sentido común. Finalmente, el único que llama al atención es Thomas (Sean Hayes, más conocido por Will and Grace) , el asistente de Cole , a veces presente y a veces invisible en el viaje. Es una lastima, porque logra imponerse frente a su jefe, y a Jack Nicholson, no pierde nunca los estribos y le contesta con la misma moneda de humor y picardía.
Total, una película, sin emoción, sin humor, sin belleza en las imagines. Quiere ser una película inspiradora pero no lo logra.
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Cuando, por azares del destino, un hombre mayor, negro, Carter Chambers (Morgan Freeman) se encuentra en el mismo cuarto de hospital que el dueño del hospital en persona, Edward Cole (Jack Nicholson) , blanco y rico obviamente, sienten, a pesar de todo, un cierto acercamiento. Y hasta complicidad después de verse recíprocamente ir al baño a vomitar por la quimio. O escuchar la revelación que les quedan seis meses de vida.(Interesante escena la del anuncio a Cole, con los anteojos para ver acostado)
Lo triste en la película no es saber que se van a morir pronto. Es que lo que quieren hacer sea tan previsible: saltar en paracaídas, manejar a alta velocidad en una pista de carreras, y viajar. ¿Pero adonde? Egipto, África para un safari-foto, la gran muralla china, Hong-Kong, el Taj Mahal, el Himalaya, Paris para una cena en un restaurante elegante.
O sea, tarjetas postales.
Sobre todo que estos clichés exóticos ni siquiera le dieron al director la oportunidad de regalarnos bellas fotografías. Parece que solo a África hayan ido realmente. Del restaurante en Paris se ven únicamente los baños, y, por la ventana, algo como el mar ¡ El Río Sena no es tan ancho! Del Himalaya, se ve el interior de una cabaña. De Hong-Kong, el bar de un hotel. Todo parece fabricado, falso, como en una película de bajo presupuesto, con los actores actuando delante de un fondo de cartón.
Algunos momentos de confesiones íntimas: la hija que ya no se ve, la esposa que ya no es como antes.
Los actores no tienen nada especial. Jack Nicholson empieza con su papel acostumbrado de viejo cascarrabias, irónico e hiriente. Poco a poco, se vuelve más “normal” y no tan pesado, a pesar de tener tanto dinero. Morgan Freeman, el hombre de pueblo, de trabajo y de fe, lleno de sentido común. Finalmente, el único que llama al atención es Thomas (Sean Hayes, más conocido por Will and Grace) , el asistente de Cole , a veces presente y a veces invisible en el viaje. Es una lastima, porque logra imponerse frente a su jefe, y a Jack Nicholson, no pierde nunca los estribos y le contesta con la misma moneda de humor y picardía.
Total, una película, sin emoción, sin humor, sin belleza en las imagines. Quiere ser una película inspiradora pero no lo logra.
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