Una película de culto al menos por la escena en la fuente de Trevi.
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Es una cinta que por un lado parece totalmente pasada de moda: coches, trajes, lentes…
Pero por el otro lado, la situación que plantea sigue actual: una vida sin sentido, de aburrimiento, absurda al sentido de Camus. El personaje principal, Marcello, pasa su vida persiguiendo la nota periodística y la foto que le permitirá mantenerse al tope. Lo que le lleva a todos los lugar donde “algo pasa”, sea el traslado de una estatua de Cristo en helicóptero, sea la llegada de una estrella del cine, sea una velada en el antro de moda, o una aparición milagrosa . Pero también busca un significado en las relaciones humanas, sobre todo femeninas, y sigue a cualquier mujer que tenga algo de iniciativa.
Si la personalidad de Silvia, la actriz rubia y pulposa (Anita Ekberg) parece totalmente excéntrica, a medida que la cinta se desarrolla, el espectador se da cuenta que es la más razonable de todos los locos de los noctámbulos: se deja llevar a las sensaciones, música, baile, el agua, a la compasión, hasta con los animales. En pocas palabras, esta viva. Como Brigitte Bardot en “Y Dios creó a la mujer” (Vadim – 1957) (La dolce Vita se filmó en 1960) .
Los otros dos personajes que le sirven de ejemplo a Marcello en su búsqueda de sentido son el intelectual Steiner, lleno de amor a la poesía, al arte, a sus amigos y a sus hijos, y su padre, lleno de amor a la vida y a los placeres sencillos. Desgraciadamente, estas dos figuras se le escapan. Uno porque se suicida y el otro porque vuelve a su ciudad de provincia.
Las otras posibilidades: la religión (con la aparición de la Virgen a dos niños) o el amor “razonable” (su amante Emma) resultan engañosos. El primero porque todo esta arreglado para los periodistas y para la gente crédula. El segundo por los celos y la posesividad. Lo único que queda, es seguir a los inútiles, de fiesta en castillo, para buscar sensaciones nuevas, alcohol, strip tease, hasta un amanecer vacío. Donde la joven que podría ser la reunión del amor con lo natural, con lo nuevo, la que podría dar un sentido a la vida, esta del otro lado, y no puede oír lo que Marcello le quiere decir.
Resumiendo, se trata de una película que resulta un poco larga y aburrida, a pesar de todo el respecto que se merece Fellini, con estas repeticiones del mismo tipo de escenas, personajes que pasean en los cafés, las mansiones, que pasean su lujo, su dinero y su aburrimiento. Con estas escenas nocturnas con lentes oscuros, llenas de coches, ruidos, luces y vida artificial.
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Es una cinta que por un lado parece totalmente pasada de moda: coches, trajes, lentes…
Pero por el otro lado, la situación que plantea sigue actual: una vida sin sentido, de aburrimiento, absurda al sentido de Camus. El personaje principal, Marcello, pasa su vida persiguiendo la nota periodística y la foto que le permitirá mantenerse al tope. Lo que le lleva a todos los lugar donde “algo pasa”, sea el traslado de una estatua de Cristo en helicóptero, sea la llegada de una estrella del cine, sea una velada en el antro de moda, o una aparición milagrosa . Pero también busca un significado en las relaciones humanas, sobre todo femeninas, y sigue a cualquier mujer que tenga algo de iniciativa.
Si la personalidad de Silvia, la actriz rubia y pulposa (Anita Ekberg) parece totalmente excéntrica, a medida que la cinta se desarrolla, el espectador se da cuenta que es la más razonable de todos los locos de los noctámbulos: se deja llevar a las sensaciones, música, baile, el agua, a la compasión, hasta con los animales. En pocas palabras, esta viva. Como Brigitte Bardot en “Y Dios creó a la mujer” (Vadim – 1957) (La dolce Vita se filmó en 1960) .
Los otros dos personajes que le sirven de ejemplo a Marcello en su búsqueda de sentido son el intelectual Steiner, lleno de amor a la poesía, al arte, a sus amigos y a sus hijos, y su padre, lleno de amor a la vida y a los placeres sencillos. Desgraciadamente, estas dos figuras se le escapan. Uno porque se suicida y el otro porque vuelve a su ciudad de provincia.
Las otras posibilidades: la religión (con la aparición de la Virgen a dos niños) o el amor “razonable” (su amante Emma) resultan engañosos. El primero porque todo esta arreglado para los periodistas y para la gente crédula. El segundo por los celos y la posesividad. Lo único que queda, es seguir a los inútiles, de fiesta en castillo, para buscar sensaciones nuevas, alcohol, strip tease, hasta un amanecer vacío. Donde la joven que podría ser la reunión del amor con lo natural, con lo nuevo, la que podría dar un sentido a la vida, esta del otro lado, y no puede oír lo que Marcello le quiere decir.
Resumiendo, se trata de una película que resulta un poco larga y aburrida, a pesar de todo el respecto que se merece Fellini, con estas repeticiones del mismo tipo de escenas, personajes que pasean en los cafés, las mansiones, que pasean su lujo, su dinero y su aburrimiento. Con estas escenas nocturnas con lentes oscuros, llenas de coches, ruidos, luces y vida artificial.
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